Por José Herculano Pires
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¿Tenemos realmente amigos invisibles, que nos siguen en la vida terrena con la ternura y la dedicación de verdaderos ángeles de la guarda, según enseña la Doctrina Espirita? Para responder a esta pregunta, debemos recordar, primeramente, que la existencia de esas entidades benignas no fue inventada por el Espiritismo. Desde las aulas de catecismo, en las iglesias católicas, oímos hablar de los ángeles de la guarda, y en la mayoría de las grandes religiones universales encontramos esa teoría, bajo diferentes formas, más siempre idénticas en el contenido.
En las religiones clásicas, del mundo griego-romano, eran los dioses mitológicos los que velaban por las criaturas. En las llamadas regiones orientales, que en el fin de los tiempos invadieron el Imperio romano, y entre ellas el Cristianismo, la teoría de los Ángeles guardianes estaba presente. Y tanto en Mesopotamia como en China o en la antigua India, en Grecia arcaica o en Roma campesina, que antecedieron al mundo clásico, así como en palestina y entre los pueblos salvajes de América, de Asia, de África de todo el mundo, el culto de los ascentrales siempre existió. Las melenas, los dioses penates y los hogares, o los dioses, de los romanos y de los egipcios, de los babilonios y de los sirios, de los fenicios y de los cananeos, de los judíos y de los macedonios, nada más eran espíritus amigos, que velaban por las personas y por las familias.
Por todas partes y en todas las épocas, en el mundo entero, la investigación histórica y la pesquisa antropológica nos muestran la existencia invariable de esa creencia de los espíritus protectores. Entre los pueblos salvajes y en el seno de las mayores y mas esplendorosas civilizaciones, ella se hace sentir con una especie de convicción universal, de intuición natural, que el hombre carga consigo en todas las latitudes del globo. Sócrates, en Grecia, Y Juana D´ Arcó, en Francia, oían las voces amigas de sus protectores. Descartes, el filósofo que se consideró inspirado por el Espíritu de Verdad, también tenía su protector. La existencia de los amigos invisibles es una realidad incontestable. Aun mismo que consideremos como simple creencia, es impresionante el hecho de que la encontremos en todas partes y en todos los grados de cultura.
El Espiritismo es la primera doctrina que no apenas afirma la existencia de los espíritus protectores, más también procura demostrarla y al mismo tiempo explicarla a la luz de la razón. Para los espiritas, esa existencia no constituye una creencia, más si una certeza, comprobada por la experiencia. Esa posición, espirita ante el problema de los amigos invisibles es confirmada por la de otras doctrinas espirituales, como la Teosofía, que surgió poco después de la doctrina espirita y estudia con profundidad el problema de los “auxiliares invisibles”.
Es curioso que las demás doctrinas recusen el medio natural de comprobación de la existencia de los amigos invisibles, que es la mediúmnidad. La propia doctrina teosófica, que en muchos puntos se aproxima a la espirita, admite la prueba mediúmnica, más al mismo tiempo evita emplearla. Eso es porque viejos preconceptos, formulados por las antiguas ordenes ocultistas, que consideran la mediúmnidad peligrosa, en vez de considerar los beneficios que ella produce y ha producido en todos los tiempos. El Espiritismo estudio profundamente la mediúmnidad y nada tienen que temer de su utilización. Por el contrario, solo tiene que beneficiarse con ella, beneficiando al mismo tiempo al mundo.
A través de la mediúmnidad la teoría espirita de los espíritus protectores fue dada a Kardec, según lo podemos leer en el “Libro de los Espíritus”, en el capitulo noveno de la primera parte. Y aun a través de la mediúmnidad, esa teoría consoladora y bella se viene confirmando, en todo el mundo, y al mismo tiempo enriqueciéndose con episodios maravillosos, en los cuales reaparece cada vez más. Procuremos estudiar esa teoría, examinándola en sus varios aspectos. Más que nunca, el mundo angustiado de hoy necesita de ese esclarecimiento y de ese confort, que la teoría de los espíritus protectores nos ofrece, con la garantía de su veracidad, por la prueba de los hechos mediúmnicos.
