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terça-feira, 1 de fevereiro de 2011

El Espiritismo y la Investigación Científica

Por Deolindo Amorim

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Ya oímos decir, más de una vez, que “el Espiritismo paro en el siglo XIX”, en materia de estudios científicos. Después de una fase realmente notable, fase en que refulgieron los nombres de CROOKES, AKSAKOF, ZOELLNER, por ejemplo, nunca más se hizo un trabajo de cuño científico, en la acepción exacta. Es lo que se dice. Hasta cierto punto, sinceramente, honestamente, debemos reconocer que la critica tiene alguna procedencia, no hay duda. Desde las últimas décadas del siglo pasado al comienzo de nuestro siglo [1], es innegable, hubo experiencias rigurosas, comunicaciones y relatorías de alto tenor científico. Desde cierto tiempo en adelante, parece que se dio una especie de enfriamiento del espíritu científico en el campo mediúmnico. Esto no quiere decir que no haya material. Hay, si.

Existen buenos Mediums por todas partes, ocurren fenómenos relevantes, más la impresión que se tiene, hoy en día, es de que no hay investigadores del tipo de Crooks, Gibier, Bozzano y otros. Casi no se hacen registros en los trabajos experimentales, ni hay ciertos cuidados, en la mayoría de los casos. Muchos fenómenos importantes quedan sin anotación, sin documento para examen o verificación.

Queremos creer que hay hombres de envergadura intelectual para serias investigaciones, más tal vez no haya condiciones, ambiente favorable, en gran parte, pues no todas las personas que se dedican a la parte experimental del Espiritismo tienen mentalidad científica. Hay mucha diferencia entre mentalidad científica y cultura científica. Es cierto que la cultura abre largos horizontes y mucho puede contribuir para la formación de la mentalidad, más es preciso no perder de vista que muchas personas adquiere adquieren buena cultura científica, hacen mucha lecturas, hacen cursos especializados, etc. etc., más no tienen la verdadera mentalidad científica. Puede parecer un contrasentido. Quien, por ejemplo, queda luego deslumbrado ante un fenómeno o de una comunicación “sensacional” sin cualquier análisis, no tiene mentalidad científica, pues está procediendo apenas emocionalmente, no analíticamente. ¿Y cuanta gente hay, por ahí, que procede así, a pesar de poseer currículos universitarios?... Hay personas que son muy rigurosas en otros campos de la investigación, más cuando entran en el campo mediúmnico proceden más como místicos que como hombres de ciencia. No basta, por tanto, tener la formación científica de los libros o de los cursos de Universidad, es preciso tener actitudes científicas ante los fenómenos. Y es lo que mucha gente no tiene. Hay personas, no en tanto, que no hicieron una cultura científica regular, no disponen de ciertos instrumentos de investigación, más presentan reacciones diferentes, dando la impresión de que tienen mucho más espíritu científico que muchos laureados. Más no se puede decir que no haya, actualmente, gente capacitada para realizar trabajos científicos.

Tal vez esas personas no encuentren comprensión ni apoyo para ciertos tipos de sesiones. Es otro problema. ¿En qué sociedad, en qué ambiente organizar una sesión con médiums preparados para determinadas experiencias? En verdad, no es fácil. Por eso mismo, y sin analizar el problema por otros ángulos, es que algunas personas dicen que “el Espiritismo paro en el siglo pasado”. No paró, pues la mediúmnidad no se acabo, más si la preocupación científica, en gran parte, está siendo perjudicada por las actitudes devocionales, actitudes que pretenden mucho más divinizar a los espíritus y santificar a los médiums que, a rigor, procurar la verdad por el hilo de la razón esclarecida.

El problema comporta aun otras consideraciones, no puede ser colocado apenas dentro de una faja de crítica. Aquí mismo, en Brasil, donde el Espiritismo no quedó apenas en una pura comprobación mediúmnica, ya se dieron fenómenos de gran valor científico, más no se hizo relatoría, no se dio divulgación, a bien decir. Indiscutiblemente, nos descuidamos en anotar, confrontar, registrar, en acta, testimoniar. Todo eso forma parte del legítimo espíritu científico, que es siempre cauteloso. Nuestro temperamento no da mucho para esperar con paciencia, aguardando que las primeras impresiones se confirmen.

