quinta-feira, 15 de março de 2012

Visión Correcta del Espiritismo


Por Nazareno Tourinho

Es innegable que el Espiritismo, esencialmente, como hecho natural, como ley de vida, es  de todos los tiempos, se encuentra aunque de un modo difuso o velado en el aliciente de  todas las creencias inmortales, razón por lo que debe ser concebido  no como una secta particular y si como elementos capaz de fortalecer las diversas religiones y abrir camino para que ellas se encuentren con las variadas ciencias, llevando al hombre a cumplir de manera integral su destino en este mundo, a través  del desenvolvimiento tanto de las potencialidades sentimentales como intelectivas. Siendo así, nada impide que un católico, un teósofo, un amante de la Umbanda o del esoterismo sea también espirita, cara al carácter universalista, cósmico, del Espiritismo, y quien quisiera defender esta posición ciertamente descubrirá  algunas frases de Allan Kardec para apoyarse. Con todo, solamente será espirita en parte, y no de un modo completo, pues es igualmente indiscutible que la verdadera Doctrina Espirita está en la enseñanza que los Espíritus dieron (“El Libro de los Espíritus”, introducción, ítem XVIII), y tal enseñanza  es suficientemente clara cuando establece los fundamentos de una filosofía racional (ídem, Prolegómenos) que incompatibiliza la teoría y práctica del Espiritismo  con todo aquello que tiene sabor a místico y es destituido de contenido lógico. De ahí porque nadie puede ser fiel a la causa espirita  si dejará de actuar con buen sentido.

No basta obtener la tarjeta en el Club de la Pureza Doctrinaria para servir con eficiencia en el espiritismo. Lo importante es tener una visión correcta y el buen sentido indica que, para eso, el primer cuidado  es no ser radicales. En la historia  de todos los movimientos que han surgido  para alargar los horizontes mentales del ser  humano siempre fueron las concepciones extremistas las que estragaron todas… Son ellas las fuentes generadoras  de la ortodoxia  y toda ortodoxia es fechadura dogmatica  atrancando las ventanas  del libre análisis, sin el cual se torna imposible el progreso. Acontece que tanto hay una ortodoxia excesivamente conservadora, dedicada para sustentar el tradicionalismo, como hay una ortodoxia exageradamente renovadora, que nada respeta, ni aun mismo los valores fundamentales e imprescindibles  para la identidad de un pensamiento filosófico. La primera produce  la inmovilidad  por la fe ciega  y la segunda  va tan lejos que destruye  cualquier fe, aunque nazca del conocimiento bien construido. Es lamentable, más aun no aprendimos una gran lección de la Antigüedad clásica: la Virtud esta en el medio…

Con el debido aprecio a los que luchan por fijar el espiritismo únicamente en el plano científico o exclusivamente en la esfera religiosa,  y aun con la justa consideración  a aquellos que desean conservarlo en su rasgo primitivo o modernizarlo por completo, osamos afirmar que la providencia básica para tener una óptica sino perfecta, por lo menos razonable, del Espiritismo, consiste  en abandonar la presunción de sabiduría infusa  y estudiar con inteligente humildad la obra de Kardec, donde son límpidamente expuestos los principios incuestionables de nuestra Doctrina y los puntos sobre los cuales ella misma recomienda reflexión, pesquisa y debate para la madurez de las ideas.

Lo malo es que, en vez de examinar sin premeditación los libros del maestro lionés, recurrimos a ellos  con el deliberado ánimo de captar escasos argumentos alimentadores de nuestras tendencias ideológicas, sin admitir que, como las demás personas, estamos sujetos a limitaciones perceptivas. Ora, como todos nos situamos en grados  de evolución diferenciados, cada uno ve el Espiritismo de una forma  distinta, resultando de ahí las insanas divergencias de opinión. Si sabemos administrarlas, cultivándolas con equilibrio y moderación, todavía podremos convivir  en régimen de trabajo solidaridad y tolerancia, en consonancia a la divisa, o lema, de la Codificación. Si caemos en el radicalismo, terminamos siendo nocivos  y no útiles al ideal común.  Es lo que parece, salvo mejor juicio…

Fuente: Reformador nº 2000 de Noviembre de 1995

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Tradução: Mercedes Cruz

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