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domingo, 6 de março de 2011

Educación Mediúmnica

Por Dora Incontri

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Tres requisitos son fundamentales para la práctica consciente y elevada de la mediúmnidad:

1) La capacidad de concentración: “Lo más importante (…) es la calma y el recogimiento que se debe tener, junto a un deseo y una firme voluntad de éxito. Y por voluntad no nos referimos aquí a un deseo efímero e inconsecuente, a cada momento interrumpido por otras preocupaciones, más si a una voluntad seria, perseverante, sustentada con firmeza, sin impaciencia ni ansiedad. El recogimiento es favorecido por la soledad, por el silencio y el alejamiento de todo lo que pueda provocar distracciones. (El Libro de los Mediums, ítem 204). Durante los trabajos mediúmnicos, es preciso saber aislar la mente de todas las dispersiones a que estamos habituados. Enfocar el pensamiento en el propósito de servir, fijar la emoción en Jesús (se puede usar el recurso de la proyección de la imagen de Cristo, de preferencia no la de Cristo crucificado, más si la de Cristo dulce y consolador, a la vera de los lagos, en lo alto de los montes…), direccionar conscientemente vibraciones para los Espíritus sufridores comunicantes. Se trata de una disciplina mental, que deberíamos practicar diariamente y no solo apenas en la hora de la práctica de la mediúmnidad. Saber centrar y controlar los propios pensamientos es una conquista importante del espíritu. Más no es algo que se obtiene fácilmente. Es preciso la calma y la persistencia. Entretanto, hay dos movimientos mentales distintos en la sesión mediúmnica: a) direccionar el pensamiento, teniendo en vista la oración, la emisión de vibraciones o la proyección de una imagen y b) vaciar la mente para permitir que el Espíritu comunicante manifieste su pensamiento.

2) El autoconocimiento: Siendo la mediúmnidad un acto de comunicación entre nosotros y otras inteligencias en estados más o menos avanzados, es indispensable saber exactamente lo que somos, lo que pensamos y lo que deseamos, para distinguir lo más posible nuestro pensamiento de los pensamientos que nos llegan durante la sesión mediúmnica o en lo cotidiano. En posesión de nosotros mismos, conscientes de nuestras conquistas y de nuestras debilidades, queda más fácil separar la manifestación de los Espíritus de nuestra propia personalidad. Sin embargo en toda manifestación mediúmnica siempre hay una influencia mayor o menor del médium. “… ¿el Espíritu del médium no es jamás completamente pasivo?- El es pasivo cuando no mezcla sus propias ideas con las del Espíritu comunicante, más nunca se anula completamente. Su concurso es indispensable como intermediario, aun mismo cuando se trate de los llamados médiums mecánicos.” (El Libro de los Mediums, ítem 223, cuestión 10 – Ver también el resto del capítulo XIX – El papel del médium en las comunicaciones).

3) el encajamiento en la auto-educación: “Si el médium, en cuanto a la ejecución, es apenas un instrumento, en lo tocante a la moral ejerce gran influencia. Porque el Espíritu comunicante se identifica con el Espíritu del médium y, para esa identificación, es necesario haber simpatía entre ellos, y si así podemos decir, afinidad. El alma ejerce sobre el Espíritu comunicante una especie de atracción o repulsión, según el grado de semejanza o desemejanza entre ellos. Ahora, los buenos tienen afinidad con los buenos y los malos, con los malos, de donde se sigue que las cualidades morales del médium tienen influencia capital sobre la naturaleza de los Espíritus que se comunican por su intermedio. Si el médium es de baja moral, los Espíritus inferiores se agrupan en torno de él y están siempre prontos a tomar el lugar de los buenos Espíritus a que el apelo. Las cualidades que atraen de preferencia a los Espíritus buenos son: la bondad, la benevolencia, la simplicidad de corazón, el amor al prójimo, el desprendimiento de las cosas materiales. Los defectos que los apartan son: el orgullo, el egoísmo, la envidia, los celos, el odio, la codicia, la sensualidad y todas las pasiones por las cuales el hombre se apega a la materia. “(El Libro de los Mediums, ítem 227) Es evidente que no se espera la actitud ya santificada por parte de un médium, sujeto a las leyes de la evolución terrenal. Sin embargo, la simpatía y la protección de los buenos Espíritus se dan en la medida de los esfuerzos que el hace para vencer en si mismo y superar deficiencias y desequilibrios – siendo la propia mediúmnidad un instrumento inigualable de elevación. Por ella, muchas veces recibimos la inspiración.los consejos y las orientaciones morales necesarias para nuestro adelantamiento. Por ella, identificamos mejor nuestras debilidades, pues si pusiéramos atención en nosotros mismos, observaríamos como los Espíritus perturbadores se aprovechan de ellas.

