segunda-feira, 5 de dezembro de 2011

El tiempo sigue en frente

Por Octávio Caumo Serrano

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¿Sería el tiempo qué pasa o nosotros qué pasamos por el tiempo? Allá se va el primer año de la segunda década del tercer milenio. Y todo continúa como antes. En medio al Apocalipsis, nosotros, los actores de esta triste novela del final de los tiempos, insistimos en continuar viviendo.

¿Hay alternativa? No, no hay. Tenemos de vivir porque nuestra vida no pertenece a nosotros, sino al Padre que nos creó. Si intentamos abandonar el barco en medio a la tormenta, tendremos problemas futuros aun peores de que los actuales. Si queremos nos matar, no conseguiremos porque somos inmortales. ¿Qué hacer, entonces?

Solo nos queda una opción: seguir enfrente, aprovechando la oportunidad y comprender que los males del mundo son producidos por los hombres. Dios nos creó para la dicha y se no la encontramos es porque a buscamos de manera y en lugar equivocados. Ya dice el poeta santista Vicente de Carvalho, en un de sus sonetos, “Viejo Tema”, que “esa dicha que suponemos, árbol milagroso que soñamos, toda enjaezada de dorados frutos, existe, sí: pero no la alcanzamos, porque está siempre solo donde a ponemos y nunca a ponemos donde nosotros estamos”.

Falta al hombre descubrir que la dicha solo puede ser lograda cuando producida en el interior del corazón es en los laberintos de la conciencia. Inútil buscarla del lado foráneo, en las cosas del mundo porque ellas pueden nos traer alegría efímera, pero nunca la dicha. El placer que nos dan el coche nuevo, el diploma de doctor, la casa en la playa o el viaje al exterior, son pequeños cuando comparados a la dicha que el Plan Divino tiene a nosotros. ¡Ya dijo Jesus “vosotras sois dioses”, pero nosotros no entendemos lo que Él afirmó o no lo creemos por ser aún niños espirituales!

Queremos la paz en el mundo y mientras ella no viene también no conseguimos tener nuestra propia. Condicionamos nuestra paz interior a la paz colectiva y en la ausencia de ella olvidamos que podemos tener nuestra, independiente de la paz del mundo.

Vivimos presos a la aflicción, miedosos y asustados. Sentimonos víctimas de la corrupción, de la polución, del tráfico, de la inseguridad y del abandono delante las enfermedades. Esto impide que tengamos serenidad, paciencia y esperanza, lo que demuestra nuestra poca fe. Tenemos la conmoción que el barco está a la deriva en medio a la tempestad y que el timonel perdió el control. Sin embargo quien dirige el barco es Dios y Él nunca deja el timón.

La Doctrina de los Espíritus nos dice que somos espíritus inmortales en prueba y expiación en un planeta inferior que está, como nosotros, progresando también. Será brevemente un mundo de regeneración, habitado por espíritus un poco mejores de lo que los actuales. Y la selección ya está se procesando.

Todos nosotros podemos nos calificar a vivir en el nuevo mundo desde que construyamos nuestra propia historia de vida. Ella se hace por las obras que ejecutamos y también por la aceptación de la vida que tenemos actualmente. Sabedores de que nuestra historia no comenzó en la Tierra, en esta encarnación, entenderemos qué muchos misterios envuelven nuestra caminata espiritual. Si estamos viviendo más una experiencia concedida por la misericordia divina, tratemos de aprovechar la oportunidad para ser mejor de lo que ya somos. Por eso debemos agradecer a Dios por los tests porque es superando barreras que crecemos como espíritus.

Muchas otras cosas nos sacan la paz: la enfermedad, el pariente difícil, la dificultad financiera, el amigo desagradecido. Observen que todo esto son defectos del mundo que es habitado por espíritus en aprendizaje. Unos más otros menos, somos todos alumnos de una escuela primaria en se tratando de graduación espiritual. Por eso no conseguimos administrar nuestra mente que generalmente se liga a las cosas inferiores. Un mínimo de contrariedad provoca total desequilibrio, haciéndonos errar contra los otros y en contra de nosotros mismos. Habitualmente decimos que uno nos hizo perder la paciencia. ¿Pero cómo podemos perder lo que no tenemos? El verdadero paciente jamás pierde la paciencia. Somos, a lo más, controlados que nos esforzamos para ser elegantes, educados, camuflados bajo un barniz de superioridad que en ver dad no muestra lo que somos.

Para tener paz es preciso que la construyamos individualmente. Para tanto es necesario vencer nuestras inferioridades, en una lucha titánica de nosotros contra nosotros propios. El mayor enemigo del hombre mora adentro de él. Nadie puede le hacer mal sino él mismo. Los desastres del mundo son experiencias necesarias y solamente encarándolos con fe y serenidad podremos vencerlos.

El Espiritismo nos enseña que es preferible ser víctima a ser reo. Cuando somos víctimas el error es del otro y es él que tendrá de responder de lo que hizo. Cuando somos nosotros el verdugo, el error es nuestro y nosotros es que tenemos que prestar cuentas. ¿No es preferible ser víctima ahora sin tener de cargar para la espiritualidad una conciencia manchada qué podrá costarnos siglos de obscuridad y pruebas?

El tiempo en la Tierra es muy breve cuando comparado al tiempo de la espiritualidad. Si allá siglos son segundos, imaginemos lo que representan noventa o cien años de encarnación en el cuerpo físico.

Vamos a construir nuestra propia paz, esperando que podamos ser ejemplos de fe para los que nos rodean. Entre las definiciones de paz en el diccionario Aurélio, hay una que dice: “paz es la ausencia de conflictos íntimos; tranquilidad de alma; sosiego”. Solo cuando las partes son buenas es que el todo será bueno. No se puede esperar un planeta feliz si sus habitantes son personas desdichadas. Ya dice el cancionero Nando Cordel que “la paz del mundo comienza en mí; ¡si yo tengo amor con certeza yo soy feliz!”

RIE-Revista Internacional de Espiritismo - Dezembro 2011
Traduccion Octavio Caumo Serrano

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