Por Dora Incontri
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La mediúmnidad es una abertura en la percepción de nosotros mismos y del otro. Bien cultivada, asentada sobre el desenvolvimiento de valores morales sólidos, ella nos pone en estado de lucidez permanente. Es posible captar mejor quien somos, por las intuiciones más o menos claras de nuestro pasado espiritual, por las ideas de nuestro yo integral. Se sabe que la conciencia del Espíritu fuera del cuerpo es siempre mayor que la conciencia sumergida en la materia. Más allá de la posibilidad de comunicarnos con otras mentes, la mediúmnidad no es la abertura para si, el acceso al propio yo. Dice J. Herculano Pires: “La mediúmnidad no es apenas una comunicación con los Espíritus. Ella es la comunicación plena, abierta para las relaciones sociales y para las relaciones espirituales. En estos capítulos, figura en destaque, por la importancia que asume en nuestro comportamiento individual y social, la actividad mediúmnica interior, en la que la esencia divina del hombre se comunica con su esencia humana. Es ese el más bello acto mediúmnico, el fenómeno más significativo de la mediúmnidad, aquel que más distintamente nos revela nuestra inmortalidad personal.” (Pires. J. Herculano. Mediúmnidad, Vida y Comunicación, San Pablo: Paideia, 2004, p121.)
Ese tipo de percepción más lúcida de la existencia y de la posibilidad de acceso - incluso en la forma de la intuición - el bagaje de todo nuestro ser, puede ser cultivada, por la elevación de pensamiento, por la oración y por un estado mental de alerta y observación. Vivir mediúmnicamente, así, es estar más cuerdo, menos condicionado a las limitaciones de la materia.
Y ese sentido, de percepción no aumenta apenas en relación a nosotros mismos, más también a los otros, a las relaciones humanas, a las circunstancias de la vida. La mediúmnidad es también la capacidad de captar con mayor precisión o tenor vibratorio que los que nos rodean (encarnados y desencarnados), conocer sus situaciones, con cierto grado de certeza, y ver el estado espiritual del ser, tras las mascaras sociales.
El médium bien afinado puede percibir las fuerzas positivas y negativas de un dado ambiente e identificarlas después de cierto análisis. De ese modo, puede situarse mejor en el laberinto de las situaciones y de las personas y disponer de más elementos para actuar correctamente.
Hasta ahora, nos estamos refiriendo al plano de la intuición y de la percepción extra-sensorial, ósea, a la mediúmnidad usada por el propio dueño, como instrumento de captación de lo real. Más también debemos recordar la mediúmnidad activa, en la que Espíritus desencarnados usan al médium, para comunicarse con los vivos. Entonces, las relaciones humanas se extienden más claramente más allá de las barreras de la carne. El médium es vehículo – nunca pasivo – del dialogo entre los dos mundos.
En esa ocasión, se le presenta una oportunidad estimulante de entrar en una mente ajena. El acto mediúmnico, principalmente el de la psicografia o el de la psicofonía, es siempre una unión telepática, una sintonía momentánea de dos inteligencias. Al recibir, por tanto, a un Espíritu, obsesor o iluminado, un sufridor o un maestro de la Espiritualidad, la mente del médium como se ve apropiada por la mente del desencarnado. Al final de años de mediúmnidad activa, el médium guardará un archivo mental fascinante de personalidades – que conoció más íntimamente. Cada ser es único en el universo y la singularidad humana es una de las facetas más ricas de la Creación. Y el médium tiene el privilegio de vivenciar telepáticamente otras singularidades (que están por encima o por debajo de su grado evolutivo), más todas ellas portadoras de experiencias y únicos sentimientos.
Si él supiera aprovechar bien ese manantial de estudios psicológicos, el aumentará su capacidad de comprender al ser humano y aun mismo su capacidad de amarlo – pues siempre podrá constatar, aun mismo en las conciencias más criminales, la centella divina, el germen del amor universal, el ansia de la perfección, que están latentes en todos los seres.