Mediúmnidad y emoción

La percepción extra-sensorial de los Espíritus se da generalmente en primer lugar en el patamar de la emoción. La asimilación de ideas es siempre posterior al impacto emocional. Y eso tanto en lo cotidiano, como en el espacio de una sesión mediúmnica. Tristeza, angustia, rabia, nerviosismo, tedio u, por otro lado alegría, paz de espíritu, hasta aun mismo sensación de éxtasis pueden ser síntomas de una presencia espiritual.

En ese paso, debe entrar el médium con su autoconocimiento para distinguir sus propias emociones de aquellas provocadas o potencializadas por los Espíritus. Las emociones que pertenecen al propio médium son aquellas cuyas causas son fácilmente identificativas. Se queda triste o irritado por algún motivo. Si no hay motivo alguno, se puede desconfiar de alguna interferencia extraña. Y si hay algún motivo, más nuestra reacción está exagerada, entonces se puede estar juntando a nuestra rabia o a nuestra tristeza, la influencia de otros espíritus. Ellos potencializan nuestras emociones.

Inversamente también acontece. Si algún día nos sentimos especialmente leves, tranquilos y felices, sin ningún motivo aparente, esto puede darse por la recordación de un contacto espiritual venturoso durante el sueño o incluso por la aproximación de algún Espíritu, durante el estado de vigilia.

Para saber lidiar con nuestras propias emociones y aun con las emociones ajenas, es preciso desenvolver larga autodisciplina. Anular emociones o racionalizarlas en exceso no es el camino, pues no se trata de enfriarlas hasta el punto de tornarnos indiferentes. Más si es preciso controlarlas, en vez de dejarnos atropellar por ellas. Llorar, reír, indignarse, entristecerse son reacciones humanas naturales. Sin embargo, tanto la alegría como el dolor, así como la indignación, deben ser comedidas, no deben dejarnos salir del eje. En el médium, el descontrol emocional puede ser la puerta abierta a la obsesión, pues es en el justo momento en que perdemos nuestro autocontrol que los Espíritus perturbadores pueden instalar sus pensamientos y sus impulsos en los nuestros y podemos ser llevados a hablar y actuar empujados por ellos. Eso en lo que se refiere a la vigilancia diaria que el médium debe tener consigo mismo

En la hora propiamente dicha de la comunicación, tal control es esencial para que haga fluir más eficiente entre los dos planos. Si el espíritu comunicante está en desequilibrio emocional es justamente la serenidad del médium la que va a contribuir para su reequilibrio. Si el médium se deja dominar completamente, en vez de ayudar al otro, estará desayudándose a si mismo. Si el Espíritu comunicante fuera un Espíritu superior y, sobretodo, si tuviera ligación afectiva profunda con el médium, las lágrimas serán manifestación natural de gratitud, amor o pesar. Más si hubiera exceso, el contenido de la comunicación, sea oral o escrita, sufrirá en calidad, pues el médium estará enteramente tomado por la emoción y no facilitara la claridad de las ideas. Es verdad que, algunas veces, el espíritu Superior no desea comunicarse o no puede hacerlo, provocando lágrimas y tocando corazones, con su vibración amorosa. En ese caso, no hay la preocupación de una transmisión de ideas, más si justamente el despertar de sentimiento fecundos en el médium y en los asistentes de la reunión.

