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quarta-feira, 22 de dezembro de 2010

El Espiritismo Y La Universidad

"O Blog dos Espíritas" agradece a tradução efetuada e enviada ao nosso blog por Mercedes Cruz do artigo "O Espiritismo e a Universidade", de Dora Incontri, para o Espanhol.

Por Dora Incontri

Una cuestión vital para el espiritismo es su entrada en la universidad. Hay en Brasil un gran contingente de académicos espiritas en diversas áreas del conocimiento. Más hasta ahora, poquísimos asumieron el espiritismo como un discurso científico valido o se empeñaron en demostrar que Kardec fue un intelectual con contribuciones importantes para la filosofía, la ciencia, la religión y la pedagogía. Algunos llegan a declarar la inutilidad de tal intento, por ver la universidad refractaria o por atribuirle poca importancia, como escenario de debates. Muchos doctores tienen una vida universitaria burocrática y, si son espiritas, no ven ningún motivo para perturbar su carrera, defendiendo una idea marginalizada. Así, la cuestión es la siguiente: ¿Es preciso llevar el Espiritismo a la Universidad? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cómo? Para defender no solo la necesidad, más la urgencia de adentrarse en el mundo académico la propuesta espirita, hare antes un breve historial del papel de la universidad a través de los tiempo.

UN POCO DE HISTORIA

La Universidad es una de las bellas legados que la Baja Edad Media nos dejo. Los siglos XII yXIII, que vieron su inicio, fueron palco de los cambios sociales, culturales y políticos, que desembocarían en el Renacimiento. Por otra parte, el siglo XII es considerado como la primera etapa del movimiento que tomaría más tarde ese nombre. Más no se piense que la universidad era esa institución cálida y distante de hoy. El brillante historiador Jacques Le Goff, en la obra Los Intelectuales en la Edad Media, muestra cómo era la vida académica de entonces. En primer lugar, muchas universidades se fundaron a partir de las corporaciones de estudiantes o profesores. E incluso apoyadas por emperadores y papas ejercieron un papel de democratización y renovación del conocimiento. Fue en esa época, que se dio la trasmisión para el Occidente de los tesoros griegos, que fueron reconducidos a Europa, gracias a la exuberante cultura árabe (que, por cierto, tenía sus universidades) y a la cultura bizantina. Los embriones de la ciencia moderna comienzan ahí, con el desenvolvimiento de la matemática, de la medicina, de la vuelta del derecho romano… Y la razón también inicia su proceso de liberación de la fe dogmatica.

Desde el punto de vista social, la comunidad estudiantil representaba el elemento transformador, inquieto y hasta rebelde que lanzaba las simientes de un nuevo mundo. En el siglo XX, se vio semejante comportamiento hasta la década de los 60, antes de esa apatía acrítica que tomo cuenta de la juventud pos-moderna. El Goff describe como eran las aulas, por lo menos en la universidad de parís. Los profesores debatían públicamente con los alumnos y profesores rivales. Había polémicas abiertas y se podía proponer de improviso o para próximos encuentros cuestiones que el maestro habría de demostrar bajo rajadas de preguntas y contra argumentos. O sea, era preciso convencer al público participante. Escenas así pueden ser vistas en el filme En Nombre de Dios, que retrata la vida de Abelardo, de los primeros maestros de París. Sin embargo aunque las cuestiones entonces discutidas nos parezcan irrelevantes, porque en su mayoría de las veces eran sutilezas teológicas, no se puede negar que el proceso de la Escolástica medieval (en que pese a toda la influencia autoritaria de la Iglesia) fue una tentativa de racionalización de la fe. Abelardo, por ejemplo, uno de los grandes racionalistas de la época, que además rendía culto al Consolador, puede ser considerado precursor de Descartes y hasta de Kardec. Fue quien liberó la lógica de la teología, reafirmándola como ciencia autónoma.

