Por Léon Denis
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En nuestros días, más que nunca, el espiritismo llama la atención del público. Se habla con frecuencia de casas encantadas, de fenómenos de telepatía, de apariciones y materializaciones de espíritus.
La Ciencia, la Literatura, el Teatro y la Prensa de ello se ocupan constantemente, por cuanto las experiencias del Instituto Metapsíquico, los testimonios del gran escritor inglés Conan Doyle y las averiguaciones hechas por algunos periodistas parisienses dan a esta cuestión un carácter de actualidad permanente.
Examinemos, pues, este problema, y averiguaremos por qué el Espiritismo, tan frecuentemente sepultado, siempre reaparece, creciendo, día a día, en numero de sus partidarios.
¿No es, acaso, una cosa extraña?.
Tal vez, en la Historia, jamás se haya producido nada igual.
Nunca se vio un conjunto de hechos, considerados imposibles al principio, cuya idea provocaba, en general, antipatía, recelo, desdén; hechos que excitaban la hostilidad de varias instituciones seculares, acabaron por imponerse a la atención y hasta la convicción de hombres cultos, competentes, autorizados por sus funciones y por su carácter.
Esos hombres, inicialmente escépticos, terminaron por reconocer y afirmar la realidad de los aludidos fenómenos, después de estudiarlos, investigar y experimentar.
El ilustre sabio inglés William Crookes, conocido en el mundo entero, por el descubrimiento del estado radiante de la materia, y que durante tres años obtuvo, en su casa, materializaciones del espíritu Katie King, en condiciones de control riguroso, decía, a propósito de esas manifestaciones: “Yo no digo que esto sea posible, yo digo: esto es”.
Oliver Lodge, rector de la Universidad de Birmingham, miembro de la Sociedad Real, escribió:
“Fui, llevado, personalmente, a la certeza de la existencia futura, por pruebas que reposan sobre una base estrictamente científica”.
Federico Myers, profesor de Cambridge – a quien o Congreso Oficial Internacional de Psicología de Paris, en 1890, eligió Presidente de Honra – en su admirable libro – La Personalidad Humana, llego a la conclusión de que voces y mensajes nos vienen del Más Allá del Túmulo.
Hablando de la médium Sra. Thompson, Myers escribe: “Creo que la mayoría de esos mensajes vienen de espíritus que se sirven, temporalmente, del organismo de los médiums para transmitirlos a nosotros.
El célebre profesor Cesare Lombroso, de Turín, dice en la Lectura: “Los hechos observados en las casas frecuentadas por fantasmas, en las cuales, durante años, se reproducen apariciones y ruidos, de acuerdo con el relato de muertes trágicas, y sin la presencia de ningún médium, atestan a favor de la acción de los muertos. Con frecuencia, se trata de casas deshabitadas, donde esos fenómenos se producen durante varias generaciones, y, muchas veces, durante siglos.”
El Sr. Boutroux, filosofo bien conocido, disertaba, en sus brillantes conferencias acerca de los espíritus y las comunicaciones mediúmnicas, asegurando que: “La puerta del subconsciente es la abertura por donde lo divino entra en el alma humana.
“Algunas veces, - decía – las revelaciones espiritas son tan extrañas que parece, efectivamente, estar, el médium, en comunicación con diferentes seres de los que le son accesibles normalmente.”
William James, rector de la Universidad de Harvard, New York, eminente psicólogo fallecido hace algunos años, afirmaba la probabilidad de las comunicaciones con los muertos, en su estudio publicado en el año 1909, en Proceedings, acerca de su amigo Hodgson, ya fallecido que venía a conversar con el por la mediúmnidad de la señora Piper. James escribía que: “Estos fenómenos dan la impresión irresistible de que es realmente la personalidad de Hodgson, con sus características propias” y, más adelante: “El sentimiento de los asistentes era de que conversaba con el verdadero Hodgson”.
El origen del Espiritismo, el Espiritualismo Moderno, está en América.
En realidad, los fenómenos del Más Allá del Túmulo se encuentran en la base de todas las grandes doctrinas del pasado. En casi todos los tiempos, el mundo de los vivos mantuvo relación con el Mundo Invisible. Sin embargo, en la India, en Egipto y en Grecia, esos estudios eran privilegio de un pequeño número de investigadores y de iniciados, y sus resultados se ocultaban cuidadosamente.
