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quinta-feira, 3 de novembro de 2011

La Erraticidad

Por Léon Denis

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Mientras las almas desprendidas de las influencias terrenas se constituyen en grupos simpáticos, cuyos miembros se amen, se comprendan, vivan en perfecta igualdad, en completa felicidad, y los Espíritus que aun no pudieron domar sus pasiones llevan una vida errante, desordenada, y que,  sin ofrecer  sufrimientos, los deja, con todo, sumergidos en la inseguridad e inquietud. Es a eso lo que se llama erraticidad; es la condición de la mayoría  de los Espíritus que vivieron en la Tierra, ni buenos ni malos, sin embargo débiles y muy inclinados a las cosas materiales.

Se encuentran en la erraticidad  multitudes inmensas, siempre agitadas, siempre en busca de un estado mejor, que se les escapa. Numerosos Espíritus fluctúan indecisos entre lo justo  y lo injusto, entre la verdad y el error, entre la sombra y la luz. Otros están sepultados en aislamiento, en la oscuridad, en la tristeza,  siempre a la procura de una benevolencia, de una simpatía que pueden encontrar.

La ignorancia, el egoísmo, los vicios de toda especie reinan aun en la erraticidad, donde la materia ejerce siempre su influencia. El bien y el mal ahí se chocan. Es de alguna suerte el vestíbulo de  los espacios luminosos, de los mundos mejores. Todos  ahí pasan  y se demoran más para después elevarse.

La enseñanza de los Espíritus sobre la vida más allá del túmulo nos hace saber que en el espacio no hay lugar alguno destinado a la contemplación estéril, a la beatitud ociosa. Por todas partes, bandadas, enjambres de almas suben, descienden, e agitan en medio de la luz o en la región o en la región de las tinieblas. En ciertos puntos se ve gran número   de oyentes recibiendo instrucciones de Espíritu adelantados; en otros, se forman grupos para festejar a los recién llegados.     Aquí, los Espíritu combinan  lo fluidos, le infunden mil formas, mil coloridos maravillosos, los preparan  para lo delicados fines a que fueron destinados por los Espíritus superiores; allí, ajustamientos sombríos, perturbados, se reúnen alrededor de los globos  y los acompañan en sus revolucione, influyendo así, inconscientemente, sobre los elementos atmosféricos. Espíritus luminoso, más  veloces que el relámpago, rompen esas masas para llevar  el socorro  y consuelo a los desgraciados que los imploran. Cada uno tiene su papel y concurre  para la gran obra, en la medida de su merito y de su adelantamiento. El Universo  entero evoluciona. Como los mundos, los espíritus  pro siguen su curso eterno, arrastrados para un estado superior, entregados a diversas  ocupaciones.  Realizan progresos, adquieren ciencia, sofocan el dolor, calman los remordimientos, amores, expiación, devoción, sacrificio, todas esas fuerzas, todas esas cosas estimulan,  lo impulsan y precipitan en la obra; y, en esa inmensidad  sin límites, reinan incesantemente el movimiento  y la vida. la inmovilidad  y la inacción es el retroceso, es la muerte. Bajo el impulso de la gran ley, seres y mundos, almas y soles, todo gravita y se mueve  en la órbita gigantesca trazada por la voluntad divina.

León Denis – Obra Después de la Muerte.

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