Por Orson Peter Carrara
Allan Kardec uso el mismo título, en su Revista Espirita de mayo de 1867, para abordar la cuestión de la influencia de los malos fluidos – producidos por los sentimientos contrarios a la caridad -, que tornan los ambientes desagradables y muchas veces intolerables.
No es otra la causa de los constreñimientos que se establecen en las relaciones, especialmente en grupos donde el ambiente “parece pesar” y surgen sensaciones de malestar. Y hay que considerar que las permanencias de esos “ambientes pesados”, característicos por ondas mentales conflictivas, puede acarrear graves prejuicios morales y aun mismo desuniones y daños a la salud, ya que son desencadenadores de obsesiones.
el abordaje del Codificador es extremadamente lucido y coherente. Seleccionamos algunos trechos al lector, indicando, todavía, la fuente original para la lectura y estudio en la integridad, conforme es citado en el primer parágrafo.
“(…) sabemos que, en una reunión, más allá de los asistentes corporales, hay siempre auditores invisibles, que siendo la impermeabilidad una propiedad del organismo de los Espíritus, estos pueden hallarse en un número ilimitado en un dado espacio. (…) Se sabe que los fluidos que emanan de los espíritus son más o menos saludables, conforme sea su grado de depuración. Se conoce su poder curativo en ciertos casos y, también, sus efectos mórbidos de individuo a individuo. Ora, desde que el aire puede ser saturado por esos fluidos, no es evidente que, conforme la naturaleza de los Espíritus que abundan en determinado lugar, el aire ambiente se halla cargado de elementos saludables o malsanos, que deben ejercer influencias sobre la salud física, asi como también, sobre la salud moral? ¿Cuando se piensa en la acción de la energía que un Espíritu puede ejercer sobre un hombre, es de admirar la que debe resultar de una aglomeración de centenas o millares de Espíritus? Esta acción será buena o mala conforme los Espíritus la derramen en un dado medio con un fluido benéfico o maléfico, actuando a la manera de las emociones fortificantes o de los miasmas deletéreos, que se esparcen en el aire. Así se puede explicar ciertos efectos colectivos, producidos sobre masas de individuos, el sentimiento de bienestar o de malestar, que se experimenta en ciertos medios y que no tiene ninguna causa aparente conocida, el entusiasmo o el desaliento, algunas veces la especie de vértigo que se apodera de una asamblea, de toda una ciudad, aun mismo de un pueblo. En razón de su grado de sensibilidad, cada individuo súfrela influencia de esta atmosfera viciada o vivificante. Por este hecho, que parece fuera de duda y que, al mismo tiempo que la teoría y la experiencia, nos hallamos en las relaciones del mundo espiritual con el mundo material, un nuevo principio de higiene, que, sin duda, un día la ciencia hará entrar en línea de cuenta. (…)
Ahora, el trecho transcrito es por demás claro. El remite a otras tantas consideraciones, imposibles de ser traídas al simple espacio de una articulo. Más podríamos ponderar sobre como substraerse a estas influencias (y Kardec aborda eso en la continuidad del texto).
El hecho concreto es que somos siempre responsables por el tipo de influencia que atraemos o alteraciones que producimos en los fluidos que nos rodean por la fuerza de los sentimientos y pensamientos que cultivamos.
En una asamblea, pequeña o numerosa, el padrón dominante de los pensamientos es factor decisivo para determinar el tipo de sensación que vigorizará “en el aire” de aquel ambiente. Alterarlo también es tarea de los mismos pensamientos y sentimientos. Fruto de la perseverancia en el bien y en el reconocimiento de los valores que conducen al establecimiento de la harmonía en la convivencia.
Una vez más surge la necesidad de la mejoría moral como único recurso de poder vivir mejore.
Clique aqui para a versão em português.
Tradução: Mercedes Cruz
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