En las universidades medievales, al contrario de lo que se pueda pensar, había la representación de varias corrientes y debates entre ellas. Más el ápice de tal pluralidad ideológica y cultural fue el periodo áureo de la España musulmana (siglos XI, XII, XIII) donde cristianos, judíos e islámicos tuvieron por primera y única vez en la historia un intercambio pacifico de ideas, desencadenando el progreso científico y cultural de Europa, a partir del siglo XII. También en esto, la universidad tuvo un papel preponderante, sobre todo la de Córdoba, fundada por los árabes. Además esta ciudad, vio uno de los mayores sabios islámicos, que ejerció influencia sobre la cultura cristiana, el médico y filósofo Averroes. Infelizmente, el fanatismo y la opresión hicieron el desfavor histórico de acabar con esa experiencia fantástica de pluralidad cultural, sumergiendo a Europa en las tinieblas de la Inquisición. Y justo en España, en donde esa democracia había sido practicada, hubo la mayor represión, con la expulsión definitiva de judíos y árabes en el siglo XV.

Después, vemos en el propio Renacimiento, el inicio de la ciencia moderna, los heraldos de la astronomía y las matemáticas, teniendo como escenario de sus estudios y docencias las universidades creadas en la Edad media: Galileo fue profesor de las Universidades de Pisa y Padua, Kepler estudio en la de Tübengen y dio clases en la de GRAZ (Austria) Isaac Newton fue profesor de Cambrigde. También la Reforma pasó por las universidades. Ya con los precursores: Juan Huss fue rector de la Universidad de Praga; John Wiclif estudió en Osford y fue rector de Fillighan. Después Luter, fue doctor y profesor. Comenius, que lanzó la pedagogía moderna bajo la inspiración de la Reforma, estuvo en la Universidad de Heidelberg. Más tarde, toda la filosofía alemana, que daría una guiñada en el pensamiento occidental, en los siglos XVIII y XIX, primero con la crítica de la razón, hecha por Kant, después con la dialéctica de Hegel, de quien nació la dialéctica marxista – y sus contemporáneos y sucesores -, todos estuvieron ligados a las universidades. No es preciso citar el papel que ellas tuvieron en el siglo XX, con su potencial de pesquisa y discusión de ideas, más allá de los movimientos estudiantiles, como el del 68, que cambiaron la faz de la juventud. Esos ejemplos son para mostrar que varias revoluciones conceptuales, científicas y sociales, propuestas en Occidente en el último milenio, han pasado por las universidades. Es claro que también observemos en esta institución – como en todas – el abuso del poder, las vanidades personales en detrimento de la verdad, el conservadorismo y la estagnación que impiden el progreso y el pluralismo. Más, a pesar de los percances que la imperfecta naturaleza humana siempre introduce en las mejores cosas, la universidad consiguió alcanzar sus mil años, como institución respetable y digna de ser mantenida, aunque se puedan proponer innumerables reformas para que se adapte al siglo XXI.

LA UNIVERSIDAD DE BRASIL

Uno de los hechos más chocantes de la historia de Brasil fue el atraso en términos de nuestra universidad. Todos los países de América (del Norte, Central y del Sur) tuvieron las suyas mucho antes. Harvard (EUA) y Córdoba (Argentina) fueron fundadas en el siglo XVII. La de México, más antigua, en el siglo XVI. Perú, Venezuela y Chile tienen universidades con por lo menos 150 o 200 años. La primera universidad brasileña (a USP) es de la década del 30 del siglo XX. o sea, esta institución milenaria no tiene ni un siglo en Brasil. Tal vez por eso estemos demorando tanto el pensar al mundo, de forma original, dando nuestra contribución filosófica y científica a la humanidad. Salvo raras cabezas que se destacan como estrellas solitarias, no creamos escuelas filosóficas, científicas o pedagógicas. Lo que la mayoría de los académicos brasileños hace es pensar según autores importados. Hay incluso un pánico generalizado y una prohibición implícita de pensar en si. Un ejemplo: alguien hace una tese en la Historia. Tendrá que optar por una corriente como la marxista o la historia nueva. No hay historiadores brasileños, con propuestas alternativas. En la filosofía, lo mismo. ¿Se pueden estudiar filósofos antiguos y contemporáneos, más donde están los filósofos brasileños? ¿Hay tomistas, marxistas, hegelianos, kantianos etc. en nuestra universidad, más donde hay alguien que haya hecho escuela?