Para que ese estudio fuese accesible a todos, y se conociesen las verdaderas leyes que rigen el Mundo Invisible; para enseñar a los hombres a ver en esos fenómenos, no un orden de cosas sobrenaturales, más si un dominio ignorado de la naturaleza y de la vida, era necesario el trabajo enorme de los siglos, todos los descubrimientos de la Ciencia, todas las conquistas del espíritu humano sobre la materia.
Era preciso que el hombre conociese su verdadero en el Universo, que aprendiese a medir la debilidad de sus sentidos y su impotencia para explorar, por sí mismo y sin ayuda, todos los dominios de la naturaleza viva.
La Ciencia, con sus inventos, atenuó esa imperfección de nuestros órganos.
El telescopio abrió a nuestros ojos los abismos del espacio, el microscopio nos reveló lo infinitamente pequeño: así surgió la vida, tanto en el mundo de los infusorios como en la superficie de los globos gigantes que giran en la profundidad de los cielos.
La Física descubrió las leyes que regulan la transformación de las fuerzas y la conservación de la energía y, también, las leyes que mantienen el equilibrio de los mundos.
La radioactividad de los cuerpos reveló la existencia de poderes desconocidos e incalculables: rayos X, ondas hertzianas, irradiaciones de todas las clases y de todos los grados.
La Química nos hizo conocer las combinaciones de la materia. El vapor y la electricidad vinieron a revolucionar la superficie del globo, facilitando las relaciones entre los pueblos y las manifestaciones del pensamiento, para que las ideas resplandezcan y se propaguen todos los puntos de la esfera terrestre.
Hoy, el estudio del Mundo Invisible viene a completar esa magnífica ascensión del Pensamiento y de la Ciencia. El problema del Más Allá del Túmulo se yergue frente al espíritu humano con poder y autoridad.
En los finales del siglo XIX, el hombre, desengañado de todas las teorías contradictorias y de todos los sistemas incompletos que se le presentaban, se abandonaba a la duda: perdía, cada vez más, la noción de la vida futura.
Fue entonces que el Mundo Invisible vino hasta el y lo persiguió hasta su propia morada. Por diversos medios, los muertos se manifestaron a los vivos. Las voces del Más Allá del Túmulo hablaron. Los misterios de los santuarios orientales, los fenómenos ocultos de la Edad Media, después de un largo silencio, reaparecieron.
El Espiritismo nació.
Las primeras manifestaciones del Espiritualismo Moderno se produjeron más allá de los mares, en un mundo joven, rico de energía vital, de expansión ardiente, menos expuesta que la vieja Europa al espíritu de rutina y a los prejuicios del pasado. De allí las manifestaciones se esparcieron por todo el globo.
Esa elección fue profundamente sensata, pues la libre América era, en efecto, el ambiente más propicio para una obra de difusión y de renovación. Por eso allí se cuentan, hoy, veinte millones de “espiritualistas modernos”. Más, tanto de un lado del Atlántico como del otro, aunque con intensidades diferentes, las fases de progreso de la idea espirita ha sido idénticas.
En ambos los continentes, el estudio del magnetismo y de los fluidos había preparado a ciertos espíritus para la observación del Mundo Invisible.
Al principio se produjeron hechos extraños en todas partes, hechos de los cuales nadie se atrevía a hablar, sino en voz baja, en la intimidad. Después, poco a poco, se fue elevando de tono. Sabios, hombres de talento, cuyos nombres son garantía de honorabilidad y de sinceridad, se atrevieron a hablar de esos hechos en voz alta, afirmándolos.
Se habló del hipnotismo, de sugestión; después, vino la telepatía, los casos de levitación y todos los fenómenos del Espiritismo. Se agitaban mesas en loca rotación; se descolocaban objetos, sin ningún contacto, resonaban golpes en las paredes y en los muebles. Todo un conjunto de hechos se producían; manifestaciones vulgares en apariencia, más perfectamente adaptadas a las exigencias del medio terrestre, al estado de espíritu positivo y escéptico de las sociedades modernas.