Condiciones éticas de la mediúmnidad
Kardec dedico un capítulo entero del Libro de los Mediums a la cuestión de la “Influencia moral del médium”, (Cap. XX), estudiando las condiciones éticas, necesarias para la práctica mediúmnica. Es bien verdad que la capacidad mediúmnica es independiente del grado de moralidad del médium. Más no se da lo mismo en cuanto a los resultados y en cuanto al uso de esa capacidad.
Dividamos esa cuestión en tres partes:
1)El compromiso serio del auto-perfeccionamiento del médium y la posesión de ciertos valores morales básicos facilitan la comunicación con los Espíritus Superiores y garantizan su protección constante, no por una cuestión de privilegios, más si por una afinidad vibratoria natural entre los que hacen el Bien y el médium que está procurando el Bien. De hecho, la propia lucidez para discernir a los Espíritus y las situaciones dependen de una sintonía fina, que solo se alcanza mediante la elevación de sentimientos y la serenidad existencial. Quien se rinde al orgullo, es fácilmente mistificado por los Espíritus calculadores y dominadores. Quien se rinde a la sensualidad desenfrenada procura comparsas en el plano espiritual, que le acompañen las preferencias. Estamos, por todas partes, buscando las compañías que deseamos, de acuerdo con nuestras actitudes, palabras y pensamientos. Por eso, la moralización del médium es el mejor camino para que sus acompañantes espirituales - o la nube de testigos, a la que se refería Pablo- sean también moralizados. Es evidente que esa moralización está lejos de significar la adopción de actitudes de fachada, de voz mansa, humildad pretensiosa y santidad forzada. El médium es un ser humano normal y debe actuar con naturalidad y buen sentido. Actitud ética es firmeza de principios y aplicación en la propia mejoría y no pretensión a la santidad.
2) Sin embargo no basta la intención seria. Es preciso cierto equilibrio emocional, para que la mediúmnidad fluya como debe, en su ejercicio existencial. El médium es invadido diariamente por avalanchas de emociones inesperadas, venidas de todas partes. Puede captar la depresión de alguien, la irritación de otros, la obsesión de terceros… más allá del ataque de sus propios enemigos espirituales, ligados a su pasado o adversarios gratuitos de su tarea. Si el mismo no estuviera centrado en sí, si no poseyera un reducto íntimo de serenidad y usar a cada instante las armas de la oración y de la vigilancia, acabará siendo llevado al ruedo. Por eso, al mismo tiempo que la mediúmnidad propicia el auto-conocimiento, es preciso que el médium esté constantemente analizándose a sí mismo, para lo que es suyo y lo que viene de fuera y saber
3) El encajamiento del médium en un proceso de auto-educación significa también que él usará sus potencialidades psíquicas de forma responsable y benéfica. El Libro de los Mediums habla de “desear el bien y repeler el orgullo y el egoísmo.” (Cap. XX, ítem 226, n. 11). Ahora, el uso responsable de la mediúmnidad presupone el abandono de todo interés personal y eso engloba dinero, poder, fama o aun mismo retribución psíquica y afectiva. Es importante frisar ese aspecto, porque la tentación diaria a la que el médium se ve sometido es muy grande. Dado el atavismo milenario de la humanidad de procurar gurús y aferrarse a los chamanes, oráculos y lectores de la suerte, existe la tendencia de proyectarse esas ansias de dependencia para los mediums contemporáneos – y algunos se complacen en eso. por el hecho de poseer un conocimiento más preciso de dadas situaciones o personas o mismo del pasado y del futuro, ese conocimiento muchas veces es usado como medio para mantener a los otros en dependencia psíquica o en estado de idolatría. El médium y su cliente entran en un juego de vampirismo mutuo, en el que el primero se alimenta de la adoración servir y el segundo se vicia en las orientaciones y consejos para su vida particular. Por tanto, una relación de poder, en el que el orgullo y el egoísmo entran como actores principales. Para evitar ese tipo de des virtud en las relaciones sociales mediúmnicos, proponemos algunos cuidados para reflexión de los médiums y de los espiritas en general:
No todo lo que se percibe debe ser dicho. Es preciso considerar las circunstancias, las personas y las situaciones. El médium puede ayudar con consejos, oraciones y acciones concretas, más no debe interferir en la libertad ajena.
