Mostrando postagens com marcador Punição. Mostrar todas as postagens
Mostrando postagens com marcador Punição. Mostrar todas as postagens

sexta-feira, 18 de novembro de 2011

La Reencarnación como proceso educativo

Por Ricardo Malta

Clique aqui para a versão em português.

La reencarnación, al contrario de lo que vulgarmente se  propaga, no es un proceso punitivo. Es, en verdad, un sistema educativo de  evolución espiritual, regulado por Leyes que fueron instituidas por Dios. por tanto, el Espíritu no retorna al cuerpo físico con la intención de  sufrir puniciones, su regreso a la vestimenta carnal forma parte  de la pedagogía divina.

 La propia expiación,  que el  laico confunde con punición, es en realidad el resultado de la Ley de Causa y Efecto. Para mejor entender esa dinámica, debemos servirnos de una analogía: supongamos que un adolescente, en virtud  de su desidia  en los estudios (causa), se ve obligado a repetir  el año escolar (efecto). ¿En este caso, podemos decir que el colegio  estará aplicando una punición al alumno?  No. Mientras el estudiante no atiende  a las metas establecidas por la enseñanza de la institución, el jamás podrá progresar para un curso superior. No se trata de una punición, más si forma parte del proceso pedagógico. En esta situación específica, solo podemos  culpar al alumno por su fracaso.

De manera semejante, guardadas sus debidas proporciones, ocurre con las expiaciones. Dios no castiga, El instituyo Leyes que regulan el universo, cabiendo al transgresor cargar con la responsabilidad de sus acciones.

Aun, debemos resaltar que reencarnación no es sinónimo de expiación. Aun mismo habiendo faltas a ser reparadas, el Espiritu podrá retornar añ educandario terrestre  con la intención de adquirir nuevos conocimientos en el campo intelecto moral o, tratándose de Espíritus en la escuela, con el fin especifico de desempeñar tareas que lo auxilien  a desenvolver la evolución de la humanidad. Por tanto. Más allá de la expiación, podemos establecer que la reencarnación tiene por objetivo el mejoramiento progresivo de la Humanidad. (L.E, q.167)

Con todo, aun mismo no siendo condición  para el proceso de reencarnación, la expiación constituye un factor casi que unanimidad entre los Espíritus encarnados, eso se explica por la baja condición evolutiva de los habitantes del orbe terrestre. De esta forma, habiendo transgresiones de la legislación divina,  de acuerdo con el maestro nazareno, de ninguna manera saldrás de allí [del orbe terrestre] mientras no pagases  el ultimo centimp (Mateo 5:26), o sea, el infractor deberá retornar a la esfera carnal hasta que restablezca el equilibrio natural de las cosas, esto es, hasta que  repare sus errores del ayer.

La doctrina de la reencarnación no es peculiar de nuestro tiempo, se trata de una enseñanza milenaria, de los filósofos, de las más diversas culturas y tradiciones. No forma parte de un dogma religioso, más si de una Ley natural. Se revela como la forma más pura, lógica y coherente  de las verdades espirituales. Infelizmente, debido a la influencia de un sistema religioso medieval,  común a las sectas dogmaticas occidentales, el creyente sencillo no consigue desasociarse  de la idea teológica  de una existencia subordinada a la salvación gratuita. Son, por señal,  esos mismos grupos que, dogmatizados y fanatizados por la teología de los castigos divinos y de las penas eternas, buscan infiltrar, por ignorancia o mala fe, la falsa idea de que  la reencarnación es un proceso de punición.

 En lo tocante a la ultrapasada concepción del Cielo y el Infierno, anota Gabriel Delanne:

Las antiguas concepciones del Cielo y del Infierno caducaron, porque  no se comprende la eternidad del sufrimiento como punición de una existencia que, en relación a la inmensidad del tiempo, es menos que un segundo, así, como se concibe la felicidad ociosa y beata, cuya monotonía seria un verdadero suplicio.

¡Eso si es una punición! ¿Como el error cometido durante una existencia efímera podrá acarrear la desproporcionalidad de una penalidad eterna? Es ilógico. Hasta aun mismo el mismo supuesto Cielo que, según la teología eclesiástica, debería ser un lugar de alegría, se torna  un suplicio de ociosidad. ¡La sana  razón nos dice que la vida del Espíritu es el trabajo y el progreso incesante!

¿Cuál es la filosofía espiritualista o religión  que consigue explicar racionalmente, por la teología de la existencia única, por ejemplo, las desigualdades sociales, las desigualdades de aptitudes, la existencia de niños que ya nacen con deficiencias físicas y mentales , el motivo del dolor y del sufrimiento, la muerte de un recién nacido  o criaturas de tierna edad, etc.? Ninguna de ellas es capaz de responder esas y otras  complejidades de la vida humana. ¡Solo existe justicia divina  con la reencarnación!

A respecto de la moral Palingenésica, elucida, con razón, el  metapsíquico Gustavo Geley:

Si, en el transcurso de su evolución, en la serie de sus vidas sucesivas, el ser es el producto de sus propias acciones y reacciones, se sigue que su inteligencia, su carácter, sus facultades, sus buenos o malos instintos son obra suya y cuyas consecuencias  habrá de sufrir, infaliblemente.

Todos sus actos, trabajos, esfuerzos, angustias, alegrías y sufrimientos, errores y culpas tienen repercusión fatal  y reacción inevitable, en una u otra de sus existencias.

Siendo así, no hay necesidad de cualquier juzgamiento divino, ni de sanciones sobrenaturales.