Aun mismo que el objeto es el de Brasil, los métodos son importados, a punto de antropólogos, sociólogos y economistas brasileños (excepción hecha a algunos del quilate de Darcy Ribeiro o Sergio Buarque de Holanda) observaron fenómenos de nuestro país con un mirar europeo o americano, como si fuésemos exóticos para nosotros mismos. El Espiritismo, más también la Umbanda y el candomblé, entran en ese contexto, pues algunos estudios antropológicos y sociológicos al respecto asumen un discurso de distanciamiento, como si todo eso no hiciese parte de nuestra cultura. O sea, aquello que es representativo entre nosotros solo entra en la universidad como objeto casi folclórico, nunca como voz representativa de un segmento.

Un adepto del candomblé o del espiritismo hará una tesis sobre sus respectivos objetos, encuadrándolos en la cientificidad supuestamente libre, lo que significa decir, por ejemplo, que las deidades o los espíritus son categorías de lo imaginario. Eso apenas para mencionar las áreas humanas. En la exacta y médicos, la incapacidad para cambiar el discurso es mayor. En las humanas, hay por lo menos la pluralidad de posiciones ya establecidas allá fuera. En las otras, parece que no llegó aquí la discusión que, por lo menos en Europa, está abalando la forma positivista de hacer ciencia, ósea, el cuestionamiento pos-moderno, que destruyó la propia noción de la ciencia. Los alumnos de química, medicina o biología continúan estudiando sus disciplinas, como si ellas no tuviesen presupuestos filosóficos, sin cualquier reflexión ética o epistemológica… Ósea, se hace ciencia, sin discutirse el método científico.

EL PARADIGMA DEL ESPÍRITU

Si los académicos espiritas brasileños comprendieran de hecho lo que ven en el espiritismo, percibirían que el pensamiento espirita – asumido como una visión de mundo, un método de conocer y, por tanto, un nuevo paradigma – es justamente una posibilidad original de filosofar, de hacer historia o ciencia. Y esa originalidad puede ser una contribución espirita a la cultura brasileña y, al mismo tiempo, una contribución brasileña a la cultura internacional. Más ella precisa ser construida. Está implícita en Kardec, más lejos de estar aplicada (con todas sus articulaciones) en las variadas áreas del conocimiento. y esa construcción solo puede ser hecha en la universidad. En mi tesis de doctorado Pedagogía espirita, un proyecto brasileño y sus raíces histórico-filosóficas (USP, 2001), procure hacer esto. No significa jugar fuera de las conquistas de 2500 años de desenvolvimiento filosófico y científico. De hecho, el propio espiritismo – podrán alegar – es una doctrina importada de Francia, con antecedentes y acondicionamientos históricos. Más, encarando esa herencia como parte constitutiva de nuestra cultura (pues es eso que se torno) y buscando articular el pensamiento espirita en su coherencia, haremos lo que nos compete para que el espiritismo de su contribución al mundo.

Brasil es actualmente el único país que puede hacer eso, si abdicáramos de la colonización intelectual, pues fue en Europa y en los EUA que los estudios espiritas fueron silenciados. En la educación, hizo eso, mostrando que las raíces de la pedagogía espirita viene de Sócrates y Platón, pasando por Comenius, Rousseau y Pestalozzi, para desembocar en Rivail. Más apunte la contribución original brasileña, de Eurípides Barsanulfo, Herculano Pires, Analia Franco, Tomás Novelino, Ney Lobo, Vinicius, como ejemplos de una nueva pedagogía. Hay que hacerse lo mismo en otras áreas y algunos ya han intentado eso. Una buena señal es que hemos recibido emails de Brasil entero de jóvenes que ya hicieron o están en vías de hacer monografías y disertaciones sobre el espiritismo. Más es preciso un coraje moral, que a veces los académicos acomodados en sus cátedras no quieren asumir, pues se trata de desafiar el sistema, discutir ideas, condenadas por una cierta conspiración del silencio. Al coraje moral, se debe aliar la competencia, porque es preciso estar muy bien fundamentado para hacerse validar, o por lo menos respetar, algo fuera del sistema. Estar fuera del sistema se explica en países donde el espiritismo desapareció. ¿Más donde el creo raíces y tiene convicciones entre pesquisidores, porque mantenerlo apartado de la universidad, como si fuese sospechoso?

