Por Mercedes Cruz
¿Te gustarla ir al Cielo?
¿Te imaginas como es el Cielo?
¿Donde piensas que esta?
Los espíritus son creados simples e ignorantes, pero con la actitud de adquirirlo todo y progresar, en virtud de su libre albedrío. Mediante el progreso, adquieren nuevos conocimientos y nuevas facultades, nuevas percepciones y por consiguiente, nuevos gozos desconocidos a los espíritus inferiores; ellos ven, sienten , oyen, y comprenden lo que los espíritus atrasados no pueden ni ver , ni sentir , ni comprender y ni oír.
La felicidad está en razón del progreso alcanzado; de tal forma que, de dos Espíritus, uno puede no ser tan feliz como el otro, únicamente porque no es tan avanzado intelectualmente y moralmente, sin que por ello tengan que estar cada uno, en un lugar distinto.
Aun estando ambos juntos, uno puede estar en tinieblas, mientras el otro resplandeciente. La felicidad de los Espíritus siendo inherente a las cualidades que poseen, la toman en todas las partes donde la encuentran, en la superficie de la Tierra, en medio de los encarnados o en el espacio.
El progreso del espíritu, es fruto de su propio trabajo. Ellos según la prisa que se den avanzan más o menos rápidamente. Y el progreso del hombre ha de ser moralmente y espiritualmente y en muy raros casos avanzan a la par. La felicidad suprema es atributo de los espíritus perfectos, puros.
La encarnación es necesaria para alcanzar el doble progreso, con la actividad que está obligado a desarrollar en el trabajo el espíritu progresa intelectualmente; y por la necesidad que los hombres tienen uno de los otros avanzan moralmente. La vida social es la piedra de las buenas y de las malas cualidades. El hombre de bien, con todas sus virtudes, o el ignorante con sus defectos tiene por móvil, por objetivo y por estimulo las relaciones del hombre con sus semejantes. El hombre que viviese solo, no habría vicios ni virtudes: si, por el aislamiento, se preserva del mal, anula el bien.
Una existencia corporal es un tiempo muy corto para que el hombre lo aprenda todo de todo, para que pueda adquirir todo el bien que le falta, y para que pueda despojarse de lo que hay de malo en el. Dios que es soberanamente justo y bueno, concede al espíritu del hombre tantas existencias como sean necesarias para alcanzar su perfección.
Cada existencia es, un paso adelante en el camino del progreso. La encarnación es inherente a la inferioridad de los Espíritus, los que traspasaron el limite y progresan en el mundo espiritual, o en mundos superiores que en nada se asemeja a la vida terrestre, no necesitan reencarnar, cuando lo hacen es voluntariamente, con el objetivo de ayudar a los encarnados y aceptan las vicisitudes y los sufrimientos por devoción.
Entre una y otra encarnación, en ese intervalo y por un tiempo más o menos largo, el espíritu entra en el mundo espiritual, donde es feliz o infeliz, según el bien o el mal que haya hecho.
El estado espiritual es el estado normal del espíritu, puesto que ese deberá ser su estado definitivo, el cuerpo espiritual no muere, y el estado corporal es transitorio y pasajero. Es en el espacio y en espíritu que se prepara para nuevas experiencias tomando resoluciones para practicarlas cuando esté de nuevo en la Tierra. También allí donde recoge los frutos de su progreso realizados gracias a la reencarnación.
El espíritu también progresa en la erraticidad; allí adquiere conocimientos especiales que no podría adquirir en la tierra; sus ideas se modifican. Tanto el estado espiritual, como el corporal son para el espíritu una fuente de dos progresos solidarios uno con el otro; por eso pasa alternativamente por esos dos modos de existencias.
La reencarnación puede ocurrir en la Tierra o en otros mundos. Unos son más avanzados que otros, recordemos que hay muchas moradas en la casa del Padre, la Tierra es uno de los menos avanzados, y solo pueden habitar esos mundos mejores espíritus que han llegado a un grado de adelanto superior, siendo más perfectos.
Ya vivir en esos mundos es una recompensa para el espíritu, pues la calidad de vida, es mejor, y están preservados de los males y de las vicisitudes que ocurren en la Tierra. El cuerpo del espíritu allí es más fluídico menos grosero, no están sujetos a las dolencias, ni a las enfermedades, ni a las mismas necesidades. En ellos no hay malos Espíritus están excluidos, los hombres viven en paz, ocupados en su evolución por el trabajo de su inteligencia. Allí reina la verdadera fraternidad, porque no hay egoísmo; verdadera igualdad, porque no hay orgullo; la verdadera libertad, porque no hay desorden que reprimir, ni ambiciosos procurando oprimir al débil. Esos mundos comparados con la Tierra son verdaderos paraísos.