El fenómeno hablaba a los sentidos, porque los sentidos son como aberturas por donde el hecho penetra hasta el entendimiento.
Las impresiones producidas en el organismo despiertan sorpresas, incitan a la búsqueda, y conducen a la convicción. De ahí el encadenamiento de los hechos, la marcha ascendente de los fenómenos.
Con efecto, después de una primera fase material y grosera, las manifestaciones tomaron un aspecto nuevo. Los golpes se hicieron más regulares y se convirtieron en un medio de comunicación inteligente y consciente, se divulgo la escritura mecánica.
Las posibilidades de establecer relación entre el mundo visible y el invisible apareció como un hecho inmenso, derrumbando las ideas heredadas, derrumbando las enseñanzas habituales, más abriendo sobre la vida futura una salida que el hombre no se atrevía aun a transponer, deslumbrado por las perspectivas que a el se presentaban.
Al mismo tiempo que se propagaba, el Espiritismo veía numerosas oposiciones levantarse contra sí. Como todas las ideas nuevas, tuvo que enfrentar el menosprecio, la calumnia, la persecución moral.
Tal como el Cristianismo, en su comienzo fue sobrecargado de amargura y de injurias. Siempre acontece así. Cuando nuevos aspectos de la verdad aparecen a los hombres, siempre provocan asombro, desconfianza, hostilidad.
Es fácil comprenderlo. La humanidad agotó las viejas formas de pensamiento y de creencia; y cuando formas inesperadas de la verdad se revelan, no parecen corresponder mucho al antiguo ideal, que está debilitado, más no muerto.
Por eso necesita de un periodo bastante largo de estudio, de reflexión, de incubación, para que la nueva idea abra camino en la opinión. De ahí las luchas, las dudas, los sufrimientos de la primera hora.
Se rio mucho de las formas que tomaba el Nuevo Espiritualismo. Los poderes invisibles, que velan sobre la humanidad, son los mejores jueces que en los medios de acción y de adiestramiento que conviene adoptar, según los tiempos y los ambientes, para hacer que el hombre tome conciencia de su papel y de su destino, sin, por eso, trabar su libre albedrio. Porque esto es lo esencial: que la libertad del hombre quede intacta.
La Voluntad Superior sabe ajustarse a las necesidades de una época, de una raza, y a las nuevas formas de la eterna revelación.
Ella suscita, en el seno de las sociedades, los pensadores, los experimentadores, los sabios que indicaran el camino a seguir y colocaran los primeros marcos. Su obra se desarrolla lentamente. Los resultados son, al principio, débiles, insensibles, más la idea penetra poco a poco en las inteligencias. El movimiento, por ser imperceptible, no es, por si, menos seguro y profundo.
En nuestra época, la Ciencia se alego en dueña y soberana, en directora del movimiento intelectual. Cansada de las especulaciones metafísicas y de los dogmas, la humanidad reclamaba pruebas sensibles, bases solidas sobre las cuales pudiese asentar sus convicciones.
Se hacia el estudio experimental, la observación de los hechos, como una tabla de salvación. De ahí el gran criterio de los hombres de la Ciencia, en la actualidad . por eso la revelación adquirió un carácter científico. Con hechos materiales, se llamó la atención de los hombres que se habían materializado.
Los fenómenos misteriosos, que se hallaban diseminados en la Historia, se renovaron y se multiplicaron a nuestro alrededor, se sucedieron en orden progresivo, que parece indicar un plan preconcebido, para ejecución de un pensamiento, de una voluntad.
A la medida que el Nuevo Espiritualismo ganaba terreno, los fenómenos se iban transformando. Las manifestaciones, groseras al comienzo, se perfeccionaban, transformándose en un carácter más elevado. Ciertos médiums recibían por medio de la escritura de una forma mecánica o intuitiva, mensajes, inspiraciones de fuente extraña. Instrumentos musicales tocaban solitos.
Se oían voces y cantos: penetrantes melodías parecían bajar del cielo y turbaban en ánimo de los más incrédulos. La escritura directa aparecía en el interior de losas yuxtapuestas y lacradas.