El momento es propicio y urgente para abrirnos camino. Propicio, porque podemos alegar que la representatividad social y cultural que el espiritismo adquirió en la sociedad brasileña le da el derecho de ser representado en la universidad, como un discurso científico, o al menos filosófico. Se no nos dejaran hacer eso, entonces se trata de patrulla miento ideológico, que debemos denunciar. Urgente, porque, en beneficio del propio espiritismo, hemos de comprenderlo y practicarlo como fermento cultural, para cambiar las estructuras del pensamiento humano y no apenas como una religión más que distribuye pases, sopa y agua fluidificada. Hemos de hacerlo como querría Kardec – ciencia, filosofía, ética racional, religiosidad universal, de forma competente y bien articulada – lo que es indispensable para enfrentarnos a la crítica de fuera, más imposible, si quedamos encerrado dentro de nosotros mismos.

Me espanta que espiritas intelectuales, que deberían comprender el espiritismo como un nuevo paradigma de conocimiento, lo adopten apenas como credo religioso. Son científicos en la universidad y espiritas en el centro espirita, como si frecuentasen más una iglesia, sin ninguna conexión con sus vidas de pensadores y investigadores. Apenas si venciéramos esa cobardía o ceguera, el espiritismo cumpliría su misión histórica, que no es la de hacer prosélitos, más si la de ofrecer una alternativa de visión del mundo respetable y reconocida, que se haga valer en ese espacio tan rico y antiguo como es la universidad, recuperándola como un lugar de debate plural para enfrentar los desafíos de este milenio.

Traducido por Mercedes Cruz

Fuente: http://universidade-espirita.blogspot.com/2008/11/o-espiritismo-e-universidade-por-dora.html

segunda-feira, 20 de dezembro de 2010

O Espiritismo e a Universidade

Por Dora Incontri

Uma questão vital para o espiritismo é a sua entrada na universidade. Há no Brasil um grande contingente de acadêmicos espíritas, em diversas áreas do conhecimento. Mas até agora, pouquíssimos assumiram o espiritismo como um discurso científico válido ou se empenharam em demonstrar que Kardec foi um intelectual com contribuições importantes para a filosofia, a ciência, a religião e a pedagogia. Alguns chegam a declarar a inutilidade de tal tentativa, por verem a universidade refratária ou por lhe atribuírem pouca importância, como cenário de debates. Muitos doutores têm uma vida universitária burocrática e, se espíritas, não vêem nenhum motivo para perturbar sua carreira, defendendo uma idéia marginalizada. Assim, a questão é a seguinte: é preciso mesmo levar o espiritismo para a universidade? Por quê? Para quê? Como? Para defender não só a necessidade, mas a urgência de se adentrar o mundo acadêmico com a proposta espírita, farei antes um breve histórico do papel da universidade através dos tempos.

UM POUCO DE HISTÓRIA

A universidade é uma das belas heranças que o final da Idade Média nos deixou. Os séculos XII e XIII, que viram seu início, foram palco das mudanças sociais, culturais e políticas, que desembocariam no Renascimento. Aliás, o século XII é considerado como a primeira etapa do movimento que tomaria mais tarde esse nome. Mas não se pense que a universidade era essa instituição morna e distante de hoje. O brilhante historiador Jacques Le Goff, na obra Os Intelectuais na Idade Média, mostra como era a vida acadêmica de então. Primeiro, muitas das universidades foram fundadas a partir de corporações de estudantes ou professores. E mesmo as apoiadas por imperadores e papas exerceram um papel de democratização e renovação do conhecimento. Foi nessa época, que se deu a transmissão para o Ocidente dos tesouros gregos, que vieram reconduzidos à Europa, graças à exuberante cultura árabe (que, aliás, tinha suas universidades) e à cultura bizantina. Os embriões da ciência moderna começam aí, com o desenvolvimento da matemática, da medicina, da volta do direito romano… E a razão também inicia seu processo de libertação da fé dogmática.

