Por Deolindo Amorim
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Ya oímos decir, más de una vez, que “el Espiritismo paro en el siglo XIX”, en materia de estudios científicos. Después de una fase realmente notable, fase en que refulgieron los nombres de CROOKES, AKSAKOF, ZOELLNER, por ejemplo, nunca más se hizo un trabajo de cuño científico, en la acepción exacta. Es lo que se dice. Hasta cierto punto, sinceramente, honestamente, debemos reconocer que la critica tiene alguna procedencia, no hay duda. Desde las últimas décadas del siglo pasado al comienzo de nuestro siglo [1], es innegable, hubo experiencias rigurosas, comunicaciones y relatorías de alto tenor científico. Desde cierto tiempo en adelante, parece que se dio una especie de enfriamiento del espíritu científico en el campo mediúmnico. Esto no quiere decir que no haya material. Hay, si.
Existen buenos Mediums por todas partes, ocurren fenómenos relevantes, más la impresión que se tiene, hoy en día, es de que no hay investigadores del tipo de Crooks, Gibier, Bozzano y otros. Casi no se hacen registros en los trabajos experimentales, ni hay ciertos cuidados, en la mayoría de los casos. Muchos fenómenos importantes quedan sin anotación, sin documento para examen o verificación.
Queremos creer que hay hombres de envergadura intelectual para serias investigaciones, más tal vez no haya condiciones, ambiente favorable, en gran parte, pues no todas las personas que se dedican a la parte experimental del Espiritismo tienen mentalidad científica. Hay mucha diferencia entre mentalidad científica y cultura científica. Es cierto que la cultura abre largos horizontes y mucho puede contribuir para la formación de la mentalidad, más es preciso no perder de vista que muchas personas adquiere adquieren buena cultura científica, hacen mucha lecturas, hacen cursos especializados, etc. etc., más no tienen la verdadera mentalidad científica. Puede parecer un contrasentido. Quien, por ejemplo, queda luego deslumbrado ante un fenómeno o de una comunicación “sensacional” sin cualquier análisis, no tiene mentalidad científica, pues está procediendo apenas emocionalmente, no analíticamente. ¿Y cuanta gente hay, por ahí, que procede así, a pesar de poseer currículos universitarios?... Hay personas que son muy rigurosas en otros campos de la investigación, más cuando entran en el campo mediúmnico proceden más como místicos que como hombres de ciencia. No basta, por tanto, tener la formación científica de los libros o de los cursos de Universidad, es preciso tener actitudes científicas ante los fenómenos. Y es lo que mucha gente no tiene. Hay personas, no en tanto, que no hicieron una cultura científica regular, no disponen de ciertos instrumentos de investigación, más presentan reacciones diferentes, dando la impresión de que tienen mucho más espíritu científico que muchos laureados. Más no se puede decir que no haya, actualmente, gente capacitada para realizar trabajos científicos.
Tal vez esas personas no encuentren comprensión ni apoyo para ciertos tipos de sesiones. Es otro problema. ¿En qué sociedad, en qué ambiente organizar una sesión con médiums preparados para determinadas experiencias? En verdad, no es fácil. Por eso mismo, y sin analizar el problema por otros ángulos, es que algunas personas dicen que “el Espiritismo paro en el siglo pasado”. No paró, pues la mediúmnidad no se acabo, más si la preocupación científica, en gran parte, está siendo perjudicada por las actitudes devocionales, actitudes que pretenden mucho más divinizar a los espíritus y santificar a los médiums que, a rigor, procurar la verdad por el hilo de la razón esclarecida.
El problema comporta aun otras consideraciones, no puede ser colocado apenas dentro de una faja de crítica. Aquí mismo, en Brasil, donde el Espiritismo no quedó apenas en una pura comprobación mediúmnica, ya se dieron fenómenos de gran valor científico, más no se hizo relatoría, no se dio divulgación, a bien decir. Indiscutiblemente, nos descuidamos en anotar, confrontar, registrar, en acta, testimoniar. Todo eso forma parte del legítimo espíritu científico, que es siempre cauteloso. Nuestro temperamento no da mucho para esperar con paciencia, aguardando que las primeras impresiones se confirmen.
