Por Allan Kardec - Revista Espírita, Agosto 1867
Tal es el título de un folletín, por el Sr. Jules Doinel (d’Aurillac), publicado en el Monitor del Cantal del 23 y 30 de mayo, el 6, el 13 y el 20 de junio de 1866. Como se ve, el nombre del espiritismo no está disimulado, y el autor debe ser tanto más felicitado por su coraje de opinión, que es más rara en los escritores de provincia, donde las influencias contrarias ejercen una presión mayor que en París.
Lamentamos que, después de haber sido publicada en el folletín, una forma bajo la cual una idea se esparcía más fácilmente en las masas, la novela no haya sido publicada en volumen, y que nuestros lectores estén privados del placer de adquirirla. Aunque sea una obra sin pretensiones y circunscrita en un pequeño cuadro, es una verdadera pintura y atrayente de las relaciones entre el mundo espiritual y el mundo corporal, que trae su contribución a la vulgarización de la idea espirita, desde el punto de vista serio y moral. Ella muestra los puros y nobles sentimientos que esta creencia puede desenvolver en el corazón del hombre, la serenidad que da en las aflicciones, por la certeza de un futuro que responde a todas las aspiraciones de alma y de la plena satisfacción a la razón. Para pintar esas aspiraciones con justicia, como lo hace el autor, es preciso tener fe en aquello que se dice. Un escritor, para quien semejante asunto no sería un cuadro banal, sin convicción, juzgaría que para hacer Espiritismo basta acumular lo fantástico, lo maravilloso y las aventuras extrañas, como ciertos pintores juzgan que basta esparcir los colores vivos para hacer un cuadro. El Espiritismo verdadero es simple; toca el corazón y no hiere la imaginación con martilladas. Fue lo que comprendió el autor.
La vida de Fernanda es muy simple. Es una joven tiernamente amada por su madre, robada en la flor de la edad de su ternura y al amor de su novio, y que resalta su coraje manifestándose su visión y dictando su amado, que en breve debe reunirse con ella, el cuadro del mundo que lo espera. Citaremos algunos de los pensamientos que ahí observamos.
“Desde la aparición de Fernanda, yo me había tornado un adepto resoluto de la ciencia de más allá del túmulo. Por cierto, por qué habría yo dudado de ella? El hombre tendrá el derecho de establecer límites al pensamiento y decir a Dios: ¿No iras más lejos?
“Considerándose que estamos cerca de ella y pisamos una tierra que es santa, yo veo, mi querido amigo, te hablare con el corazón abierto, tomando a Dios por testimonio de la sinceridad de todo cuanto vas a oír. Tú crees en los Espíritus, yo se, y más de una vez me pediste para precisar tu creencia sobre este punto. No lo hice, y es preciso decirte que sin las manifestaciones extrañas que tuviste, te lo habría dicho. Amigo mío creo que Dios dio a ciertas almas una fuerza de simpatía tan grande que ella puede propagarse en las regiones desconocidas de la otra vida. es sobre este fundamento que reposa toda mi doctrina. El charlatanismo y la bellaquería de ciertos adeptos me hacen mal, porque no comprendo que se pueda profanar una cosa tan santa.”
“Oh! Stephen Stany (el novio) tenía mucha razón en decir que el charlatanismo y la bellaquería profanan las cosas más santas. La creencia en los Espíritus debe tornar al alma serena. ¿De dónde viene, pues, que en la oscuridad, el menor ruido me espante? Muchas veces vi dibujarse en la penumbra de mi alcoba, el fantasma de Fernanda de Moeris, ahora el vago perfil de mi madre. A los cuales yo sonreí, más muchas veces, también, mi vista se desvió con terror del rostro deformado de algunos Espíritus malos que venían con el propósito de apartarme del bien y desviarme de Dios.”
Mientras me hablaba, Stany estaba calmo. No note el su rostro cualquier trazo de exaltación. Más, junto a esa piedra, su diafanidad se tornaba aun más visible. El alma de mi amigo se mostraba aun más visible. El alma de mi amigo se mostraba toda entera a mi mirada. Esa bella alma nada tenía que ocultar. Yo comprendía que el lazo que la prendía a ese cuerpo de lama era muy débil, y que no estaba lejos la ahora en la que ella volaría para el otro lado del mundo.”