Los fenómenos de incorporación permitían a los muertos poseer el organismo de un médium adormecido, y conversar con quien habían conocido en la Tierra.
Gradualmente, y como consecuencia de un desenvolvimiento calculado, aparecían los médiums videntes, parlantes, curadores.
En fin, los habitantes del espacio, revistiéndose de envoltorios temporales, venían a reunirse con los humanos, viviendo, por unos instantes, su vida material y terrestre, dejándose ver, tocar, fotografiar, dando impresiones de sus manos y de sus rostros y desvaneciéndose luego para proseguir su vida etérea.
Así es que se han producido una serie de hechos, durante más de medio siglo, desde los más inferiores y vulgares hasta los más sutiles, según el grado de elevación de las inteligencias que intervienen; todo un orden de manifestaciones se desarrollo bajo la mirada atenta de observadores.
Por eso, a pesar de las dificultades de experimentación, a pesar de los casos de fraudes y de los modos de exploración, en que esos hechos sirvieron muchas veces de pretexto, la aprensión y la desconfianza se atenuaron paulatinamente, y el número de investigadores creció.
Hace casi cincuenta años, en todos los países, el fenómeno espirita ha sido objeto de frecuentes investigaciones emprendidas y dirigidas por comisiones científicas. Sabios escépticos, profesores celebres de todas las grandes universidades del mundo, sometieron esos hechos a un examen profundo y riguroso. Su atención primera fue siempre esclarecer lo que ellos creían tratarse del resultado de engaños deliberados o de alucinaciones. Más casi todos, después de años de estudio concienzudos y de experimentaciones perseverantes, abandonaron sus prevenciones y sus incredulidades, y se inclinaron ante la realidad de los hechos.
Las manifestaciones espiritas, comprobadas por millares de personas en todos los puntos del globo, demostraron que, a nuestro alrededor, se agita un mundo invisible, un mundo donde viven, en estado fluídico, aquellos que nos procedieron en la Tierra, que lucharon y sufrieron, y que constituyen, más allá de la muerte, una segunda humanidad.
El Nuevo Espiritualismo se presenta hoy con un acompañamiento de pruebas y un conjunto de testimonios tan imponentes, que ya no es posible la duda para los investigadores de la buena fe. Esto mismo expresaba el profesor Challis, de la Universidad de Cambridge, en los siguientes términos.
“Los atestados han sido tan abundantes y tan perfectos, los testimonios han venido de tantas fuentes independientes entre si y de un número tan grande de testimoniar, que se hace necesario o admitir las manifestaciones tal como se nos presentan, o renunciar a la posibilidad de atestar, por un testimonio humano, cualquier hecho que sea.”
Por esa razón, el movimiento de propagación se fue acentuando cada vez más.
En el momento actual, estamos asistiendo a un verdadero florecimiento de las ideas espiritas. La creencia en el Mundo Invisible se extendió por sobre toda la faz de la Tierra. Por todas partes, el Espiritismo tiene sus sociedades de experimentación, sus divulgadores, sus periódicos.
Aunque la filosofía, en sus más atrevidas especulaciones ha conseguido elevarse a la concepción de otro mundo de existencia, después de la muerte del cuerpo, la ciencia humana, no obstante, no había logrado, experimentalmente, la certeza del hecho en sí.
El valor del Espiritismo consiste, precisamente, en proporcionarnos esas bases experimentales, probándonos la posibilidad de la comunicación entre los vivos y las inteligencias que vivieron entre nosotros de transponer el umbral de la vida invisible. Esas almas pudieron dar, en ciertos casos, la demostración de su identidad y de su estado de conciencia.
Para no citar sino un caso entre mil: el doctor Richard Hodgson, fallecido en diciembre de 1906, se comunico después con su amigo J. Hislop, profesor de la Universidad de Colombia, entrando en minuciosos detalles, acerca de las experimentaciones y trabajos realizados por la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, de cuya sección americana era presidente.
Explico cómo tendrían que dirigirlos, probando su identidad con todos esos pormenores. Esas comunicaciones se transmitirán por intermedio de diferentes médiums, que no se conocían entre si, sirviendo de mutua confirmación. En ellas se reconocen las palabras y las frases familiares el comunicante durante su vida.