Somos indiferentes en determinadas cosas y, al mismo tiempo, somos precipitados en otras cosas: o no damos la debida importancia a manifestaciones realmente significativas o somos capaces de arrebatar con poca cosa… La experiencia que lo diga. El lado mixtico, por su vez, también pesa mucho en la práctica mediúmnica y, por eso mismo, no es fácil imprimir una orientación metódica en determinados grupos, aunque haya médiums de posibilidades aprovechables. La legión de sufridores es muy grande, en todas las camadas sociales, y la mayor parte del público, por eso mismo, recurre a los “canales mediúmnicos” simplemente como fuente de consolaciones o a la procura de esclarecimientos inmediatos para sus situaciones; nunca, sin embargo, como elemento de pesquisa, con visión científica o filosófica.
Todo eso, al final de cuentas, debe ser objeto de consideración, pues hay varios factores confluentes en el campo mediúmnico. Entonces, volvamos al punto de partida: el Espiritismo no paro, más si las condiciones, hoy, son bien diferentes de las condiciones en que pontificaron ciertos hombres de ciencia. No se puede pensar en investigación científica sin pensar, necesariamente, en el material humano que debe ser utilizado en trabajos de tal naturaleza, muy específica y de mucha complejidad.
En el siglo pasado [2] – veamos bien – había una preocupación dominante, absorbente: probar o negar la comunicación de los espíritus. No había otra alternativa. El Espiritismo enfrentaba el desafío de la ciencia, mucho más relevante de lo que la sistemática oposición religiosa. Algunos hombres de ciencia entraron en ese campo exclusivamente para aclarar el tema de la comunicación entre vivos y muertos. No tenían otro objetivo. Y, por eso mismo, emplearon todos los medios, se rodearon de cuidados especiales, vincularon a los médiums, fiscalizaron sesiones con vigilancia implacable, midieron, pasaron, confrontaron, hicieron de todo.
Y era necesario. Llegaron las pruebas. La mayoría de ellos quedó apenas en el terreno experimental, dio testimonio, colocándose corajosamente por encima de los preconceptos y conveniencias, más en verdad es que no se dedico a la especulación filosófica, no llego a la Doctrina, en suma. Gran contribución, indiscutiblemente, en el campo experimental. No fue el caso, mientras tanto, de Gabriel Delanne. Este, si, tenia embocadura de experimentador, era hombre de formación científica, más también hizo obra doctrinaria, en la línea intelectual de ALLAN KARDEC, LEÓN DENIS, por ejemplo.
Delanne partió del fenómeno como otros varios, más entró en la indagación, hizo estudios filosóficos, saco conclusiones validas y lucidas. A todos, no en tanto, de un lado y del otro lado, esto es, tanto del lado puramente fenoménico como del lado doctrinario, mucho debe el movimiento espirita, pues todos ellos son figuras clásicas en la historia del Espiritismo.
Desde cierto tiempo en adelante (debemos comprender bien la situación), una vez comprobada la comunicación entre los vivos y muertos, naturalmente ya no había tanto interés por el campo experimental, ante el testimonio de hombres de proyección científica, sin cualquier compromiso de orden sentimental, religioso o doctrinario. Pasó, hasta cierto punto, la fase de las experiencias objetivas, porque la propia expansión de las ideas espiritas comenzó a provocar intereses de otra naturaleza, debido a las necesidades humanas.
Se abrieron en realidad, dos focos de atención: el fenoménico y el doctrinario. La divulgación de la Doctrina creó a bien decir una polarización muy intensa, justamente porque mucha gente quería el mensaje, reclamaba una filosofía de vida, no se contentaba solamente con la prueba directa de las comunicaciones. Los estados de angustia, la desorientación espiritual, la falta de seguridad interior, la deficiencia de cultura religiosa, todo eso, realmente, llevo al hombre, después de algún tiempo, a procurar el mensaje espirita en estado de casi entusiasmo y, por eso, dejo de concentrarse mucho en las experiencias científicas.
De ahí, vino, la popularización del Espiritismo, trayendo ciertos prejuicios, es innegable, porque se despreció mucho el estudio serio, la investigación, el raciocinio analítico para participar por la simple creencia en los espíritus, como que abriendo camino para la formación de más de una secta… Ese des virtuamiento, convengamos, apartó a ciertos hombres acostumbrados al estudio científico. Todo esto es aceptable en la consideración del problema.