Es preciso evitar los lazos de dependencia. Si es observado algún trazo de fanatismo o idolatría entre aquellos conviven con el médium, alertarlos y llamar la atención por el hecho de que nadie es infalible. Si fuera preciso, usar de la franqueza contundente para apartar la adulación, en vez de incentivarla con el acogimiento del lodo. Mejor la humildad ruda que la vanidad sonriente.
Usar la mediúmnidad siempre en sentido educacional. A través de ella, podemos consolar, aliviar, curar, orientar moralmente, más jamás debemos satisfacer curiosidades, interferir en la vida ajena, trazar directrices impositivas o dejar a las personas perplejas, asustadas o confusas con informaciones que aun ellas no pueden digerir.
El médium no debe hacer de la mediúmnidad su única actividad en la vida (aun mismo obedeciendo a la Ética espirita de la mediúmnidad gratuita), mas si debe dedicarse a varias actividades y desenvolver diversas potencialidades para apartarse del fanatismo y ser una persona integral.
Si el médium construyera un liderazgo personal en un dado ambiente, que ese liderazgo no sea basado en la mediúmnidad. Dice El Libro de los Mediums que “un médium es un instrumento que, como individuo, importa muy poco” (Cap. XX, ítem 226, n.5. Obsérvese que Kardec, en la mayoría de las veces, ni revelaba el nombre de los médiums que actuaban en la Sociedad Parisiense de Estudios Espiritas. Al contrario, en Brasil, liderazgos con construidos con fundamento en la mediúmnidad. El valor del líder debe estar en el propio líder no en el hecho de él servir de intermediario entre dos mundos. Un líder puede ser médium, más no debería ser líder por ser médium.
Es preciso siempre y en todo conservar la autonomía de juzgamiento. Los Espíritus pueden trazarnos ideas, orientaciones; los médiums pueden vislumbrar algo por medio de una percepción extra física, más el juzgamiento y la acción caben al hombre encarnado, que está en la Tierra justamente para desenvolverse, usando su libertad de pensar y de actuar y al final construir a si mismo.
Traducido por M. C. R.
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La mediúmnidad es una abertura en la percepción de nosotros mismos y del otro. Bien cultivada, asentada sobre el desenvolvimiento de valores morales sólidos, ella nos pone en estado de lucidez permanente. Es posible captar mejor quien somos, por las intuiciones más o menos claras de nuestro pasado espiritual, por las ideas de nuestro yo integral. Se sabe que la conciencia del Espíritu fuera del cuerpo es siempre mayor que la conciencia sumergida en la materia. Más allá de la posibilidad de comunicarnos con otras mentes, la mediúmnidad no es la abertura para si, el acceso al propio yo. Dice J. Herculano Pires: “La mediúmnidad no es apenas una comunicación con los Espíritus. Ella es la comunicación plena, abierta para las relaciones sociales y para las relaciones espirituales. En estos capítulos, figura en destaque, por la importancia que asume en nuestro comportamiento individual y social, la actividad mediúmnica interior, en la que la esencia divina del hombre se comunica con su esencia humana. Es ese el más bello acto mediúmnico, el fenómeno más significativo de la mediúmnidad, aquel que más distintamente nos revela nuestra inmortalidad personal.” (Pires. J. Herculano. Mediúmnidad, Vida y Comunicación, San Pablo: Paideia, 2004, p121.)
Ese tipo de percepción más lúcida de la existencia y de la posibilidad de acceso - incluso en la forma de la intuición - el bagaje de todo nuestro ser, puede ser cultivada, por la elevación de pensamiento, por la oración y por un estado mental de alerta y observación. Vivir mediúmnicamente, así, es estar más cuerdo, menos condicionado a las limitaciones de la materia.
Y ese sentido, de percepción no aumenta apenas en relación a nosotros mismos, más también a los otros, a las relaciones humanas, a las circunstancias de la vida. La mediúmnidad es también la capacidad de captar con mayor precisión o tenor vibratorio que los que nos rodean (encarnados y desencarnados), conocer sus situaciones, con cierto grado de certeza, y ver el estado espiritual del ser, tras las mascaras sociales.