Mediúmnidad y educación

Estos dos temas están intrínsecamente relacionados, pues todo lo que es propio del ser humano debe ser comprendido de forma pedagógica. Ya que la meta del espíritu es la perfección, todos los medios para conseguirla son educación.

En el caso de la mediúmnidad es medio y fin.

La mediúmnidad como medio de perfeccionamiento

Es medio porque puede tornarse importante instrumento de la evolución humana, tanto para quien la practica, como para quien n de ella es beneficiario. El médium puede emplearla para mejorar su percepción del mundo, para instruirse con el contenido espiritual de que es intermediario, instruyendo también al prójimo. Cuando lidia con otros espíritus, superiores o inferiores a él, en moralidad o inteligencia, está en proceso de aprendizaje e interacción, acumulando un conocimiento experimental del ser, que no puede ser buscado en ningún compendio.

Ese aprendizaje que la mediúmnidad proporciona tiene un alcance pedagógico más amplio. En el descorrer de la historia humana, filósofos y profetas, artistas y científicos, conscientemente o no, han servido de intermediarios, inter existenciales, construyendo el conocimiento humano, de forma interactiva con el plano espiritual. Sócrates se refería a su daimon, como la voz inspiradora de sus acciones. Descartes afirmaba que toda su filosofía se había iniciado a partir de tres sueños, proporcionados por el espíritu de Verdad. Rousseau contaba como tuviera una visión de las ideas que desenvolvería en sus libros. Más asumir la comunicación mediúmnica, como parte constitutiva de la construcción del conocimiento nunca fue tan explicito y transparente.

La abnegación mediúmnica

La participación del médium en un proceso de auto educación significa que el usará sus potencialidades psíquicas de forma responsable y beneficiosa. El Libro de los Mediums habla de “desear el bien y repeler el egoísmo y el orgullo”. (Cap. XX, Ítem 226, n. 11) Dice el libro de los Espíritus que la “sublimidad de la virtud consiste en el sacrificio del interés personal para el bien del prójimo, sin segunda intención” (cuestión 893) De entre los empeños morales del médium, uno de los mayores debe ser el de abnegarse, el de hacer el Bien sin deseo de recompensa de cualquier especie. Eso engloba el abandono de todo interés personal: dinero, poder, fama o aun mismo retribución psíquica y afectiva.

Al contrario de las corrientes espiritualistas anglosajonicas en que se hace el comercio abierto de la mediúmnidad, es corriente en el medio espirita brasileño, el rechazo del interés financiero mezclado a la actividad mediúmnica. En su mayoría, los médiums adeptos de la Doctrina Kardeciana, se abstienen de sacar provecho económico de sus facultades. Cuando lo hacen, su seriedad mediúmnica es puesta en duda. De hecho, misturar la ambición de lucro monetario de una actividad que requiere todo respeto, toda absnegación y toda elevación mental, es sujetarla a influencias más despectivas posibles. Pretender lidiar con el mundo espiritual, ser intermediario de seres en otra dimensión, servir de puente entre los dos mundos - al precio de un producto mercadológico es abrir espacio para cualquier tipo de mistificación. El cliente que paga tiene derechos; quien vende un producto ha de dar garantía de lo que vende. Siendo el hecho mediúmnico una interacción de inteligencias autónomas y libres, el médium nada puede ofrecer con garantía y mucho menos hacerse pagar por comunicaciones que no dependen de el. Más allá de eso, comercializar las bendiciones de lo alto o la caridad practicada es infracción grave de las leyes divinas. Basta recordar que una de las pocas veces en que Jesús se indigno con energía, fue contra los mercaderes del templo.

Es importante fijar ese aspecto, porque la tentación diaria a la que el médium se ve sometido es muy grane. Y, a pesar del acostumbrado rechazo del movimiento espirita brasileño a comerciar la mediúmnidad, comienza a surgir cierta tolerancia en relación a médiums de cura, lo que también es inadmisible. Aun más considerándose el hecho de que la mediúmnidad es siempre un fenómeno delicado para ser comprobado y ofrece apenas un grado relativo de seguridad. De esa forma, la exclusión del interés financiero es la primera garantía de seriedad, aunque no suficiente. Esto también sirve para los libros mediúmnicos. En cualquier actividad, donde hay interés de lucro, el podrá sobreponerse a cualquier preocupación de ética y calidad. Así, cuando se trata de algo sagrado, la abnegación debe ser absoluta.