A la medida que progresa el espíritu alcanza la felicidad, pero antes de alcanzar el punto culminante de la perfección, goza de una felicidad relativa a su progreso. Como los niños, siente la alegría de la primera edad, después las de la juventud y finalmente, las más solidad de la edad madura.
La felicidad de los Espíritus bienaventurados no consiste en la ociosidad contemplativa, que seria una fastidiosa inutilidad. La vida espiritual, al contrario, y en todos los grados, una constante actividad, pero una actividad exenta de fatigas. La suprema felicidad consiste en el goce de todos los esplendores de la creación, que nadie sabría describir, que la más fecunda imaginación no podría concebir; en el conocimiento y penetración de todas las cosas; en la ausencia de toda pena física y moral; en una satisfacción intima, una serenidad del alma que nada altera; en el amor puro que une a todos los seres, como resultado de la ausencia de toda ofensa por el contacto de los malos y por encima de todo, en la visión de Dios y en la comprensión de sus misterios revelados a los más dignos.
Los espíritus Puros son los Mesías o mensajeros de Dios para la transmisión y ejecución de sus voluntades; cumplen las grandes misiones presiden la formación de los mundos y a la armonía en general del Universo, responsabilidad gloriosa a la cual no se llega sino por la perfección. Los de orden más elevado son los únicos iniciados en los secretos de Dios, inspirándose de su pensamiento, del cual son los representantes directos.
Las tribulaciones de los Espíritus son proporcionales a su adelantamiento, a las luces que poseen, a sus capacidades, a su experiencia y al grado de confianza que inspiran al soberano Maestro. Allí nada de privilegios, nada de favores que no sea el precio del merito; todo es medido al peso de la estricta justicia.
Las misiones importantes son encomendadas solo a aquellos que Dios sabe que estad capacitados para cumplirlas. Bajo la mirada de Dios los mas dignos componen el consejo supremo, a los jefes superiores es atribuida la dirección de los torbellinos planetarios; a otros es conferida las de los mundos especiales; vienen enseguida en el orden de adelantamiento y subordinación jerárquica, las tribulaciones más restringidas de aquellos que están encargados en la marcha de los pueblos, en la protección de las familias y de los individuos, , en el impulso de cada rama del progreso, en las diversas operaciones de la Naturaleza, hasta en los más ínfimos detalles de la creación.
En todo ese vasto y armonioso conjunto, hay ocupaciones para todas las, todas alas aptitudes, todas las buenas voluntades; ocupaciones aceptadas con alegría, solicitadas con ardor, porque son un medio de adelantamiento para los espíritus que aspiran a elevarse.
Cada encarnado tiene su misión es deberes que cumplir, para el bien con sus semejantes, desde el padre de familia a quien le incumbe el cuidado de hacer progresar a sus hijos, hasta el hombre de genio que lanza en la sociedad nuevos elementos de progreso. En esas misiones secundarias que normalmente se encuentran flaquezas, prevaricaciones, renuncias, pero no perjudican sino al individuo y no al conjunto.
Todas las inteligencias concurren a la obra general, en cualquier grado al que hayan llegado, y cada uno a la medida de sus fuerzas; unas en estado de encarnación otras en estado de Espíritu. Por todas partes hay actividad, desde la base hasta lo alto de la escala, todas instruyéndose, ayudándose entre si, prestándose un apoyo mutuo, extendiéndose la mano para alcanzar el grado supremo.
La felicidad radica en las propias cualidades del individuo y no al estado material del medio donde se encuentra. Los espíritus felices no tienen un lugar circunscrito en el Universo. En cualquier lugar que se encuentren, los Espíritus Puros pueden contemplar la majestad Divina porque Dios está en todas partes.
La felicidad no es personal, si se poseyese solo en si mismo, si no se la pudiese compartir con los demás, seria egoísta y triste, por eso, esta en la comunión de pensamientos que une a los seres simpáticos. Los espíritu felices, atraídos unos a otros por semejanza de ideas, de gustos, de sentimientos, forman amplios grupos o familias homogenicas, en el seno de las cuales cada individualidad irradia sus propias cualidades y se penetra de los efluvios serenos y benéficos que emanan del conjunto, cuyos miembros se dispersan para ocuparse de sus misiones, o se reúnen en un punto cualquiera del espacio para dar a conocer el resultado de sus trabajos, o se juntan alrededor de un espíritu, de un orden más elevado para recibir sus conejos y sus instrucciones.