El médium bien afinado puede percibir las fuerzas positivas y negativas de un dado ambiente e identificarlas después de cierto análisis. De ese modo, puede situarse mejor en el laberinto de las situaciones y de las personas y disponer de más elementos para actuar correctamente.
Hasta ahora, nos estamos refiriendo al plano de la intuición y de la percepción extra-sensorial, ósea, a la mediúmnidad usada por el propio dueño, como instrumento de captación de lo real. Más también debemos recordar la mediúmnidad activa, en la que Espíritus desencarnados usan al médium, para comunicarse con los vivos. Entonces, las relaciones humanas se extienden más claramente más allá de las barreras de la carne. El médium es vehículo – nunca pasivo – del dialogo entre los dos mundos.
En esa ocasión, se le presenta una oportunidad estimulante de entrar en una mente ajena. El acto mediúmnico, principalmente el de la psicografia o el de la psicofonía, es siempre una unión telepática, una sintonía momentánea de dos inteligencias. Al recibir, por tanto, a un Espíritu, obsesor o iluminado, un sufridor o un maestro de la Espiritualidad, la mente del médium como se ve apropiada por la mente del desencarnado. Al final de años de mediúmnidad activa, el médium guardará un archivo mental fascinante de personalidades – que conoció más íntimamente. Cada ser es único en el universo y la singularidad humana es una de las facetas más ricas de la Creación. Y el médium tiene el privilegio de vivenciar telepáticamente otras singularidades (que están por encima o por debajo de su grado evolutivo), más todas ellas portadoras de experiencias y únicos sentimientos.
Si él supiera aprovechar bien ese manantial de estudios psicológicos, el aumentará su capacidad de comprender al ser humano y aun mismo su capacidad de amarlo – pues siempre podrá constatar, aun mismo en las conciencias más criminales, la centella divina, el germen del amor universal, el ansia de la perfección, que están latentes en todos los seres.
Condiciones éticas de la mediúmnidad
Kardec dedico un capítulo entero del Libro de los Mediums a la cuestión de la “Influencia moral del médium”, (Cap. XX), estudiando las condiciones éticas, necesarias para la práctica mediúmnica. Es bien verdad que la capacidad mediúmnica es independiente del grado de moralidad del médium. Más no se da lo mismo en cuanto a los resultados y en cuanto al uso de esa capacidad.
Dividamos esa cuestión en tres partes:
1)El compromiso serio del auto-perfeccionamiento del médium y la posesión de ciertos valores morales básicos facilitan la comunicación con los Espíritus Superiores y garantizan su protección constante, no por una cuestión de privilegios, más si por una afinidad vibratoria natural entre los que hacen el Bien y el médium que está procurando el Bien. De hecho, la propia lucidez para discernir a los Espíritus y las situaciones dependen de una sintonía fina, que solo se alcanza mediante la elevación de sentimientos y la serenidad existencial. Quien se rinde al orgullo, es fácilmente mistificado por los Espíritus calculadores y dominadores. Quien se rinde a la sensualidad desenfrenada procura comparsas en el plano espiritual, que le acompañen las preferencias. Estamos, por todas partes, buscando las compañías que deseamos, de acuerdo con nuestras actitudes, palabras y pensamientos. Por eso, la moralización del médium es el mejor camino para que sus acompañantes espirituales - o la nube de testigos, a la que se refería Pablo- sean también moralizados. Es evidente que esa moralización está lejos de significar la adopción de actitudes de fachada, de voz mansa, humildad pretensiosa y santidad forzada. El médium es un ser humano normal y debe actuar con naturalidad y buen sentido. Actitud ética es firmeza de principios y aplicación en la propia mejoría y no pretensión a la santidad.