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¿Tenemos realmente amigos invisibles, que nos siguen en la vida terrena con la ternura y la dedicación de verdaderos ángeles de la guarda, según enseña la Doctrina Espirita? Para responder a esta pregunta, debemos recordar, primeramente, que la existencia de esas entidades benignas no fue inventada por el Espiritismo. Desde las aulas de catecismo, en las iglesias católicas, oímos hablar de los ángeles de la guarda, y en la mayoría de las grandes religiones universales encontramos esa teoría, bajo diferentes formas, más siempre idénticas en el contenido.
En las religiones clásicas, del mundo griego-romano, eran los dioses mitológicos los que velaban por las criaturas. En las llamadas regiones orientales, que en el fin de los tiempos invadieron el Imperio romano, y entre ellas el Cristianismo, la teoría de los Ángeles guardianes estaba presente. Y tanto en Mesopotamia como en China o en la antigua India, en Grecia arcaica o en Roma campesina, que antecedieron al mundo clásico, así como en palestina y entre los pueblos salvajes de América, de Asia, de África de todo el mundo, el culto de los ascentrales siempre existió. Las melenas, los dioses penates y los hogares, o los dioses, de los romanos y de los egipcios, de los babilonios y de los sirios, de los fenicios y de los cananeos, de los judíos y de los macedonios, nada más eran espíritus amigos, que velaban por las personas y por las familias.
Por todas partes y en todas las épocas, en el mundo entero, la investigación histórica y la pesquisa antropológica nos muestran la existencia invariable de esa creencia de los espíritus protectores. Entre los pueblos salvajes y en el seno de las mayores y mas esplendorosas civilizaciones, ella se hace sentir con una especie de convicción universal, de intuición natural, que el hombre carga consigo en todas las latitudes del globo. Sócrates, en Grecia, Y Juana D´ Arcó, en Francia, oían las voces amigas de sus protectores. Descartes, el filósofo que se consideró inspirado por el Espíritu de Verdad, también tenía su protector. La existencia de los amigos invisibles es una realidad incontestable. Aun mismo que consideremos como simple creencia, es impresionante el hecho de que la encontremos en todas partes y en todos los grados de cultura.
El Espiritismo es la primera doctrina que no apenas afirma la existencia de los espíritus protectores, más también procura demostrarla y al mismo tiempo explicarla a la luz de la razón. Para los espiritas, esa existencia no constituye una creencia, más si una certeza, comprobada por la experiencia. Esa posición, espirita ante el problema de los amigos invisibles es confirmada por la de otras doctrinas espirituales, como la Teosofía, que surgió poco después de la doctrina espirita y estudia con profundidad el problema de los “auxiliares invisibles”.
Es curioso que las demás doctrinas recusen el medio natural de comprobación de la existencia de los amigos invisibles, que es la mediúmnidad. La propia doctrina teosófica, que en muchos puntos se aproxima a la espirita, admite la prueba mediúmnica, más al mismo tiempo evita emplearla. Eso es porque viejos preconceptos, formulados por las antiguas ordenes ocultistas, que consideran la mediúmnidad peligrosa, en vez de considerar los beneficios que ella produce y ha producido en todos los tiempos. El Espiritismo estudio profundamente la mediúmnidad y nada tienen que temer de su utilización. Por el contrario, solo tiene que beneficiarse con ella, beneficiando al mismo tiempo al mundo.
A través de la mediúmnidad la teoría espirita de los espíritus protectores fue dada a Kardec, según lo podemos leer en el “Libro de los Espíritus”, en el capitulo noveno de la primera parte. Y aun a través de la mediúmnidad, esa teoría consoladora y bella se viene confirmando, en todo el mundo, y al mismo tiempo enriqueciéndose con episodios maravillosos, en los cuales reaparece cada vez más. Procuremos estudiar esa teoría, examinándola en sus varios aspectos. Más que nunca, el mundo angustiado de hoy necesita de ese esclarecimiento y de ese confort, que la teoría de los espíritus protectores nos ofrece, con la garantía de su veracidad, por la prueba de los hechos mediúmnicos.
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