Más no se trata de intereses financieros apenas. Dado el atavismo milenario de la humanidad de procurar gurús y se aferran a los chamanes, oráculos y los lectores de la suerte, existe la tendencia de proyectar esas ansias de dependencia para los médiums contemporáneos – y algunos se complacen en eso. por el hecho de poseer un conocimiento más preciso de dadas situaciones o personas o aun mismo del pasado y del futuro, ese conocimiento muchas veces es usado como medio de mantener a los otros en dependencia psíquica o en estado de idolatría. El médium y su cliente entran en un juego de vampirismo mutuo, en el que el primero se alimenta de la adoración servil y el segundo se vicia en las orientaciones y consejos para su vida en particular. Por tanto, en una relación de poder, en la que el orgullo y el egoísmo entran como actores principales.

La dominación psíquica puede ser también colectiva, cuando el médium se deja embriagar por la fama derivada de obras y fenómenos de que fue intermediario, juzgándose merecedor de elogios y privilegios. Precaverse contra la vanidad, abnegarse de si mismo es el remedio. Según Kardec, el médium moralizado, al contrario del médium vanidoso, “convencido de que su facultad es un don que le fue concedido para el bien, no prevalecerá de ninguna manera, ni se atribuirá cualquier mérito por poseerla. Recibe como una gracia las buenas comunicaciones, debiendo esforzarse por merecerlas a través de su bondad, de su benevolencia y de su modestia. El primero se enorgullece de sus relaciones con los Espíritus superiores; este se humilla, por considerarse siempre indigno de ese favor.” (Libro de los Médiums, ítem 229).

*Educadora, maestra y doctora en Educación, periodista, escritora, creadora de la Asociación Brasileña de Pedagogía Espirita (ABPE) y del curso de pos graduación en Pedagogía Espirita.

domingo, 26 de dezembro de 2010

Educação Mediúnica

Por Dora Incontri

Três requisitos fundamentais para a prática consciente e elevada da mediunidade são:

1) A capacidade de concentração: “Mais importante (…) é a calma e o recolhimento que se deve ter, juntos a um desejo e uma firme vontade de êxito. E por vontade não entendemos aqui um desejo efêmero e inconseqüente, a cada momento interrompido por outras preocupações, mas uma vontade séria, perseverante, sustentada com firmeza, sem impaciência nem ansiedade. O recolhimento é favorecido pela solidão, pelo silêncio e o afastamento de tudo o que possa provocar distrações.” (O Livro dos Médiuns, item 204). Durante os trabalhos mediúnicos, é preciso saber isolar a mente de todas as dispersões a que estamos habituados. Focar o pensamento no propósito de servir, fixar a emoção em Jesus (pode-se usar o recurso de projeção de uma imagem de Cristo, de preferência não do Cristo crucificado, mas do Cristo doce e consolador, à beira dos lagos, no alto dos montes…), direcionar conscientemente vibrações para os Espíritos sofredores comunicantes. Trata-se de uma disciplina mental, que deveríamos aliás praticar diariamente e não apenas na hora da prática mediúnica. Saber centrar e controlar os próprios pensamentos é conquista importante do Espírito. Mas não é algo que se atinge facilmente. É preciso calma e persistência. Entretanto, há dois movimentos mentais distintos na sessão mediúnica: a) o direcionar o pensamento, tendo em vista a prece, a emissão de vibrações ou a projeção de uma imagem e b) o esvaziar a mente para permitir que o Espírito comunicante manifeste o seu pensamento.