Do ponto de vista social, a comunidade estudantil representava o elemento transformador, inquieto e até rebelde que lançava as sementes de um novo mundo. No século XX, viu-se semelhante comportamento até a década de 60, antes dessa apatia acrítica que tomou conta da juventude pós-moderna. Le Goff descreve como eram as aulas, pelo menos na universidade de Paris. Os professores debatiam publicamente com alunos e professores rivais. Havia polêmicas abertas e podia-se propor de improviso ou para próximos encontros questões que o mestre teria de demonstrar sob rajadas de perguntas e contra-argumentos. Ou seja, era preciso convencer o público participante. Cenas assim podem ser vistas no filme Em nome de Deus, que retrata a vida de Abelardo, dos primeiros mestres de Paris. Embora as questões então discutidas nos pareçam irrelevantes, porque em sua maioria eram sutilezas teológicas, não se pode negar que o processo da Escolástica medieval (em que pese toda a influência autoritária da Igreja) foi uma tentativa de racionalização da fé. Abelardo, por exemplo, um dos grandes racionalistas da época, que aliás rendia culto ao Consolador, pode ser considerado precursor de Descartes e até de Kardec. Foi quem libertou a lógica da teologia, firmando-a como ciência autônoma.

Nas universidades medievais, ao contrário do que se possa pensar, havia a representação de várias correntes e debates entre elas. Mas o ápice de tal pluralidade ideológica e cultural foi o período áureo da Espanha muçulmana (séculos XI, XII e XIII) onde cristãos, judeus e islâmicos tiveram pela primeira e única vez na história um intercâmbio pacífico de idéias, desencadeando o progresso científico e cultural da Europa, a partir do século XII. Também nisto, a universidade teve papel preponderante, sobretudo a de Cordoba, fundada pelos árabes. Desta cidade aliás, veio um dos maiores sábios islâmicos, que exerceu influência sobre a cultura cristã, o médico e filosófo Averroes. Infelizmente, o fanatismo e a opressão fizeram o desfavor histórico de acabar com essa experiência fantástica de pluralidade cultural, mergulhando a Europa nas trevas da Inquisição. E justo na Espanha, em que essa democracia tinha sido praticada, houve a maior repressão, com a expulsão definitiva de judeus e árabes no século XV.

Depois, vemos no próprio Renascimento, o início da ciência moderna, com os arautos da astronomia e da matemática, tendo como cenário de seus estudos e docências as universidades criadas na Idade Média: Galileu foi professor das Universidades de Pisa e Pádua, Kepler estudou na de Tübingen e deu aulas na de Graz (Áustria), Isaac Newton foi professor de Cambrigde. Também a Reforma passou pelas universidades. Já com os precursores: Jan Huss foi reitor da Universidade de Praga; John Wiclif estudou em Oxford e foi reitor de Filligham. Depois Lutero, foi doutor e professor. Comenius, que lançou a pedagogia moderna sob a inspiração da Reforma, esteve na Universidade de Heidelberg. Mais tarde, toda a filosofia alemã, que daria uma guinada no pensamento ocidental, nos séculos XVIII e XIX, primeiro com a crítica da razão, feita por Kant, depois com a dialética de Hegel, de que nasceu a dialética marxista – e seus contemporâneos e sucessores –, todos estiveram ligados a universidades. Nem é preciso citar o papel que elas tiveram no século XX, com seu potencial de pesquisa e discussão de idéias, além dos movimentos estudantis, como o de 68, que mudaram a face da juventude. Esses exemplos são para mostrar que várias revoluções conceituais, científicas e sociais, propostas no Ocidente no último milênio, têm passado pelas universidades. É claro que também observamos nesta instituição – como em todas – o abuso do poder, as vaidades pessoais em detrimento da verdade, o conservadorismo e a estagnação que impedem o progresso e o pluralismo. Mas, apesar dos percalços que a imperfeita natureza humana sempre introduz nas melhores coisas, a universidade conseguiu alcançar seus mil anos, como instituição respeitável e digna de ser mantida, ainda que se possam propor inúmeras reformas para que se adapte ao século XXI.