Somos indiferentes en determinadas cosas y, al mismo tiempo, somos precipitados en otras cosas: o no damos la debida importancia a manifestaciones realmente significativas o somos capaces de arrebatar con poca cosa… La experiencia que lo diga. El lado mixtico, por su vez, también pesa mucho en la práctica mediúmnica y, por eso mismo, no es fácil imprimir una orientación metódica en determinados grupos, aunque haya médiums de posibilidades aprovechables. La legión de sufridores es muy grande, en todas las camadas sociales, y la mayor parte del público, por eso mismo, recurre a los “canales mediúmnicos” simplemente como fuente de consolaciones o a la procura de esclarecimientos inmediatos para sus situaciones; nunca, sin embargo, como elemento de pesquisa, con visión científica o filosófica.

Todo eso, al final de cuentas, debe ser objeto de consideración, pues hay varios factores confluentes en el campo mediúmnico. Entonces, volvamos al punto de partida: el Espiritismo no paro, más si las condiciones, hoy, son bien diferentes de las condiciones en que pontificaron ciertos hombres de ciencia. No se puede pensar en investigación científica sin pensar, necesariamente, en el material humano que debe ser utilizado en trabajos de tal naturaleza, muy específica y de mucha complejidad.

En el siglo pasado [2] – veamos bien – había una preocupación dominante, absorbente: probar o negar la comunicación de los espíritus. No había otra alternativa. El Espiritismo enfrentaba el desafío de la ciencia, mucho más relevante de lo que la sistemática oposición religiosa. Algunos hombres de ciencia entraron en ese campo exclusivamente para aclarar el tema de la comunicación entre vivos y muertos. No tenían otro objetivo. Y, por eso mismo, emplearon todos los medios, se rodearon de cuidados especiales, vincularon a los médiums, fiscalizaron sesiones con vigilancia implacable, midieron, pasaron, confrontaron, hicieron de todo.

Y era necesario. Llegaron las pruebas. La mayoría de ellos quedó apenas en el terreno experimental, dio testimonio, colocándose corajosamente por encima de los preconceptos y conveniencias, más en verdad es que no se dedico a la especulación filosófica, no llego a la Doctrina, en suma. Gran contribución, indiscutiblemente, en el campo experimental. No fue el caso, mientras tanto, de Gabriel Delanne. Este, si, tenia embocadura de experimentador, era hombre de formación científica, más también hizo obra doctrinaria, en la línea intelectual de ALLAN KARDEC, LEÓN DENIS, por ejemplo.

Delanne partió del fenómeno como otros varios, más entró en la indagación, hizo estudios filosóficos, saco conclusiones validas y lucidas. A todos, no en tanto, de un lado y del otro lado, esto es, tanto del lado puramente fenoménico como del lado doctrinario, mucho debe el movimiento espirita, pues todos ellos son figuras clásicas en la historia del Espiritismo.

Desde cierto tiempo en adelante (debemos comprender bien la situación), una vez comprobada la comunicación entre los vivos y muertos, naturalmente ya no había tanto interés por el campo experimental, ante el testimonio de hombres de proyección científica, sin cualquier compromiso de orden sentimental, religioso o doctrinario. Pasó, hasta cierto punto, la fase de las experiencias objetivas, porque la propia expansión de las ideas espiritas comenzó a provocar intereses de otra naturaleza, debido a las necesidades humanas.

Se abrieron en realidad, dos focos de atención: el fenoménico y el doctrinario. La divulgación de la Doctrina creó a bien decir una polarización muy intensa, justamente porque mucha gente quería el mensaje, reclamaba una filosofía de vida, no se contentaba solamente con la prueba directa de las comunicaciones. Los estados de angustia, la desorientación espiritual, la falta de seguridad interior, la deficiencia de cultura religiosa, todo eso, realmente, llevo al hombre, después de algún tiempo, a procurar el mensaje espirita en estado de casi entusiasmo y, por eso, dejo de concentrarse mucho en las experiencias científicas.

De ahí, vino, la popularización del Espiritismo, trayendo ciertos prejuicios, es innegable, porque se despreció mucho el estudio serio, la investigación, el raciocinio analítico para participar por la simple creencia en los espíritus, como que abriendo camino para la formación de más de una secta… Ese des virtuamiento, convengamos, apartó a ciertos hombres acostumbrados al estudio científico. Todo esto es aceptable en la consideración del problema.