2) O autoconhecimento: Sendo a mediunidade um ato de comunicação entre nós e outras inteligências em estágios mais ou menos avançados, é indispensável saber exatamente o que somos, o que pensamos e o que desejamos, para dinstingüir o mais possível o nosso pensamento dos pensamentos que nos chegam durante a sessão mediúnica ou no cotidiano. Na posse de nós mesmos, conscientes de nossas conquistas e de nossas fraquezas, fica mais fácil separar a manifestação dos Espíritos da nossa própria personalidade. Embora em toda manifestação mediúnica, sempre haja uma influência maior ou menor do médium. “…o Espírito do médium não é jamais completamente passivo? — Ele é passivo quando não mistura suas próprias idéias com as do Espírito comunicante, mas nunca se anula por completo. Seu concurso é indispensável como intermediário, mesmo quando se trata dos chamados médiuns mecânicos.” (O Livro dos Médiuns, item 223, questão 10 – Ver também o resto do capítulo XIX – O papel do médium nas comunicações).

3) O engajamento na auto-educação: “Se o médium, quanto à execução, é apenas um instrumento, no tocante à moral exerce grande influência. Porque o Espírito comunicante identifica-se com o Espírito do médium e, para essa identificação, é necessário haver simpatia entre eles, e se assim podemos dizer, afinidade. A alma exerce sobre o Espírito comunicante uma espécie de atração ou repulsão, segundo o grau de semelhança ou disssemelhança entre eles. Ora, os bons têm afinidade com os bons e os maus, com os maus, de onde se segue que as qualidades morais do médium têm influência capital sobre a natureza dos Espíritos que se comunicam por seu intermédio. Se o médium é de baixa moral, os Espíritos inferiores se agrupam em torno dele e estão sempre prontos a tomar o lugar dos bons Espíritos a que ele apelou. As qualidades que atraem de preferência os Espíritos bons são: a bondade, a benevolência, a simplicidade de coração, o amor ao próximo, o desprendimento das coisas materiais. Os defeitos que os afastam são: o orgulho, o egoísmo, a inveja, o ciúme, o ódio, a cupidez, a sensualidade e todas as paixões pelas quais o homem se apega à matéria.” (O Livro dos Médiuns, item 227) É evidente que não se espera a atitude já santificada por parte de um médium, sujeito às leis da evolução terrena. Porém, a simpatia e a proteção dos bons Espíritos se dão na medida dos esforços que ele faz para vencer a si mesmo e superar deficiências e desequilíbrios — sendo a própria mediunidade um instrumento inigualável de elevação. Por ela, muitas vezes recebemos as inspirações, os conselhos e as orientações morais necessários ao nosso adiantamento. Por ela, melhor identificamos as nossas fraquezas, pois se fizermos atenção a nós mesmos, observaremos como os Espíritos perturbadores se aproveitam delas.

Mediunidade e emoção

A percepção extra-sensorial dos Espíritos se dá geralmente em primeiro lugar no patamar da emoção. A assimilação de idéias é sempre posterior ao impacto emocional. E isso tanto no cotidiano, quanto no espaço de uma sessão mediúnica. Tristeza, angústia, raiva, nervosismo, tédio ou, por outro lado, alegria, paz de espírito, até mesmo sensação de êxtase podem ser sintomas de uma presença espiritual.

Nesse passo, deve entrar o médium com seu autoconhecimento para distingüir as suas próprias emoções daquelas provocadas ou potencializadas pelos Espíritos. As emoções que pertencem ao próprio médium são aquelas cujas causas são facilmente identificáveis. Fica-se triste ou irritado por algum motivo. Se não há motivo algum, pode-se desconfiar de alguma interferência estranha. E se há algum motivo, mas a nossa reação está exagerada, então pode-se estar juntando à nossa raiva ou à nossa trsiteza, a influência de outros Espíritos. Eles potencializam as nossas emoções.

Inversamente também acontece. Se algum dia nos sentimos especialmente leves, tranqüilos e felizes, sem nenhum motivo aparente, isto pode se dar pela recordação de um contato espiritual venturoso durante o sono ou ainda pela aproximação de algum Espírito, durante o estado de vigília.