Aunque los espíritus estén por todas partes, los mundos son sedes donde ellos se reúnen, con preferencia en razón de la analogía que existen entre ellos y aquellos que los habitan. Alrededor de los mundos avanzados fluyen los Espíritus superiores; alrededor de los mundos atrasados pululan los espíritus inferiores. La Tierra es uno de estos últimos. Cada globo, tiene, pues, de alguna forma, su propia población en espíritus encarnados y desencarnados, que se alimenta, en su mayor parte por la encarnación y desencarnación de los mismos espíritus. Esa población es más estable en los mundos inferiores, donde los espíritus son más apegados a la materia, y más fluctuante en los mundos superiores. De los mundos superiores, focos de luz y prosperidad, los espíritus pasan hacia mundos inferiores, para sembrar allí los gérmenes del progreso, y llevar el consuelo y la esperanza, erguir ánimos abatidos por las pruebas de la vida y a veces se encarnan allí para cumplir su misión con mayor eficacia.
Llegamos a la conclusión que el cielo está por todas partes, nada lo cerca ni le sirve de limites; los mundos felices son las últimas estaciones de nuestro largo viaje que nos llevan a el; las virtudes franquean el camino; los vicios nos cierran el acceso.
¿Verdad que el Espiritismo engrandece las ideas y ensancha el pensamiento? La razón y la revelación de los espíritus y su concordancia con el progreso y la ciencia abren una visión sensata sobre el cielo.
Dios no nos dijo al principio toda la verdad, porque no teníamos ojos para ver, ni oídos para escuchar, al igual que a los niños no se les enseña las cosas de los mayores porque no las entenderían, Dios al principio no podía hacerse comprender con toda la verdad, por nuestra ignorancia, a medida que hemos ido despertando ha ido descubriendo lo que por nuestro estado podemos comprender y si nos afanamos en progresar más y más mucho más nos será dado por añadidura.
Pues como el alumno que aprueba el curso, si no le dan el material del siguiente para estudiarlo, no podrid pasarlo, ascender en sus estudios, así necesitamos nosotros poco a poco escalar la cima cuyo fin es llegar a Dios y a la perfección, a ser espíritu puro.
¿Te gustarla ir al Cielo?
¿Te imaginas como es el Cielo?
¿Donde piensas que esta?
Los espíritus son creados simples e ignorantes, pero con la actitud de adquirirlo todo y progresar, en virtud de su libre albedrío. Mediante el progreso, adquieren nuevos conocimientos y nuevas facultades, nuevas percepciones y por consiguiente, nuevos gozos desconocidos a los espíritus inferiores; ellos ven, sienten , oyen, y comprenden lo que los espíritus atrasados no pueden ni ver , ni sentir , ni comprender y ni oír.
La felicidad está en razón del progreso alcanzado; de tal forma que, de dos Espíritus, uno puede no ser tan feliz como el otro, únicamente porque no es tan avanzado intelectualmente y moralmente, sin que por ello tengan que estar cada uno, en un lugar distinto.
Aun estando ambos juntos, uno puede estar en tinieblas, mientras el otro resplandeciente. La felicidad de los Espíritus siendo inherente a las cualidades que poseen, la toman en todas las partes donde la encuentran, en la superficie de la Tierra, en medio de los encarnados o en el espacio.
El progreso del espíritu, es fruto de su propio trabajo. Ellos según la prisa que se den avanzan más o menos rápidamente. Y el progreso del hombre ha de ser moralmente y espiritualmente y en muy raros casos avanzan a la par. La felicidad suprema es atributo de los espíritus perfectos, puros.
La encarnación es necesaria para alcanzar el doble progreso, con la actividad que está obligado a desarrollar en el trabajo el espíritu progresa intelectualmente; y por la necesidad que los hombres tienen uno de los otros avanzan moralmente. La vida social es la piedra de las buenas y de las malas cualidades. El hombre de bien, con todas sus virtudes, o el ignorante con sus defectos tiene por móvil, por objetivo y por estimulo las relaciones del hombre con sus semejantes. El hombre que viviese solo, no habría vicios ni virtudes: si, por el aislamiento, se preserva del mal, anula el bien.
Una existencia corporal es un tiempo muy corto para que el hombre lo aprenda todo de todo, para que pueda adquirir todo el bien que le falta, y para que pueda despojarse de lo que hay de malo en el. Dios que es soberanamente justo y bueno, concede al espíritu del hombre tantas existencias como sean necesarias para alcanzar su perfección.