2) Sin embargo no basta la intención seria. Es preciso cierto equilibrio emocional, para que la mediúmnidad fluya como debe, en su ejercicio existencial. El médium es invadido diariamente por avalanchas de emociones inesperadas, venidas de todas partes. Puede captar la depresión de alguien, la irritación de otros, la obsesión de terceros… más allá del ataque de sus propios enemigos espirituales, ligados a su pasado o adversarios gratuitos de su tarea. Si el mismo no estuviera centrado en sí, si no poseyera un reducto íntimo de serenidad y usar a cada instante las armas de la oración y de la vigilancia, acabará siendo llevado al ruedo. Por eso, al mismo tiempo que la mediúmnidad propicia el auto-conocimiento, es preciso que el médium esté constantemente analizándose a sí mismo, para lo que es suyo y lo que viene de fuera y saber
3) El encajamiento del médium en un proceso de auto-educación significa también que él usará sus potencialidades psíquicas de forma responsable y benéfica. El Libro de los Mediums habla de “desear el bien y repeler el orgullo y el egoísmo.” (Cap. XX, ítem 226, n. 11). Ahora, el uso responsable de la mediúmnidad presupone el abandono de todo interés personal y eso engloba dinero, poder, fama o aun mismo retribución psíquica y afectiva. Es importante frisar ese aspecto, porque la tentación diaria a la que el médium se ve sometido es muy grande. Dado el atavismo milenario de la humanidad de procurar gurús y aferrarse a los chamanes, oráculos y lectores de la suerte, existe la tendencia de proyectarse esas ansias de dependencia para los mediums contemporáneos – y algunos se complacen en eso. por el hecho de poseer un conocimiento más preciso de dadas situaciones o personas o mismo del pasado y del futuro, ese conocimiento muchas veces es usado como medio para mantener a los otros en dependencia psíquica o en estado de idolatría. El médium y su cliente entran en un juego de vampirismo mutuo, en el que el primero se alimenta de la adoración servir y el segundo se vicia en las orientaciones y consejos para su vida particular. Por tanto, una relación de poder, en el que el orgullo y el egoísmo entran como actores principales. Para evitar ese tipo de des virtud en las relaciones sociales mediúmnicos, proponemos algunos cuidados para reflexión de los médiums y de los espiritas en general:
No todo lo que se percibe debe ser dicho. Es preciso considerar las circunstancias, las personas y las situaciones. El médium puede ayudar con consejos, oraciones y acciones concretas, más no debe interferir en la libertad ajena.
Es preciso evitar los lazos de dependencia. Si es observado algún trazo de fanatismo o idolatría entre aquellos conviven con el médium, alertarlos y llamar la atención por el hecho de que nadie es infalible. Si fuera preciso, usar de la franqueza contundente para apartar la adulación, en vez de incentivarla con el acogimiento del lodo. Mejor la humildad ruda que la vanidad sonriente.
Usar la mediúmnidad siempre en sentido educacional. A través de ella, podemos consolar, aliviar, curar, orientar moralmente, más jamás debemos satisfacer curiosidades, interferir en la vida ajena, trazar directrices impositivas o dejar a las personas perplejas, asustadas o confusas con informaciones que aun ellas no pueden digerir.
El médium no debe hacer de la mediúmnidad su única actividad en la vida (aun mismo obedeciendo a la Ética espirita de la mediúmnidad gratuita), mas si debe dedicarse a varias actividades y desenvolver diversas potencialidades para apartarse del fanatismo y ser una persona integral.
Si el médium construyera un liderazgo personal en un dado ambiente, que ese liderazgo no sea basado en la mediúmnidad. Dice El Libro de los Mediums que “un médium es un instrumento que, como individuo, importa muy poco” (Cap. XX, ítem 226, n.5. Obsérvese que Kardec, en la mayoría de las veces, ni revelaba el nombre de los médiums que actuaban en la Sociedad Parisiense de Estudios Espiritas. Al contrario, en Brasil, liderazgos con construidos con fundamento en la mediúmnidad. El valor del líder debe estar en el propio líder no en el hecho de él servir de intermediario entre dos mundos. Un líder puede ser médium, más no debería ser líder por ser médium.
Es preciso siempre y en todo conservar la autonomía de juzgamiento. Los Espíritus pueden trazarnos ideas, orientaciones; los médiums pueden vislumbrar algo por medio de una percepción extra física, más el juzgamiento y la acción caben al hombre encarnado, que está en la Tierra justamente para desenvolverse, usando su libertad de pensar y de actuar y al final construir a si mismo.
Traducido por M. C. R.
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