Para sabermos lidar com as nossas próprias emoções e ainda com emoções alheias, é preciso desenvolver larga autodisciplina. Anular emoções ou racionalizá-las em excesso não é o caminho, pois não se trata de esfriá-las a ponto de nos tornarmos indiferentes. Mas é preciso controlá-las, ao invés de nos deixarmos atropelar por elas. Chorar, rir, indignar-se, entristecer-se são reações humanas naturais. Porém, tanto a alegria quanto a dor, assim como a indignação, devem ser comedidas, não devem nos deixar sair do eixo. No médium, o descontrole emocional pode ser a porta aberta à obsessão, pois é no justo momento em que perdemos o nosso autocontrole que os Espíritos perturbadores podem instalar seus pensamentos e seus impulsos nos nossos e podemos ser levados a falar e agir empurrados por eles. Isso no que se refere à vigilância diária que o médium deve ter consigo mesmo.

Na hora propriamente dita da comunicação, tal autocontrole é essencial para que haja um fluir mais eficiente entre os dois planos. Se o Espírito comunicante está em desequilíbrio emocional é justamente a serenidade do médium que vai contribuir para seu reequilíbrio. Se o médium se deixa dominar completamente, ao invés de ajudar o outro, estará desajudando a si mesmo. Se o Espírito comunicante for um Espírito superior e, sobretudo, se tiver ligação afetiva profunda com o médium, as lágrimas serão manifestação natural de gratidão, amor ou saudades. Mas se houver excesso, o conteúdo da comunicação, seja oral ou escrita, sofrerá em qualidade, pois o médium estará inteiramente tomado pela emoção e não facilitará a clareza de idéias. É verdade que, às vezes, o Espírito Superior não deseja se comunicar ou não pode fazê-lo por qualquer circunstância: faz-se apenas sentir, provocando lágrimas e tocando os corações, com sua vibração amorosa. Nesse caso, não há a preocupação de uma transmissão de idéias, mas justamente o despertar de sentimentos fecundos no médium e nos assistentes da reunião.

Mediunidade e Educação

Estes dois temas estão intrinsecamente relacionados, pois tudo que é próprio do ser humano deve ser compreendido de forma pedagógica. Já que a meta do Espírito é a perfeição, todo os meios para atingi-la são Educação.

No caso, a mediunidade é meio e fim.

A mediunidade como meio de aperfeiçoamento

É meio porque pode se tornar importante instrumento da evolução humana, tanto para quem a pratica, como para quem dela é beneficiário. O médium pode empregá-la para melhorar a sua percepção do mundo, para instruir-se com o conteúdo espiritual de que é intermediário, instruindo também o próximo. Quando lida com outros Espíritos, superiores ou inferiores a ele, em moralidade ou inteligência, está em processo de aprendizagem e interação, acumulando um conhecimento experimental do ser, que não pode ser buscado em nenhum compêndio.

Esse aprendizado que a mediunidade proporciona tem um alcance pedagógico mais amplo. No decorrer da história humana, filósofos e profetas, artistas e cientistas, conscientemente ou não, têm servido de intermediários interexistenciais, construindo o conhecimento humano, de forma interativa com o plano espiritual. Sócrates referia-se ao seu daimon, como voz inspiradora de suas ações. Descartes afirmava que toda a sua filosofia havia se iniciado a partir de três sonhos, proporcionados pelo Espírito da Verdade. Rousseau contava como tivera uma visão das idéias que desenvolveria em seus livros. Mas o assumir a comunicação mediúnica, como parte constitutiva da construção do conhecimento nunca foi tão explícito e transparente.

A abnegação mediúnica

O engajamento do médium num processo de auto-educação significa que ele usará as suas potencialidades psíquicas de forma responsável e benéfica. O Livro dos Médiuns fala em “desejar o bem e repelir o egoísmo e o orgulho”. (Cap. XX, ítem 226, n. 11). Diz o Livro dos Espíritos que “a sublimidade da virtude consiste no sacrifício do interesse pessoal para o bem do próximo, sem segunda intenção” (questão 893). Dentre os empenhos morais do médium, um dos maiores deve ser o de abnegar-se, o de agir no Bem sem desejo de recompensa de qualquer espécie. Isso engloba o abandono de todo interesse pessoal: dinheiro, poder, fama ou mesmo retribuição psíquica e afetiva.