A UNIVERSIDADE BRASILEIRA

Um dos fatos mais chocantes da história do Brasil foi o atraso em termos nossa universidade. Todos os países da América (do Norte, Central e do Sul) tiveram as suas muito antes. Harvard (EUA) e Cordova (Argentina) foram fundadas no século XVII. A do México, mais antiga, no século XVI. Peru, Venezuela e Chile têm universidades com pelo menos 150 ou 200 anos. A primeira universidade brasileira (a USP) é da década de 30 do século XX. Ou seja, esta instituição milenar não tem nem um século no Brasil. Talvez por isso estejamos demorando tanto a pensar o mundo, de forma original, dando nossa contribuição filosófica e científica à humanidade. Salvo raras cabeças que se destacam como estrelas solitárias, não criamos escolas filosóficas, científicas ou pedagógicas. O que a maioria dos acadêmicos brasileiros faz é pensar segundo autores importados. Há mesmo um pânico generalizado e uma proibição implícita de se pensar por si. Um exemplo: alguém faz uma tese na História. Terá de optar por uma corrente como a marxista ou a história nova. Não há historiadores brasileiros, com proposta alternativa. Na filosofia, o mesmo. Podem-se estudar filósofos antigos e contemporâneos, mas onde estão os filósofos brasileiros? Há tomistas, marxistas, hegelianos, kantianos etc. em nossa universidade, mas onde alguém que tenha feito escola?

Mesmo quando o objeto é o Brasil, os métodos são importados, a ponto de antropólogos, sociólogos e economistas brasileiros (exceção feita a alguns do quilate de Darcy Ribeiro ou Sérgio Buarque de Holanda) olharem fenônemos de nosso país com um olhar europeu ou americano, como se fôssemos exóticos para nós mesmos. O espiritismo, mas também a umbanda e o candomblé, entram nesse contexto, pois alguns estudos antropológicos e sociológicos a respeito assumem um discurso de distanciamento, como se tudo isso não fizesse parte da nossa cultura. Ou seja, aquilo que é representativo entre nós só entra na universidade como objeto quase folclórico, nunca como voz representativa de um segmento.

Um adepto do candomblé ou do espiritismo farão uma tese sobre os seus respectivos objetos, enquadrando- os numa cientificidade supostamente isenta, o que significa dizer, por exemplo, que os orixás ou os espíritos são categorias do imaginário. Isso apenas para mencionar as áreas de humanas. Nas exatas e médicas, a impossibilidade de se alternar o discurso é maior. Nas humanas, há pelo menos a pluralidade de posições já estabelecidas lá fora. Nas outras, parece que não chegou aqui a discussão que, pelo menos na Europa, está abalando a forma positivista de fazer ciência, ou seja, o questionamento pós-moderno, que desconstrói a própria noção de ciência. Os alunos de química, medicina ou biologia continuam estudando suas disciplinas, como se elas não tivessem pressupostos filosóficos, sem qualquer reflexão ética ou epistemológica… Ou seja, faz-se ciência, sem se discutir o método científico.