Hay, sin embargo, otro aspecto, y este debe ser tenido en cuenta. Es justamente el aspecto humano. El Espiritismo, hoy en día, es apenas un campo de experiencias mediúmnicos, es una doctrina de vida, representa la solución de muchos problemas del hombre moderno. Las necesidades humanas van aumentando cada vez más, a la medida en que la sociedad se torna más compleja. Y el Espiritismo, para buena parte de la sociedad actual, es la “última esperanza”, es la gran respuesta, que el hombre no encuentra en otras doctrinas, a pesar de haber llamado en muchas puertas… Es una realidad diferente de aquella realidad, que, en la segunda mitad del siglo XIX, vivieron grandes experimentadores de la fenomenología mediúmnica.

Justamente por eso, el problema, no puede ser presentado apenas por un prisma, sea cual sea, más si a través de varios ángulos de observación, sobre todo en cuanto a las peculiaridades de cada país. Podemos, pues, llegar a estas sumarias de conclusiones:

En primer lugar, por el hecho de no haber, hoy, para el registro, el tipo de experiencias de Crookes, Geley, Lombroso y otros, esto no significa que no haya médiums ni tampoco nos permite concluir que el ciclo experimental del Espiritismo hay dejado de ser necesario;

En segundo lugar, si es verdad, hasta cierto punto, que la falta de interés por la investigación científica es perjudicial para la comprensión y el concepto del Espiritismo, también es verdad que el hombre actual es absorbido por una serie de problemas apremiantes, y, por eso, el aspecto doctrinario tiene, para él, mayor interés en la actualidad, a causa del mensaje, que va al sentimiento, aliviando las heridas del alma.

De todo eso, al final, podemos inferir que es necesario encarecer y estimular las investigaciones, la experiencia científica, que tuvo su razón de ser en el siglo pasado [2] y aun se hace indispensable en los días actuales, más no debemos perder de vista el lado verdaderamente humano del Espiritismo ante el sufrimiento y de la profunda decadencia moral que se observa en todos los niveles sociales. No nos olvidemos de que el Espiritismo atiende, o debe atender, al mismo tiempo, necesidades diversas: necesidades científicas, necesidades sociales, necesidades emocionales y así en adelante.

Traducido por M. C. R.

Texto publicado no Anuario Espírita 74 do "Instituto de Difusión Espírita" de Araras, São Paulo, Brasil.

quinta-feira, 27 de janeiro de 2011

O Espiritismo e a Investigação Científica

Por Deolindo Amorim

Já ouvimos dizer, mais de uma vez, que "o Espiritismo parou no século XIX", em matéria de estudos científicos. Depois de uma fase realmente notável, fase em que refulgiram os nomes de CROOKES, AKSAKOF, ZOELLNER, por exemplo, nunca mais se fez um trabalho de cunho científico, na acepção exata. É o que se diz. Até certo ponto, sinceramente, honestamente, devemos reconhecer que a crítica tem alguma procedência, não há duvida. Das últimas décadas do século passado ao começo do nosso século[1], é inegável, houve experiências rigorosas, comunicações e relatórios de alto teor científico. De certo tempo em diante, parece que se deu uma espécie de arrefecimento do espírito científico no campo mediúnico. Isto não quer dizer que não haja material. Há, sim.

Bons médiuns existem por toda parte, ocorrem fenômenos relevantes, mas a impressão que se tem, hoje em dia, é de que não há mais investigadores do tipo de Crookes, Gibier, Bozzano e outros. Quase não se fazem registros nos trabalhos experimentais, nem há certos cuidados, na maioria dos casos. Muito fenômeno importante fica sem anotação, sem documento para exame ou verificação.

Queremos crer que haja homens de envergadura intelectual para investigações sérias, mas talvez não haja condições, ambiente favorável, em grande parte, pois nem todas as pessoas que se dedicam a parte experimental do Espiritismo tem mentalidade científica. Há muita diferença entre mentalidade científica e cultura científica. É certo que a cultura abre horizontes largos e pode contribuir muito para a formação da mentalidade, mas é preciso não perder de vista que muitas pessoas adquirem boa cultura científica, tem muita leitura, fazem cursos especializados, etc., etc., mas não tem a verdadeira mentalidade científica. Pode parecer um contra-senso. Quem, por exemplo, fica logo deslumbrado diante de um fenômeno ou de uma comunicação "sensacional" sem qualquer análise, não tem mentalidade científica, pois está procedendo apenas emocionalmente, não analiticamente. E quanta gente há, por aí, que procede assim, apesar de possuir currículos universitários?... Há pessoas que são muito rigorosas noutros campos de pesquisa, mas quando entram no campo mediúnico procedem mais como místicos do que propriamente como homens de ciência. Não basta, portanto, ter a formação científica dos livros ou dos cursos de Universidade, é preciso ter atitudes científicas diante dos fenômenos. E é o que muita gente não tem. Há pessoas, no entanto, que não fizeram uma cultura científica regular, não dispõe de certos instrumentos de pesquisa, mas apresentam reações diferentes, dando a impressão de que tem muito mais espírito científico do que muitos laureados. Mas não se pode dizer que não haja, atualmente, gente capaz de realizar trabalhos científicos.