“Ella me había dicho: “¡Ve a casa de mi madre ¡- Esto fue difícil para mí, confieso; aunque novio de Fernanda, yo no estaba muy bien con tu prima. Sabes cuánto ella tenía envidia de todo aquel que tuviese una parte del afecto de su hija. Te diré que me recibió con los brazos abiertos y me dijo llorando: “Yo la re mire” La frialdad estaba rota; nos íbamos a comprender por primera vez. – ¡Mi querido Stephen, acrecentó ella, creo que he soñado! Más, en fin, yo la vi, y escucha lo que ella me dijo: Madre, pedirás a Stephen Stany que se quede ocho días en el cuarto que fue mío. Durante esos ocho días, no permitirás que lo perturben. Durante ese retiro, Dios le revelará muchas cosas.”- me condujeron al cuarto de tu prima, y a partir de aquel mismo día hasta entonces, cuando te vi, su alma estuvo ininterrumpidamente conmigo. Yo la vi y la vi también con los ojos del espíritu y no con los de mi cuerpo, aunque estos estuviesen abiertos. Ella me habló. Cuando digo que me habló, quiero decir que hubo entre nosotros transmisión de pensamiento. Yo ahora sé todo lo que precisaba saber. Sé que este globo no tiene nada más para mi, y que una existencia mejor me aguarda.”
“Aprendí a estimar el mundo en su justo valor. Reten estas palabras, amigo mío: Todo Espíritu que quiere lograr la felicidad superior debe mantener su cuerpo casto, su corazón puro, su alma libre. Feliz quien sabe percibir la forma inmaterial de Dios a través de las sombras por las que se pasa!”
“No olvidemos jamás, hermanos, que Dios es espíritu y que cuanto más la gente se torna espíritu, más la gente se aproxima a Dios. no es permitido al hombre quebrar violentamente los lazos de la materia, de la carne y de la sangre. Esos lazos suponen deberes; más le es permitido de ellos desprenderse poco a poco por el idealismo de sus aspiraciones, por la pureza de sus intenciones, por la radiación de su alma, reflejo sagrado cuyo deber es el hogar, hasta que, vuele libre, su espíritu desprendido de las cadenas mortales vuele y planee en los inmensos espacios.
El manuscrito dictado por el Espíritu de Fernanda, durante los ocho días del retiro de Stephen, contiene los siguientes pasajes:
“Mori en la perturbación y desperté en la alegría. Vi mi cuerpo, una vez enfriado, extenderse en el lecho funerario, y me sentí como desprendida de un pesado fardo. Fue entonces que te percibí, amado mío, y que por el permiso de Dios, unida al libre ejercicio de mi voluntad, yo te percibí junto a mi cadáver.
“Mientras los gusanos seguían su obra de corrupción, yo penetraba, curiosa, los misterios del mundo nuevo que habitaba. Yo pensaba, yo sentía, yo amaba como en la Tierra; más mi pensamiento, mi sensación, mi amor había crecido. yo comprendía mejor los designios de Dios, yo aspiraba su voluntad divina. Vivimos una vida casi inmaterial, y somos superiores a vosotros tanto como los ángeles lo son a nosotros. Nosotros vemos a Dios, más no claramente; nosotros lo vemos como se ve el Sol de vuestra Tierra, a través de una espesa nube. Más esta visión imperfecta basta a nuestra alma, que aun no está purificada.
“Los Hombres nos parecen como fantasmas vagando en una bruma crepuscular. Dios dio algunos de entre nosotros la gracia de ver más calro aquellos a quien aman de preferencia. Yo te vi así, querido amor, y mi voluntad te cercaba de una simpatía amorosa en todo momento. Es así que tus pensamientos venían de mi; que tus actos eran inspirados por mi; que tu vida, en una palabra, no era sino un reflejo de mi vida. así como podemos comunicarnos con vosotros, los Espíritus superiores pueden revelarse a nuestra vista. Algunas veces, en la transparencia inmaterial, vemos pasar la silueta augusta y luminosa de algún espíritu. Me es imposible describirte el respeto que esa visión nos inspira. Felices aquellos de entre nosotros que son honrados con esas visitas divinas. Admira la bondad de Dios! los mundos se corresponden todos. Nosotros nos mostramos a vosotros; ellos se muestran a nosotros; es la simbólica escalera de Jacob.”