Cada existencia es, un paso adelante en el camino del progreso. La encarnación es inherente a la inferioridad de los Espíritus, los que traspasaron el limite y progresan en el mundo espiritual, o en mundos superiores que en nada se asemeja a la vida terrestre, no necesitan reencarnar, cuando lo hacen es voluntariamente, con el objetivo de ayudar a los encarnados y aceptan las vicisitudes y los sufrimientos por devoción.
Entre una y otra encarnación, en ese intervalo y por un tiempo más o menos largo, el espíritu entra en el mundo espiritual, donde es feliz o infeliz, según el bien o el mal que haya hecho.
El estado espiritual es el estado normal del espíritu, puesto que ese deberá ser su estado definitivo, el cuerpo espiritual no muere, y el estado corporal es transitorio y pasajero. Es en el espacio y en espíritu que se prepara para nuevas experiencias tomando resoluciones para practicarlas cuando esté de nuevo en la Tierra. También allí donde recoge los frutos de su progreso realizados gracias a la reencarnación.
El espíritu también progresa en la erraticidad; allí adquiere conocimientos especiales que no podría adquirir en la tierra; sus ideas se modifican. Tanto el estado espiritual, como el corporal son para el espíritu una fuente de dos progresos solidarios uno con el otro; por eso pasa alternativamente por esos dos modos de existencias.
La reencarnación puede ocurrir en la Tierra o en otros mundos. Unos son más avanzados que otros, recordemos que hay muchas moradas en la casa del Padre, la Tierra es uno de los menos avanzados, y solo pueden habitar esos mundos mejores espíritus que han llegado a un grado de adelanto superior, siendo más perfectos.
Ya vivir en esos mundos es una recompensa para el espíritu, pues la calidad de vida, es mejor, y están preservados de los males y de las vicisitudes que ocurren en la Tierra. El cuerpo del espíritu allí es más fluídico menos grosero, no están sujetos a las dolencias, ni a las enfermedades, ni a las mismas necesidades. En ellos no hay malos Espíritus están excluidos, los hombres viven en paz, ocupados en su evolución por el trabajo de su inteligencia. Allí reina la verdadera fraternidad, porque no hay egoísmo; verdadera igualdad, porque no hay orgullo; la verdadera libertad, porque no hay desorden que reprimir, ni ambiciosos procurando oprimir al débil. Esos mundos comparados con la Tierra son verdaderos paraísos.
A la medida que progresa el espíritu alcanza la felicidad, pero antes de alcanzar el punto culminante de la perfección, goza de una felicidad relativa a su progreso. Como los niños, siente la alegría de la primera edad, después las de la juventud y finalmente, las más solidad de la edad madura.
La felicidad de los Espíritus bienaventurados no consiste en la ociosidad contemplativa, que seria una fastidiosa inutilidad. La vida espiritual, al contrario, y en todos los grados, una constante actividad, pero una actividad exenta de fatigas. La suprema felicidad consiste en el goce de todos los esplendores de la creación, que nadie sabría describir, que la más fecunda imaginación no podría concebir; en el conocimiento y penetración de todas las cosas; en la ausencia de toda pena física y moral; en una satisfacción intima, una serenidad del alma que nada altera; en el amor puro que une a todos los seres, como resultado de la ausencia de toda ofensa por el contacto de los malos y por encima de todo, en la visión de Dios y en la comprensión de sus misterios revelados a los más dignos.
Los espíritus Puros son los Mesías o mensajeros de Dios para la transmisión y ejecución de sus voluntades; cumplen las grandes misiones presiden la formación de los mundos y a la armonía en general del Universo, responsabilidad gloriosa a la cual no se llega sino por la perfección. Los de orden más elevado son los únicos iniciados en los secretos de Dios, inspirándose de su pensamiento, del cual son los representantes directos.
Las tribulaciones de los Espíritus son proporcionales a su adelantamiento, a las luces que poseen, a sus capacidades, a su experiencia y al grado de confianza que inspiran al soberano Maestro. Allí nada de privilegios, nada de favores que no sea el precio del merito; todo es medido al peso de la estricta justicia.
Las misiones importantes son encomendadas solo a aquellos que Dios sabe que estad capacitados para cumplirlas. Bajo la mirada de Dios los mas dignos componen el consejo supremo, a los jefes superiores es atribuida la dirección de los torbellinos planetarios; a otros es conferida las de los mundos especiales; vienen enseguida en el orden de adelantamiento y subordinación jerárquica, las tribulaciones más restringidas de aquellos que están encargados en la marcha de los pueblos, en la protección de las familias y de los individuos, , en el impulso de cada rama del progreso, en las diversas operaciones de la Naturaleza, hasta en los más ínfimos detalles de la creación.