Hay, sin embargo, otro aspecto, y este debe ser tenido en cuenta. Es justamente el aspecto humano. El Espiritismo, hoy en día, es apenas un campo de experiencias mediúmnicos, es una doctrina de vida, representa la solución de muchos problemas del hombre moderno. Las necesidades humanas van aumentando cada vez más, a la medida en que la sociedad se torna más compleja. Y el Espiritismo, para buena parte de la sociedad actual, es la “última esperanza”, es la gran respuesta, que el hombre no encuentra en otras doctrinas, a pesar de haber llamado en muchas puertas… Es una realidad diferente de aquella realidad, que, en la segunda mitad del siglo XIX, vivieron grandes experimentadores de la fenomenología mediúmnica.
Justamente por eso, el problema, no puede ser presentado apenas por un prisma, sea cual sea, más si a través de varios ángulos de observación, sobre todo en cuanto a las peculiaridades de cada país. Podemos, pues, llegar a estas sumarias de conclusiones:
En primer lugar, por el hecho de no haber, hoy, para el registro, el tipo de experiencias de Crookes, Geley, Lombroso y otros, esto no significa que no haya médiums ni tampoco nos permite concluir que el ciclo experimental del Espiritismo hay dejado de ser necesario;
En segundo lugar, si es verdad, hasta cierto punto, que la falta de interés por la investigación científica es perjudicial para la comprensión y el concepto del Espiritismo, también es verdad que el hombre actual es absorbido por una serie de problemas apremiantes, y, por eso, el aspecto doctrinario tiene, para él, mayor interés en la actualidad, a causa del mensaje, que va al sentimiento, aliviando las heridas del alma.
De todo eso, al final, podemos inferir que es necesario encarecer y estimular las investigaciones, la experiencia científica, que tuvo su razón de ser en el siglo pasado [2] y aun se hace indispensable en los días actuales, más no debemos perder de vista el lado verdaderamente humano del Espiritismo ante el sufrimiento y de la profunda decadencia moral que se observa en todos los niveles sociales. No nos olvidemos de que el Espiritismo atiende, o debe atender, al mismo tiempo, necesidades diversas: necesidades científicas, necesidades sociales, necesidades emocionales y así en adelante.
Traducido por M. C. R.
Texto publicado no Anuario Espírita 74 do "Instituto de Difusión Espírita" de Araras, São Paulo, Brasil.
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Ya oímos decir, más de una vez, que “el Espiritismo paro en el siglo XIX”, en materia de estudios científicos. Después de una fase realmente notable, fase en que refulgieron los nombres de CROOKES, AKSAKOF, ZOELLNER, por ejemplo, nunca más se hizo un trabajo de cuño científico, en la acepción exacta. Es lo que se dice. Hasta cierto punto, sinceramente, honestamente, debemos reconocer que la critica tiene alguna procedencia, no hay duda. Desde las últimas décadas del siglo pasado al comienzo de nuestro siglo [1], es innegable, hubo experiencias rigurosas, comunicaciones y relatorías de alto tenor científico. Desde cierto tiempo en adelante, parece que se dio una especie de enfriamiento del espíritu científico en el campo mediúmnico. Esto no quiere decir que no haya material. Hay, si.
Existen buenos Mediums por todas partes, ocurren fenómenos relevantes, más la impresión que se tiene, hoy en día, es de que no hay investigadores del tipo de Crooks, Gibier, Bozzano y otros. Casi no se hacen registros en los trabajos experimentales, ni hay ciertos cuidados, en la mayoría de los casos. Muchos fenómenos importantes quedan sin anotación, sin documento para examen o verificación.
Queremos creer que hay hombres de envergadura intelectual para serias investigaciones, más tal vez no haya condiciones, ambiente favorable, en gran parte, pues no todas las personas que se dedican a la parte experimental del Espiritismo tienen mentalidad científica. Hay mucha diferencia entre mentalidad científica y cultura científica. Es cierto que la cultura abre largos horizontes y mucho puede contribuir para la formación de la mentalidad, más es preciso no perder de vista que muchas personas adquiere adquieren buena cultura científica, hacen mucha lecturas, hacen cursos especializados, etc. etc., más no tienen la verdadera mentalidad científica. Puede parecer un contrasentido. Quien, por ejemplo, queda luego deslumbrado ante un fenómeno o de una comunicación “sensacional” sin cualquier análisis, no tiene mentalidad científica, pues está procediendo apenas emocionalmente, no analíticamente. ¿Y cuanta gente hay, por ahí, que procede así, a pesar de poseer currículos universitarios?... Hay personas que son muy rigurosas en otros campos de la investigación, más cuando entran en el campo mediúmnico proceden más como místicos que como hombres de ciencia. No basta, por tanto, tener la formación científica de los libros o de los cursos de Universidad, es preciso tener actitudes científicas ante los fenómenos. Y es lo que mucha gente no tiene. Hay personas, no en tanto, que no hicieron una cultura científica regular, no disponen de ciertos instrumentos de investigación, más presentan reacciones diferentes, dando la impresión de que tienen mucho más espíritu científico que muchos laureados. Más no se puede decir que no haya, actualmente, gente capacitada para realizar trabajos científicos.