Talvez essas pessoas não encontrem compreensão nem apoio para certos tipos de sessões. É outro problema. Em que sociedade, em que ambiente organizar uma sessão com médiuns preparados para determinadas experiências? Não é fácil, digamos a verdade. Por isso mesmo, e sem analisar o problema também por outros ângulos, é que algumas pessoas dizem que "o Espiritismo parou no século passado". Não parou, pois a mediunidade não se acabou, mas a preocupação científica, em grande parte, está sendo prejudicada pelas atitudes devocionais, atitudes que pretendem muito mais divinizar os espíritos e santificar os médiuns do que, a rigor, procurar a verdade pelo fio da razão esclarecida.

O problema comporta ainda outras considerações, não pode ser colocado apenas dentro de uma faixa de crítica. Aqui mesmo, no Brasil, onde o Espiritismo não ficou apenas na pura comprovação mediúnica, já se deram fenômenos de grande valor científico, mas não se fez relatório, não se deu divulgação, a bem dizer. Indiscutivelmente, nós nos descuidamos de anotar, confrontar, registrar em ata, testemunhar. Tudo isso faz parte do legítimo espírito científico, que é sempre cauteloso. Nosso temperamento geralmente não dá muito para esperar com paciência, aguardando que as primeiras impressões se confirmem.

Somos indiferentes em determinadas coisas e, ao mesmo tempo, somos precipitados noutras coisas: ou não damos a devida importância a manifestações realmente significativas ou somos capazes de nos arrebatar com pouca coisa... A experiência que o diga. O lado místico, por sua vez, também pesa muito na prática mediúnica e, por isso mesmo, não é fácil imprimir uma orientação metódica em determinados grupos, ainda que haja médiuns de possibilidades aproveitáveis. A legião de sofredores é muito grande, em todas as camadas sociais, e a maior parte do público, por isso mesmo, recorre aos "canais mediúnicos" simplesmente como fonte de consolações ou à procura de esclarecimentos imediatos para suas situações; nunca, porém, como elemento de pesquisa, com visão científica ou filosófica.

Tudo isso, afinal-de-contas, deve ser objeto de consideração, pois há vários fatores confluentes no campo mediúnico. Então, voltemos ao ponto de partida: o Espiritismo não parou, mas as condições, hoje, são bem diferentes das condições em que pontificaram certos homens de ciência. Não se pode pensar em investigação científica sem pensar, necessariamente, no material humano que deve ser utilizado em trabalhos de tal natureza, muito específica e de muita complexidade.

No século passado[2] - vejamos bem - havia uma preocupação dominante, absorvente: provar ou negar a comunicação dos espíritos. Não havia outra alternativa. O Espiritismo enfrentava o desafio da ciência, muito mais relevante do que a sistemática oposição religiosa. Alguns homens de ciência entraram nesse campo exclusivamente para tirar a limpo a questão da comunicação entre vivos e mortos. Não tinham outro fito. E, por isso mesmo, empregaram todos os meios, forraram-se de cuidados especiais, amarraram médiuns, fiscalizaram sessões com vigilância implacáveis, mediram, pesaram, confrontaram, fizeram tudo.

E era necessário. Chegaram às provas. A maioria deles ficou apenas no terreno experimental, deu testemunho, colocando-se corajosamente acima de preconceitos e conveniências, mas verdade é que não se dedicou à especulação filosófica, não chegou à Doutrina, em suma. Grande contribuição, indiscutivelmente, no campo experimental. Não foi o caso, entretanto, de Gabriel Delanne. Este, sim, tinha embocadura de experimentador, era homem de formação científica, mas também fez obra doutrinária, na linha intelectual de ALLA KARDEC, LÉON DENIS, por exemplo.