“Es así que, en un solo batir de alas, se elevaban hasta Dios. Más esos son raros. Otros sufren las largas pruebas de las sucesivas existencias. Es la virtud la que establece las clases, a los ojos de Dios justo y severo, mayor que el rey soberbio o el conquistador invicto. Nada vale la pena sino el alma; es el único peso que importa en la balanza de Dios.
Ahora que hicimos el elogio, hagamos la crítica. Ella no será larga, porque solo atiende dos o tres pensamientos. Para comenzar, en el dialogo entre los dos amigos, encontramos el siguiente pasaje:
¿Tenemos existencias anteriores? No lo creo: Dios nos saca de la nada, más de lo que tengo certeza es que después de lo que llamamos muerte, comenzamos – y cuando digo nosotros, hablo del alma – comenzamos, digo, una serie de nuevas existencias. el día que seamos bastante puros para ver, comprender y amar a Dios enteramente , solo en ese día morimos. Anote bien que en ese día no amamos más que a Dios y nada más sino Dios. Si, pues, Fernanda estaba purificada, ella no pensaría, no podría pensar en mí. Porque se manifestó, concluyo que vive. ¿Dónde’ ¡En breve lo sabré! Ella está feliz con su vida, yo lo creo, porque mientras el Espíritu no haya sido completamente depurado, no puede comprender que la felicidad solo está en Dios. el puede ser relativamente feliz. A la medida que nos elevamos, la idea de Dios cada vez crece más en nosotros, y somos, por eso mismo, cada vez más felices. Más esa felicidad jamás es sino una felicidad relativa. Siendo así, mi novia vive. ¿Cómo es su vida? Lo Ignoro. Solo Dios puede decir a los Espíritus que revelen esos misterios a los hombres.”
Después de ideas como las que encierran pasajes precipitados, la gente se admira de encontrar una doctrina como esta, que hace de la felicidad perfecta una felicidad egoísta. El encanto de la Doctrina espirita, lo que de ella hace una suprema consolación, es precisamente el pensamiento de la perpetuidad de los afectos, depurándose y estrechándose a la medida que el Espíritu se depura y se eleva. Aquí, al contrario, cuando el espíritu es perfecto, olvida a los que amo, para no pensar sino en sí; está muerto para cualquier otro sentimiento que no sea el de su felicidad; la perfección le quitará la posibilidad, al propio deseo de venir a consolar a los que deja en la aflicción. Convengamos que esto seria una triste perfección, o mejor, sería una imperfección. La felicidad eterna, concebida así, casi no sería más envidiable que la perpetua contemplación, de la cual la reclusión claustral nos da la imagen por la muerte anticipada de las madres santas afectos de la familia. Si así fuese, una madre estaría reducida a tener, en ver y desear, la completa depuración de los seres que les son más queridos. Jamás la generalidad de los Espíritus enseño cosa semejante. Se diría una transición entre el espiritismo y la creencia vulgar. Más esa transición no es feliz, porque, no satisfaciendo las aspiraciones intimas del alma, no tiene ninguna oportunidad de prevalecer en la opinión.
Cuando el autor dice que no cree en las existencias anteriores, más que si está seguro que, después de la muerte, comenzamos una serie de nuevas existencias, no percibió que comete una contradicción flagrante. ¿Si admite, como cosa lógica y necesaria para el progreso, la pluralidad de las existencias posteriores, en que se fundamenta para no admitir las existencias anteriores? El no dice como explica de una manera condicente con la justicia de Dios, la desigualdad natica, intelectual y moral, que existen entre los hombres. Si esta existencia es la primera, y si todos salen de la nada, se cae en la doctrina absurda, inconciliable con la soberana justicia, de un Dios parcial, que favorece a algunas de sus criaturas, creando almas de todas las calidades. Se podría ver ahí un ajuste con las nuevas ideas, más que no es más feliz de que el precedente.