En todo ese vasto y armonioso conjunto, hay ocupaciones para todas las, todas alas aptitudes, todas las buenas voluntades; ocupaciones aceptadas con alegría, solicitadas con ardor, porque son un medio de adelantamiento para los espíritus que aspiran a elevarse.
Cada encarnado tiene su misión es deberes que cumplir, para el bien con sus semejantes, desde el padre de familia a quien le incumbe el cuidado de hacer progresar a sus hijos, hasta el hombre de genio que lanza en la sociedad nuevos elementos de progreso. En esas misiones secundarias que normalmente se encuentran flaquezas, prevaricaciones, renuncias, pero no perjudican sino al individuo y no al conjunto.
Todas las inteligencias concurren a la obra general, en cualquier grado al que hayan llegado, y cada uno a la medida de sus fuerzas; unas en estado de encarnación otras en estado de Espíritu. Por todas partes hay actividad, desde la base hasta lo alto de la escala, todas instruyéndose, ayudándose entre si, prestándose un apoyo mutuo, extendiéndose la mano para alcanzar el grado supremo.
La felicidad radica en las propias cualidades del individuo y no al estado material del medio donde se encuentra. Los espíritus felices no tienen un lugar circunscrito en el Universo. En cualquier lugar que se encuentren, los Espíritus Puros pueden contemplar la majestad Divina porque Dios está en todas partes.
La felicidad no es personal, si se poseyese solo en si mismo, si no se la pudiese compartir con los demás, seria egoísta y triste, por eso, esta en la comunión de pensamientos que une a los seres simpáticos. Los espíritu felices, atraídos unos a otros por semejanza de ideas, de gustos, de sentimientos, forman amplios grupos o familias homogenicas, en el seno de las cuales cada individualidad irradia sus propias cualidades y se penetra de los efluvios serenos y benéficos que emanan del conjunto, cuyos miembros se dispersan para ocuparse de sus misiones, o se reúnen en un punto cualquiera del espacio para dar a conocer el resultado de sus trabajos, o se juntan alrededor de un espíritu, de un orden más elevado para recibir sus conejos y sus instrucciones.
Aunque los espíritus estén por todas partes, los mundos son sedes donde ellos se reúnen, con preferencia en razón de la analogía que existen entre ellos y aquellos que los habitan. Alrededor de los mundos avanzados fluyen los Espíritus superiores; alrededor de los mundos atrasados pululan los espíritus inferiores. La Tierra es uno de estos últimos. Cada globo, tiene, pues, de alguna forma, su propia población en espíritus encarnados y desencarnados, que se alimenta, en su mayor parte por la encarnación y desencarnación de los mismos espíritus. Esa población es más estable en los mundos inferiores, donde los espíritus son más apegados a la materia, y más fluctuante en los mundos superiores. De los mundos superiores, focos de luz y prosperidad, los espíritus pasan hacia mundos inferiores, para sembrar allí los gérmenes del progreso, y llevar el consuelo y la esperanza, erguir ánimos abatidos por las pruebas de la vida y a veces se encarnan allí para cumplir su misión con mayor eficacia.
Llegamos a la conclusión que el cielo está por todas partes, nada lo cerca ni le sirve de limites; los mundos felices son las últimas estaciones de nuestro largo viaje que nos llevan a el; las virtudes franquean el camino; los vicios nos cierran el acceso.
¿Verdad que el Espiritismo engrandece las ideas y ensancha el pensamiento? La razón y la revelación de los espíritus y su concordancia con el progreso y la ciencia abren una visión sensata sobre el cielo.
Dios no nos dijo al principio toda la verdad, porque no teníamos ojos para ver, ni oídos para escuchar, al igual que a los niños no se les enseña las cosas de los mayores porque no las entenderían, Dios al principio no podía hacerse comprender con toda la verdad, por nuestra ignorancia, a medida que hemos ido despertando ha ido descubriendo lo que por nuestro estado podemos comprender y si nos afanamos en progresar más y más mucho más nos será dado por añadidura.
Pues como el alumno que aprueba el curso, si no le dan el material del siguiente para estudiarlo, no podrid pasarlo, ascender en sus estudios, así necesitamos nosotros poco a poco escalar la cima cuyo fin es llegar a Dios y a la perfección, a ser espíritu puro.
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