Revista Espírita, diciembre de 1858
Siendo la mujer más finamente diseñada que el hombre, indica naturalmente un alma más delicada; así es que, en los medios semejantes, en todos los mundos, la madre será siempre más bonita que el padre; porque es ella la primera que ve el niño; es para la figura angélica de una joven que la criatura vuelve sus ojos sin cesar; es por la madre que la criatura calma su llanto, apoya sus bracitos, aun débiles e inseguro. La criatura tiene, pues, una intuición natural de lo bello.
La mujer, sobretodo, se sabe hacer notar por la delicadeza de sus pensamientos, la gracia de sus gestos, la pureza de sus palabras; todo lo que viene de ella se debe armonizar con su persona, que Dios creó bella.
Sus largos cabellos, que ondean sobre su pescuezo, son la imagen de la dulzura, y de la facilidad con la cual su cabeza se dobla sin que se rompa bajo la prueba. Reflejan la luz de los soles, como el alma de la mujer debe reflejar la más pura luz de Dios. jóvenes, dejad vuestros cabellos fluctuar; Dios los creo para eso: pareceréis, al mismo tiempo, más naturales y más ornadas.
La mujer debe ser sencilla en su vestuario; ella salió bastante bella de la mano del Creador para no tener necesidad de adornos. Que el blanco y el azul se casen sobre vuestros hombros. Dejad también fluctuar vuestros vestidos; que vuestros vestidos sean vistos extendidos por detrás en una larga capa de gasa, como una leve nube indicando que aun hace poco estuviste ahí. Más que fueron en efecto, el vestuario, la belleza, los cabellos ondulados o fluctuantes, asidos o apretados, sin la sonrisa tan dulce de las madres y de las amantes no brillarían vuestros labios! ¡Si vuestros ojos siembran la bondad, la caridad, la esperanza en las lágrimas de alegría que dejan correr, en los relámpagos que chorrean de ese brasero de amor desconocido!
Mujeres, no temáis arrebatar a los hombres por vuestra belleza, por vuestra gracia, por vuestra superioridad; más que los hombres sepan que, para ser dignos de vosotras, es preciso que sean tan grandes como sois de bellas, tan sabios como sois de buenas, tan instruidos cuanto sois de ingenuas y sencillas. Es preciso que ellos sepan que deben mereceros, que sois el precio de la virtud y de la honra; no de esa honra que se cubre con un capacete, y de un escudo, y brilla en las luchas y en los torneos, el pie sobre la frente de un enemigo caído; no, más si en la honra según Dios.
Hombres, sed útiles, y cuando los pobres bendijeran vuestro nombre, las mujeres serán vuestras iguales; formareis entonces un todo; seréis la cabeza y las mujeres serán el corazón; seréis el pensamiento bendecido, y las mujeres serán las manos liberales. Uníos, más no solo por el amor, más también por el bien que podréis hacer los dos. Que esos buenos pensamientos y esas buenas acciones, realizadas por dos corazones amantes, sean los anillos de esa cadena de oro y de diamantes que se llama casamiento y, entonces, cuando los anillos fueran bastantes numerosos, Dios os llamará para junto a El, continuar juntando, los anillos anteriores, más en la Tierra los anillos eran de un metal pesado y frio, en el cielo serán de luz y de fuego.
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Siendo la mujer más finamente diseñada que el hombre, indica naturalmente un alma más delicada; así es que, en los medios semejantes, en todos los mundos, la madre será siempre más bonita que el padre; porque es ella la primera que ve el niño; es para la figura angélica de una joven que la criatura vuelve sus ojos sin cesar; es por la madre que la criatura calma su llanto, apoya sus bracitos, aun débiles e inseguro. La criatura tiene, pues, una intuición natural de lo bello.
La mujer, sobretodo, se sabe hacer notar por la delicadeza de sus pensamientos, la gracia de sus gestos, la pureza de sus palabras; todo lo que viene de ella se debe armonizar con su persona, que Dios creó bella.
Sus largos cabellos, que ondean sobre su pescuezo, son la imagen de la dulzura, y de la facilidad con la cual su cabeza se dobla sin que se rompa bajo la prueba. Reflejan la luz de los soles, como el alma de la mujer debe reflejar la más pura luz de Dios. jóvenes, dejad vuestros cabellos fluctuar; Dios los creo para eso: pareceréis, al mismo tiempo, más naturales y más ornadas.
La mujer debe ser sencilla en su vestuario; ella salió bastante bella de la mano del Creador para no tener necesidad de adornos. Que el blanco y el azul se casen sobre vuestros hombros. Dejad también fluctuar vuestros vestidos; que vuestros vestidos sean vistos extendidos por detrás en una larga capa de gasa, como una leve nube indicando que aun hace poco estuviste ahí. Más que fueron en efecto, el vestuario, la belleza, los cabellos ondulados o fluctuantes, asidos o apretados, sin la sonrisa tan dulce de las madres y de las amantes no brillarían vuestros labios! ¡Si vuestros ojos siembran la bondad, la caridad, la esperanza en las lágrimas de alegría que dejan correr, en los relámpagos que chorrean de ese brasero de amor desconocido!
Mujeres, no temáis arrebatar a los hombres por vuestra belleza, por vuestra gracia, por vuestra superioridad; más que los hombres sepan que, para ser dignos de vosotras, es preciso que sean tan grandes como sois de bellas, tan sabios como sois de buenas, tan instruidos cuanto sois de ingenuas y sencillas. Es preciso que ellos sepan que deben mereceros, que sois el precio de la virtud y de la honra; no de esa honra que se cubre con un capacete, y de un escudo, y brilla en las luchas y en los torneos, el pie sobre la frente de un enemigo caído; no, más si en la honra según Dios.
Hombres, sed útiles, y cuando los pobres bendijeran vuestro nombre, las mujeres serán vuestras iguales; formareis entonces un todo; seréis la cabeza y las mujeres serán el corazón; seréis el pensamiento bendecido, y las mujeres serán las manos liberales. Uníos, más no solo por el amor, más también por el bien que podréis hacer los dos. Que esos buenos pensamientos y esas buenas acciones, realizadas por dos corazones amantes, sean los anillos de esa cadena de oro y de diamantes que se llama casamiento y, entonces, cuando los anillos fueran bastantes numerosos, Dios os llamará para junto a El, continuar juntando, los anillos anteriores, más en la Tierra los anillos eran de un metal pesado y frio, en el cielo serán de luz y de fuego.
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