La gente se admira, en fin, de ver a Fernanda, Espíritu adelantado, sustentar esta proposición de otro tiempo: “Laura se torno madre; Dios tuvo piedad de ella y llamo para si a esa criatura. El viene a verla algunas veces. El está triste porque ahbiendo muerto sin el bautismo, jamás gozará de la contemplación divina. Así es un espíritu que Dios llama a si, y que siempre será infeliz y privado de la contemplación de Dios porque no recibió el bautismo, cuando de el no dependía recibirlo, y la falta es del propio Dios que, lo llamo muy temprano. Son esas doctrinas las que hicieron a tantos incrédulos, y se engañan si esperan hacerlas pasar para el lado de las ideas espiritas solamente lo que es racional y sancionado por la universalidad de la enseñanzas de los Espíritus. Si todavía hay transacción, ella es equivocada. Aseguramos que en mil centros espiritas donde las proposiciones que acabamos de criticar fueron sometidas a los Espíritus, habrá novecientos y noventa donde ellas serán resueltas en el sentido contrario. Fue la universalidad de la enseñanza, más allá sancionada por la lógica, la que hizo y completara la Doctrina Espirita. Esta doctrina coge en esa universalidad de la enseñanza dada en todos los puntos del globo, por Espíritus diferentes, y en centros completamente extraños a unos a los otros, y que no sufren cualquier presunción común, una fuerza contra la cual en vano lucharían las opiniones individuales, quiera de los espíritus, quiera de los hombres. La alianza que pretendiese establecer de las ideas espiritas con ideas contradictorias, no puede ser sino efímera y localizada. Las opiniones individuales pueden ligar a algunos individuos, más, forzosamente circunscritas, no pueden ligar a la mayoría, al menos que tenga la sanción de esa mayoría. Rechazadas por el mayor numero, ellas no tienen vitalidad y se extinguen con sus representantes.
Este es el resultado de un puro calculo matemático. Si en ¡000 centros hubiera 990 donde se enseña de la misma manera y 10 de manera contraria, es evidente que la opinión dominante será la de los 990 en ¡000, esto es, la casi unanimidad. Pues bien! Estamos seguros de conceder una parte muy grande a las ideas divergentes, llevándolas a un centésimo. Jamás formulando un principio antes de estar asegurado del asentamiento general, estamos siempre de acuerdo con la opinión de la mayoría.
El espiritismo está hoy en la posesión de una suma de verdades de tal modo demostradas por la experiencia, que al mismo tiempo satisfacen a la razón tan completamente, y que pasaran a artículos de fe en la opinión de la inmensa mayoría, de sus adeptos. Ahora, oponerse en abierta hostilidad con esta mayoría, chocar sus aspiraciones y sus más caras convicciones, es prepararse para un choque inevitable. Tal es la causa del fracaso de ciertas publicaciones.
Más, preguntaran, está entonces prohibido a quien no comparte las ideas de la mayoría publicar sus opiniones? Ciertamente que no; es incluso útil que lo haga; más, entonces, debe hacerlo por su cuenta y riesgo, y no contar con el apoyo moral y material de aquellos cuyas creencias quieren destruir.
Volviendo a Fernanda, los puntos de la doctrina que combatimos parecen ser opinión personal del autor, que no sintió el lado flaco. Remitiéndonos a su obra, estrella de un joven, nos dijo el que cuando había escrito esa novela, tenía apenas un conocimiento superficial de la Doctrina Espirita y que, sin duda, en ella encontraríamos varias cosas que corregir, y sobre las cuales pedía nuestra opinión; que hoy, más esclarecido, hay principios que formularía de otro modo. Felicitándolo por su franqueza y por su modestia, le informamos que si hubiese motivo para refutarlo, lo haríamos en la Revista, para instrucción de todos.
Más allá de los puntos que acabamos de citar, no hay ninguno que la Doctrina Espirita no pueda aceptar. Felicitamos al autor por el punto de vista moral y filosófico en el que se coloco, y consideramos su trabajo como eminentemente útil para la difusión de la idea, porque desea que ella sea encarada bajo su verdadera luz, que es el punto de vista serio. (Ved en el número precedente la poesía del mismo autor, titulado A los Espíritus Protectores):
Traducido por M. C. R
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