Por Amílcar del Chiaro Filho
Los Espíritus todo saben y todo lo pueden? Cuantas personas ya se hicieron esta pregunta, y ya oímos diferentes respuestas. Por ejemplo: ya oímos que los Espíritus, no siendo más que las almas de los hombres que ya vivieron en la Tierra, nada tiene que enseñarnos. Ya leímos en libros de autores extranjeros, traducidos para nuestro idioma, que los muertos nada tienen que enseñarnos a los vivos, porque son muertos. Por otro lado ya deparamos con un gran número de personas que acreditan que al desencarnar los espíritus pasan a todo saber y poder.
En la pregunta nº 238 de El Libro de los Espíritus Allan Kardec pregunto: Las percepciones y conocimientos de los espíritus son infinitos? En una palabra, saben ellos todas las cosas? la respuesta fue: Cuanto más se aproximan a la perfección más saben – si son superiores, saben mucho. Los espíritus inferiores son más o menos ignorantes en todos los asuntos.
Deducimos de esa respuesta que están errados aquellos que piensan, que basta ser un espíritu desencarnado para tener toda la sabiduría posible y conocer todas las cosas y asuntos. Este es un triste engaño que ha llevado a muchas personas a serias decepciones, y peor aún, culpan a la Doctrina Espirita por eso.
Si se hubiesen dado al trabajo de estudiar un poco el Espiritismo, se hubiesen ahorrado tales decepciones.
Por otro lado se equivocan los que piensan que los espíritus no tienen nada que enseñarnos, pues, tienen y mucho. Su simple manifestación ya nos enseña sobre la inmortalidad del ser, una inmortalidad dinámica que camina para la perfección.
A pesar de las advertencias hechas por centros espiritas serios y programas de radio y periódicos doctrinarios, aun existen aquellos que se fanatizan por espíritus que dicen saber y conocer todo. Entretanto es preciso convenir que existen muchos espíritus, considerados guías y protectores de médiums e instituciones espiritas dichas espiritas, que ni siquiera conocen la doctrina espirita.
Otra cuestión complicada para los espíritus es la cuestión del tiempo. Ellos no marcan el tiempo como nosotros, no están esclavizados al reloj o calendario, por eso, cada vez que un espíritu marque un tiempo para ciertos acontecimientos, existen posibilidades de fallas. Más allá de eso, Allan Kardec recomendó que desconfiásemos, siempre que un espíritu predijese un tiempo exacto para algún acontecimiento.
Saber el principio de las cosas, tener dominio sobre el tiempo y tener todas las percepciones son cosas de espíritus muy evolucionados.
Sabemos que ellos se interesan por nosotros, alivian nuestros sufrimientos, nos aconsejan, más como ellos conocen las finalidades de los acontecimientos, no se angustian como nosotros. Ellos se entristecen, incluso, cuando nos rebelamos contra la vida y contra Dios, pues saben que las consecuencias serán, la de atrasarnos en la evolución y traer más dolores a nuestro camino.
¿Merece la pena ser espirita? Claro que si, y mucho más ser un espirita con lucidez, amante del estudio, del conocimiento. El hombre que procura en el Espiritismo las soluciones para los problemas que cabe a el mismo resolver, que solo entiende Espiritismo por el prisma de los fenómenos mediúmnicos, por las ventajas materiales, está imitando el personaje bíblico Esaú que cambio su progenitura por un plato de lentejas.
No puede existir Espiritismo sin estudio, sin aplicación del aprendizaje, sin transformación moral, sin el desenvolvimiento. Somos imperfectos, más perfectibles, por eso, los pequeños gestos de bondad ayudan en nuestro camino.
El Espiritismo es una terapia para el alma cansada, enferma, afligida, es la terapéutica del amor. Como no puede existir Espiritismo sin estudio, tampoco puede existir Espiritismo sin amor
Si usted decidió, espontáneamente, ser espirita, séalo por completo. Desarrolle la fe razonada, tenga por lema la caridad, esparza a su alrededor la bondad y la esperanza. Desenvuelva el amor en plenitud para anular el odio de los que aun se complacen en la sombra.
Fonte: http://www.caminhosluz.com.br/detalhe.asp?txt=3707
Tradução: Mercedes Cruz
Tradução: Mercedes Cruz
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