DELANNE partiu do fenômeno, como vários outros, mas entrou na indagação, fez estudos filosóficos, tirou conclusões válidas e lúcidas. A todos, no entanto, de um lado e do outro lado, isto é, tanto do lado puramente fenomênico quanto do lado doutrinário, muito deve o movimento espírita, pois todos eles são figuras clássicas na história do Espiritismo.

De certo tempo em diante (devemos compreender bem a situação), uma vez provada e comprovada a comunicação entre vivos e mortos, naturalmente já não havia tanto interesse pelo campo experimental, diante dos depoimentos de homens de projeção científica, sem qualquer compromisso de ordem sentimental, religiosa ou doutrinária. Passou, até certo ponto, a fase das experiências objetivas, porque a própria expansão das idéias espíritas começou a provocar interesses de outra natureza, devido às necessidades humanas.

Abriram-se, na realidade, dois focos de atenção: o fenomênico e o doutrinário. A divulgação da Doutrina criou a bem dizer uma polarização muito intensa, justamente porque muita gente queria mensagem, reclamava uma filosofia de vida, não se contentava somente com a prova direta das comunicações. Os estados de angústia, a desorientação espiritual, a falta de segurança interior, a deficiência de cultura religiosa, tudo isso, realmente, levou o homem, depois de algum tempo, a procurar a mensagem espírita em estado de quase sofreguidão e, por isso, deixou de se concentrar muito nas experiências científicas.

Veio, daí, a popularização do Espiritismo, trazendo certos prejuízos, é inegável, porque se desprezou muito o estudo sério, a pesquisa, o raciocínio analítico para enveredar pela simples crença nos espíritos, como que abrindo caminho para a formação de mais uma seita... Esse desvirtuamento, convenhamos, afastou certos homens afeitos a estudos científicos. Tudo isto é aceitável na consideração do problema.

Há, porém, outro aspecto, e este deve ser levado em conta. É justamente o aspecto humano. O Espiritismo, hoje em dia, não é apenas um campo de experiências mediúnicas, é uma doutrina de vida, representa a solução de muitos problemas do homem moderno. As necessidades humanas vão aumentando cada vez mais, na medida em que a sociedade se torna mais complexa. E o Espiritismo, para boa parte da sociedade atual, é a "última esperança", é a grande resposta, que o homem não encontra noutras doutrinas, apesar de haver batido em muitas portas... É uma realidade diferente daquela realidade, que, na segunda metade do século XIX, viveram grandes experimentadores da fenomenologia mediúnica.

Justamente por isso, o problema, não pode ser apresentado apenas por um prisma, seja qual for, mas através de vários angulos de observação, sobretudo quanto às peculiaridades de cada país. Podemos, pois, chegar a estas sumárias conclusões:

Em primeiro lugar, pelo fato de não haver, hoje, ao que conste, experiências do tipo de Crookes, Geley, Lombroso e outros, isto não significa que não haja médiuns nem tampouco nos permite concluir que o ciclo experimental do Espiritismo tenha deixado de ser necessário;

Em segundo lugar, se é verdade, até certo ponto, que a falta de interesse pela investigação científica é prejudicial à compreensão e ao conceito do Espiritismo, também é verdade que o homem atual é absorvido por uma série de problemas prementes e, por isso, o aspecto doutrinário tem, para ele, maior interesse no momento, por causa da mensagem, que vai ao sentimento, aliviando as feridas da alma.

De tudo isso, afinal, podemos inferir que é necessário encarecer e estimular as pesquisas, a experiência científica, que teve sua razão de ser no século passado[2] e ainda se faz indispensável nos dias atuais, mas não devemos perder de vista o lado verdadeiramente humano do Espiritismo diante do sofrimento e da profunda decadência moral que se observa em todos os níveis sociais. Não nos esqueçamos de que o Espiritismo atende, ou deve atender, ao mesmo tempo, a necessidades diversas: necessidades científicas, necessidades sociais, necessidades emocionais e assim por diante.

Texto publicado no Anuário Espírita 74 do "Instituto de Difusão Espírita" de Araras, São Paulo, Brasil.

Observações:


[1] Deolindo Amorim escreveu este texto em 1974 assim ele se refere ao período que vai das últimas décadas do século XIX ao início do XX.

[2] Século XIX