Aunque el inicio del Espiritismo ha sido difícil y su marcha, lenta llena de obstáculos, hay casi veinte años el conquisto derecho de ciudadanía. Se convirtió en una verdadera ciencia y, en cierto tiempo, en un cuerpo de doctrina, una filosofía general de la vida y del destino, cimentada en un conjunto imponente de pruebas experimentales a las cuales, a cada día, se agregan hechos nuevos.
Esa ciencia, esa doctrina, nos han demostrado, cada vez mejor, la realidad de un mundo invisible, inconmensurable, poblado de seres vivientes, que hasta ahora habían pasado desapercibidos a nuestros sentidos. Nuevos horizontes se nos abrieron. La perspectiva de nuestros destinos se nos amplió.
Nosotros mismos pertenecemos, por una parte de nuestro ser – la más importante – a ese Mundo Invisible, que se revela cada día más a los observadores atentos.
Los casos de telepatía, los fenómenos de desdoblamiento, las exteriorizaciones de personas vivas, las apariciones a distancia, tantas veces descritas por F. Myers, C. Flammarión, Charles Richet, Dr., Dariex, Dr. Maxwell, etc., lo demuestran experimentalmente. Las actas de la Sociedad para la Investigación Psíquica en Londres, son ricos en hechos de este tipo.
Los espiritistas creen que esa parte invisible, imponderable de nuestro ser, registró inalterable de nuestras facultades, de nuestro “yo” consciente, en una palabra, lo que los creyentes de todas las religiones llamaron “alma”, sobrevive a la muerte. Prosigue su evolución, en el transcurrir del tiempo y del espacio, hasta estados siempre mejores y más iluminados a través de rayos de justicia, de verdad y de amor. Esa alma, ese “yo” consciente, tiene como envoltorio indestructible, como vehículo, un cuerpo fluídico, envoltorio del cuerpo humano, formado de materia sutil, radiante, invisible, sobre el cual la muerte no tiene acción alguna.
Nos hallamos aquí en presencia de una teoría, de una concepción susceptible de reconciliar las doctrinas materialistas y espiritualistas, que durante tanto tiempo se combatieron sin poder derrumbarse, ni destruir mutuamente.
El alma ya no sería una vaga abstracción, más si un centro de fuerza y de vida, inseparable de su forma sutil, imponderable, aunque aun material.
Hay en ella una base positiva para las esperanzas y las aspiraciones elevadas de la humanidad. Todo no termina con esta vida: el ser, indefinidamente perfectible, recoge en su estado psíquico – que sin cesar se refina – el fruto del trabajo, las obras, los sacrificios de todas sus existencias.
Los dolores, el grito de llamada que se eleva para el cielo, desde las profundidades de la humanidad, no quedan sin respuesta.
Aquellos que vivieron entre nosotros, y que continúan en el espacio su evolución indefinida, bajo formas más etéreas, no se desinteresan de nuestros sacrificios y de nuestras lágrimas.
Desde las alturas de la vida universal caen, sin cesar, sobre la humanidad, corrientes de fuerza e inspiración. De allí proceden los relámpagos del genio; de allí los soplos poderosos que pasan sobre las multitudes en las horas decisivas; de allí el consuelo para los que sucumben bajo la pesada carga de la existencia.
Un lazo misterioso une lo visible al invisible.
Nuestro destino se desenvuelve sobre la cadena grandiosa de los mundos y se traduce en aumentos graduales de vida, de inteligencia y de sensibilidad.
Más, el estudio del universo oculto no se hace sin dificultades. Allá, como aquí, el bien y el mal, la verdad y el error se mezclan según el grado de evolución de los espíritus con los cuales entramos en relación.
Por eso es necesario abordar el terreno de la experimentación con una prudencia extremada, después de estudios teóricos suficientes.
El Espiritismo es la ciencia que regula esas relaciones y nos enseña a conocer, a atraer, a utilizar las fuerzas benéficas del Mundo Invisible; a separar las malas influencias y, al mismo tiempo, a desarrollar los poderes escondidos, las facultades ignoradas que duermen en el fondo de todo ser humano.
“Del Libro “Espíritu y Mediums”
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