Muy lejos de ser una punición, es la doctrina de las vidas sucesivas una prueba de misericordia, de justicia y de la bondad divina. Las posibilidades se amplían en el infinito, no existen desheredados o abandonados a las penas eternas, todo efecto tiene una causa de origen actual o remoto. Esa es la síntesis de la pedagogía divina.

segunda-feira, 14 de novembro de 2011

Reencarnação como processo educativo

Por Ricardo Malta

A reencarnação, ao contrário do que vulgarmente se propaga, não é um processo punitivo. È, em verdade, um sistema educativo de evolução espiritual, regulado por Leis que foram instituídas por Deus. Portanto, o Espírito não retorna ao corpo físico no intuito de sofrer punições, a sua volta à vestimenta carnal faz parte da pedagogia divina.

A própria expiação, que o leigo confunde com punição, é na realidade o resultado da Lei de Causa e Efeito. Para melhor entender essa dinâmica, devemos nos utilizar de uma analogia: suponhamos que um adolescente, em virtude de sua desídia nos estudos (causa), se vê obrigado a repetir o ano escolar (efeito). Neste caso, podemos dizer que o colégio estará aplicando uma punição ao aluno? Não. Enquanto o estudante não atingir as metas estabelecidas pela instituição de ensino, ele jamais poderá progredir para o período ulterior. Não se trata de uma punição, mas faz parte de um processo pedagógico. Nesta situação especifica, só podemos culpar o próprio aluno pelo seu fracasso.

De modo semelhante, guardadas suas devidas proporções, ocorrem com as expiações. Deus não pune, Ele institui Leis que regulam o universo, cabendo ao transgressor arcar com a responsabilidade de suas ações.

Todavia, devemos ressaltar que reencarnação não é sinônimo de expiação. Mesmo não havendo faltas a serem reparadas, o Espírito poderá retornar ao educandário terrestre no intuito de auferir novos conhecimentos no campo intelecto-moral ou, em se tratando de Espíritos de escol, com o fim especifico de desempenhar tarefas que auxiliem no desenvolvimento evolutivo da humanidade. Portanto, além da expiação, podemos estabelecer que a reencarnação tem por objetivo o melhoramento progressivo da Humanidade. (L.E, q.167)

Contudo, mesmo não sendo conditio sine qua non para o processo de reencarnação, a expiação constitui um fator quase que unanimidade entre os Espíritos encarnados, isso se explica pela baixa condição evolutiva dos habitantes do orbe terrestre. Desta forma, havendo transgressões da legislação divina, de acordo com o mestre nazareno, de maneira nenhuma sairás dali [do orbe terrestre] enquanto não pagares o último ceitil (Mateus 5:26), ou seja, o infrator deverá retornar à esfera carnal até que restabeleça o equilíbrio natural das coisas, isto é, até que repare os seu erros de outrora.

A doutrina da reencarnação não é peculiar ao nosso tempo, trata-se de um ensinamento milenar, dos filósofos, das mais diversas culturas e tradições. Não faz parte de um dogma religioso, mas de uma Lei natural. Revela-se como a forma mais pura, lógica e coerente das verdades espirituais. Infelizmente, devido a influência de um sistema religioso medieval, comum as seitas dogmáticas ocidentais, o crente simplista não consegue se desassociar da idéia teológica da existência una subordinada ao salvacionismo gratuito. São, por sinal, esses mesmos grupos que, dogmatizados e fanatizados pela teologia dos castigos divinos e das penas eternas, buscam infiltrar, por ignorância ou má-fé, a falsa idéia de que a reencarnação é um processo de punição.

No que tange a ultrapassada concepção de Céu e Inferno, assinala Gabriel Delanne:

As antigas concepções do Céu e do Inferno caducaram, porque não mais se compreende a eternidade do sofrimento como punição de uma existência, que, em relação à imensidade do tempo, é menos de um segundo, assim como não se concebe a felicidade ociosa e beata, cuja monotonia seria um verdadeiro suplício.

Isso sim é punição! Como o erro cometido durante uma existência efêmera poderá acarretar a desproporcionalidade de uma penalidade eterna? Ilógico. Até mesmo o suposto Céu que, segundo a teologia igrejeira, deveria ser um lugar de alegria, torna-se um suplicio de ociosidade. A sã razão nos diz que a vida do Espírito é trabalho e progresso incessante!

Qual a filosofia espiritualista ou religião que consegue explicar racionalmente, pela teologia da existência única, por exemplo, as desigualdades sociais, as desigualdades de aptidões, a existência de crianças que já nascem com deficiências físicas e mentais, o motivo da dor e do sofrimento, a morte de um nascituro ou de criança de tenra idade, etc.? Nenhuma delas é capaz de responder essas e outras complexidades da vida humana. Só existe justiça divina com a reencarnação!

A respeito da moral Paligenésica, elucida, com razão, o metapsiquista Gustave Geley:

Se, no decurso da sua evolução, na série das suas vidas sucessivas, o ser é o produto de suas próprias ações e reações, segue-se que a sua inteligência, o seu caráter, as suas faculdades, os seus bons ou maus instintos são obra sua e cujas conseqüências terá de sofrer, infalivelmente.

Todos os seus atos, trabalhos, esforços, angústias, alegrias e sofrimentos, erros e culpas têm repercussão fatal e reação inevitável, numa ou noutra de suas existências.

Assim, não há qualquer necessidade de julgamento divino, nem de sanções sobrenaturais.


Muito longe de ser uma punição, é a doutrina das vidas sucessivas uma prova da misericórdia, da justiça e da bondade divina. As possibilidades se ampliam ao infinito, não existem deserdados ou abandonados às penas eternas, todos nós estamos subordinados ao determinismo do progresso, nada é por acaso, todo efeito tem uma causa de origem atual ou remota. Essa é a síntese da pedagogia divina.