Tal vez esas personas no encuentren comprensión ni apoyo para ciertos tipos de sesiones. Es otro problema. ¿En qué sociedad, en qué ambiente organizar una sesión con médiums preparados para determinadas experiencias? En verdad, no es fácil. Por eso mismo, y sin analizar el problema por otros ángulos, es que algunas personas dicen que “el Espiritismo paro en el siglo pasado”. No paró, pues la mediúmnidad no se acabo, más si la preocupación científica, en gran parte, está siendo perjudicada por las actitudes devocionales, actitudes que pretenden mucho más divinizar a los espíritus y santificar a los médiums que, a rigor, procurar la verdad por el hilo de la razón esclarecida.
El problema comporta aun otras consideraciones, no puede ser colocado apenas dentro de una faja de crítica. Aquí mismo, en Brasil, donde el Espiritismo no quedó apenas en una pura comprobación mediúmnica, ya se dieron fenómenos de gran valor científico, más no se hizo relatoría, no se dio divulgación, a bien decir. Indiscutiblemente, nos descuidamos en anotar, confrontar, registrar, en acta, testimoniar. Todo eso forma parte del legítimo espíritu científico, que es siempre cauteloso. Nuestro temperamento no da mucho para esperar con paciencia, aguardando que las primeras impresiones se confirmen.
Somos indiferentes en determinadas cosas y, al mismo tiempo, somos precipitados en otras cosas: o no damos la debida importancia a manifestaciones realmente significativas o somos capaces de arrebatar con poca cosa… La experiencia que lo diga. El lado mixtico, por su vez, también pesa mucho en la práctica mediúmnica y, por eso mismo, no es fácil imprimir una orientación metódica en determinados grupos, aunque haya médiums de posibilidades aprovechables. La legión de sufridores es muy grande, en todas las camadas sociales, y la mayor parte del público, por eso mismo, recurre a los “canales mediúmnicos” simplemente como fuente de consolaciones o a la procura de esclarecimientos inmediatos para sus situaciones; nunca, sin embargo, como elemento de pesquisa, con visión científica o filosófica.
Todo eso, al final de cuentas, debe ser objeto de consideración, pues hay varios factores confluentes en el campo mediúmnico. Entonces, volvamos al punto de partida: el Espiritismo no paro, más si las condiciones, hoy, son bien diferentes de las condiciones en que pontificaron ciertos hombres de ciencia. No se puede pensar en investigación científica sin pensar, necesariamente, en el material humano que debe ser utilizado en trabajos de tal naturaleza, muy específica y de mucha complejidad.
En el siglo pasado [2] – veamos bien – había una preocupación dominante, absorbente: probar o negar la comunicación de los espíritus. No había otra alternativa. El Espiritismo enfrentaba el desafío de la ciencia, mucho más relevante de lo que la sistemática oposición religiosa. Algunos hombres de ciencia entraron en ese campo exclusivamente para aclarar el tema de la comunicación entre vivos y muertos. No tenían otro objetivo. Y, por eso mismo, emplearon todos los medios, se rodearon de cuidados especiales, vincularon a los médiums, fiscalizaron sesiones con vigilancia implacable, midieron, pasaron, confrontaron, hicieron de todo.
Y era necesario. Llegaron las pruebas. La mayoría de ellos quedó apenas en el terreno experimental, dio testimonio, colocándose corajosamente por encima de los preconceptos y conveniencias, más en verdad es que no se dedico a la especulación filosófica, no llego a la Doctrina, en suma. Gran contribución, indiscutiblemente, en el campo experimental. No fue el caso, mientras tanto, de Gabriel Delanne. Este, si, tenia embocadura de experimentador, era hombre de formación científica, más también hizo obra doctrinaria, en la línea intelectual de ALLAN KARDEC, LEÓN DENIS, por ejemplo.