Ao contrário das correntes espiritualistas anglo-saxônicas, em que se faz o comércio aberto da mediunidade, é corrente no meio espírita brasileiro, a rejeição do interesse financeiro mesclado à atividade mediúnica. Em sua maioria, os médiuns adeptos da Doutrina de Kardec, abstêm-se de tirar proveito econômico de suas faculdades. Quando o fazem, sua seriedade mediúnica é posta em suspeita. De fato, misturar a ambição de lucro monetário a uma atividade que requer todo respeito, toda abnegação e toda elevação mental, é sujeitá-la à influência mais aviltante possível. Pretender lidar com o mundo espiritual, ser intermediário de seres em outra dimensão, fazer a ponte entre os dois mundos — ao preço de um produto mercadológico é abrir espaço para qualquer tipo de mistificação. O cliente que paga tem direitos; quem vende um produto tem de dar garantia do que vende. Sendo o ato mediúnico uma interação de inteligências autônomas e livres, o médium nada pode oferecer com garantia e muito menos fazer-se pagar por comunicações que não dependem dele. Além disso, mercadejar as bênçãos do alto ou a caridade praticada é infração grave das leis divinas. Basta lembrar de que uma das poucas vezes em que Jesus se indignou com energia, foi contra os vendilhões do templo.

É importante frisar esse aspecto, porque a tentação diária a que o médium se vê submetido é muito grande. E, apesar da costumeira rejeição do movimento espírita brasileiro à mediunidade comercial, começa a surgir certa tolerância em relação a médiuns de cura, o que também é inadmissível. Ainda mais considerando-se o fato de que a mediunidade é sempre um fenômeno delicado para ser comprovado e oferece apenas um grau relativo de segurança. Dessa forma, a exclusão do interesse financeiro é a primeira garantia de seriedade, embora não suficiente. Isto também serve para os livros mediúnicos. Em qualquer atividade, onde há interesse de lucro, ele poderá sobrepor-se a qualquer preocupação de ética e qualidade. Assim, quando se trata de algo sagrado, a abnegação deve ser absolta.

Mas não se trata de desinteresse financeiro apenas. Dado o atavismo milenar da humanidade de procurar gurus e agarrar-se a pajés, oráculos e ledores de sorte, existe a tendência de se projetar esses anseios de dependência para os médiuns contemporâneos — e alguns se comprazem nisso. Pelo fato de possuírem um conhecimento mais preciso de dadas situações ou pessoas ou mesmo do passado e do futuro, esse conhecimento muitas vezes é usado como meio de manter os outros em dependência psíquica ou em estado de idolatria. O médium e seu cliente entram num jogo de vampirismo mútuo, em que o primeiro se alimenta da adoração servil e o segundo se vicia nas orientações e conselhos para sua vida particular. Portanto, uma relação de poder, em que o orgulho e o egoísmo entram como atores principais.

A dominação psíquica pode ser também coletiva, quando o médium se deixa inebriar pela fama derivada de obras e fenômenos de que foi intermediário, julgado-se merecedor de elogios e privilégios. Precaver-se contra a vaidade, para abnegar-se de si mesmo é o remédio. Segundo Kardec, o médium moralizado, ao contrário do médium vaidoso, “convicto de que sua faculdade é um dom que lhe foi concedido para o bem, não se prevalecerá dela de maneira alguma, nem se atribuirá qualquer mérito por possuí-la. Recebe como uma graça as boas comunicações, devendo esforçar-se por merecê-las através da sua bondade, da sua benevolência e da sua modéstia. O primeiro se orgulha de suas relações com os Espíritos superiores; este se humilha, por se considerar sempre indigno desse favor.” (Livro dos Médiuns, item229).

(Extraído http://pedagogiaespirita.org.br/texto/3.htm, acessado em 20/10/2007)

* Educadora, mestre e doutora em Educação, jornalista, escritora, criadora da Associação Brasileira de Pedagogia Espírita (ABPE) e do curso de pós-graduação lato sensu em Pedagogia Espírita.