Delanne partió del fenómeno como otros varios, más entró en la indagación, hizo estudios filosóficos, saco conclusiones validas y lucidas. A todos, no en tanto, de un lado y del otro lado, esto es, tanto del lado puramente fenoménico como del lado doctrinario, mucho debe el movimiento espirita, pues todos ellos son figuras clásicas en la historia del Espiritismo.
Desde cierto tiempo en adelante (debemos comprender bien la situación), una vez comprobada la comunicación entre los vivos y muertos, naturalmente ya no había tanto interés por el campo experimental, ante el testimonio de hombres de proyección científica, sin cualquier compromiso de orden sentimental, religioso o doctrinario. Pasó, hasta cierto punto, la fase de las experiencias objetivas, porque la propia expansión de las ideas espiritas comenzó a provocar intereses de otra naturaleza, debido a las necesidades humanas.
Se abrieron en realidad, dos focos de atención: el fenoménico y el doctrinario. La divulgación de la Doctrina creó a bien decir una polarización muy intensa, justamente porque mucha gente quería el mensaje, reclamaba una filosofía de vida, no se contentaba solamente con la prueba directa de las comunicaciones. Los estados de angustia, la desorientación espiritual, la falta de seguridad interior, la deficiencia de cultura religiosa, todo eso, realmente, llevo al hombre, después de algún tiempo, a procurar el mensaje espirita en estado de casi entusiasmo y, por eso, dejo de concentrarse mucho en las experiencias científicas.
De ahí, vino, la popularización del Espiritismo, trayendo ciertos prejuicios, es innegable, porque se despreció mucho el estudio serio, la investigación, el raciocinio analítico para participar por la simple creencia en los espíritus, como que abriendo camino para la formación de más de una secta… Ese des virtuamiento, convengamos, apartó a ciertos hombres acostumbrados al estudio científico. Todo esto es aceptable en la consideración del problema.
Hay, sin embargo, otro aspecto, y este debe ser tenido en cuenta. Es justamente el aspecto humano. El Espiritismo, hoy en día, es apenas un campo de experiencias mediúmnicos, es una doctrina de vida, representa la solución de muchos problemas del hombre moderno. Las necesidades humanas van aumentando cada vez más, a la medida en que la sociedad se torna más compleja. Y el Espiritismo, para buena parte de la sociedad actual, es la “última esperanza”, es la gran respuesta, que el hombre no encuentra en otras doctrinas, a pesar de haber llamado en muchas puertas… Es una realidad diferente de aquella realidad, que, en la segunda mitad del siglo XIX, vivieron grandes experimentadores de la fenomenología mediúmnica.
Justamente por eso, el problema, no puede ser presentado apenas por un prisma, sea cual sea, más si a través de varios ángulos de observación, sobre todo en cuanto a las peculiaridades de cada país. Podemos, pues, llegar a estas sumarias de conclusiones:
En primer lugar, por el hecho de no haber, hoy, para el registro, el tipo de experiencias de Crookes, Geley, Lombroso y otros, esto no significa que no haya médiums ni tampoco nos permite concluir que el ciclo experimental del Espiritismo hay dejado de ser necesario;
En segundo lugar, si es verdad, hasta cierto punto, que la falta de interés por la investigación científica es perjudicial para la comprensión y el concepto del Espiritismo, también es verdad que el hombre actual es absorbido por una serie de problemas apremiantes, y, por eso, el aspecto doctrinario tiene, para él, mayor interés en la actualidad, a causa del mensaje, que va al sentimiento, aliviando las heridas del alma.
De todo eso, al final, podemos inferir que es necesario encarecer y estimular las investigaciones, la experiencia científica, que tuvo su razón de ser en el siglo pasado [2] y aun se hace indispensable en los días actuales, más no debemos perder de vista el lado verdaderamente humano del Espiritismo ante el sufrimiento y de la profunda decadencia moral que se observa en todos los niveles sociales. No nos olvidemos de que el Espiritismo atiende, o debe atender, al mismo tiempo, necesidades diversas: necesidades científicas, necesidades sociales, necesidades emocionales y así en adelante.
Traducido por M. C. R.
Texto publicado no Anuario Espírita 74 do "Instituto de Difusión Espírita" de Araras, São Paulo, Brasil.
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