O PARADIGMA DO ESPÍRITO

Se os acadêmicos espíritas brasileiros compreenderem de fato a que vem o espiritismo, perceberão que o pensamento espírita – assumido como uma visão de mundo, um método de conhecer e, portanto, um novo paradigma – é justamente uma possibilidade original de filosofar, de fazer história ou ciência. E essa originalidade pode ser uma contribuição espírita à cultura brasileira e, ao mesmo tempo, uma contribuição brasileira à cultura internacional. Mas ela precisa ser construída. Está implícita em Kardec, mas longe de estar aplicada (com todas as suas articulações) nas várias áreas do conhecimento. E essa construção só pode ser feita na universidade. Em minha tese de doutorado Pedagogia espírita, um projeto brasileiro e suas raízes histórico-filosó ficas (USP, 2001), procurei fazer isto. Não significa jogar fora as conquistas de 2500 anos de desenvolvimento filosófico e científico (que vêm desde os gregos), apenas para sermos originais. Aliás, o próprio espiritismo – poderão alegar – é uma doutrina importada da França, com antecedentes e condicionamentos históricos. Mas, encarando essa herança como parte constitutiva de nossa cultura (pois é isso que se tornou) e buscando articular o pensamento espírita na sua coerência, originalidade e com nossa pitada de brasilidade, faremos o que nos compete para que o espiritismo dê a sua contribuição ao mundo.

O Brasil é atualmente o único país que pode fazer isso, se abdicarmos da colonização intelectual, pois foi na Europa e nos EUA que os estudos espíritas foram silenciados. Na educação, fiz isso, mostrando que as raízes da pedagogia espírita vêm desde Sócrates e Platão, passando por Comenius, Rousseau e Pestalozzi, para desembocar em Rivail. Mas apontei a contribuição original, brasileira, de Eurípedes Barsanulfo, Herculano Pires, Anália Franco, Tomás Novelino, Ney Lobo, Vinicius, como exemplos de uma nova pedagogia. Há que se fazer o mesmo em outras áreas e alguns já têm tentado isso. Um bom sinal é que tenho recebido e-mails do Brasil inteiro de jovens que já fizeram ou estão em vias de fazer monografias e dissertações sobre o espiritismo. Mas é preciso uma coragem moral, que às vezes os acadêmicos acomodados em suas cátedras não querem assumir, pois trata-se de desafiar o sistema, discutir idéias, condenadas por uma certa conspiração do silêncio. À coragem moral, deve-se aliar a competência, porque é preciso estar muito bem fundamentado para se fazer validar, ou pelo menos respeitar, algo fora do sistema. Estar fora do sistema explica-se em países onde o espiritismo desapareceu. Mas onde ele criou raízes e tem convicções entre pesquisadores, por que mantê-lo afastado da universidade, como se fosse suspeito?

O momento é propício e urgente para abrirmos caminho. Propício, porque podemos alegar que a representatividade social e cultural que o espiritismo adquiriu na sociedade brasileira lhe dá o direito de ser representado na universidade, como um discurso científico, ou ao menos filosófico. Se não nos deixarem fazer isso, então se trata de patrulhamento ideológico, que devemos denunciar. Urgente, porque, em benefício do próprio espiritismo, temos de compreendê-lo e praticá-lo como fermento cultural, para mudar as estruturas do pensamento humano e não apenas como mais uma religião que distribui passes, sopa e água fluida. Temos de fazê-lo, como queria Kardec – ciência, filosofia, ética racional, religiosidade universal, de forma competente e bem articulada – o que é indispensável para enfrentarmos a crítica de fora, mas impossível, se ficarmos fechados em nós mesmos.

Espanta-me que intelectuais espíritas, que deveriam compreender o espiritismo como um novo paradigma de conhecimento, o adotem apenas como credo religioso. São cientistas na universidade e espíritas no centro espírita, como se freqüentassem mais uma igreja, sem nenhuma conexão com suas vidas de pensadores e pesquisadores. Apenas se vencermos essa covardia ou cegueira, o espiritismo cumprirá sua missão histórica, que não é a de fazer proselitismo, mas de oferecer uma alternativa de visão de mundo respeitável e reconhecida, que se faça valer nesse espaço tão rico e antigo como a universidade, recuperando- a como um lugar de debate plural para enfrentar os desafios deste milênio.

Fonte: http://universidade-espirita.blogspot.com/2008/11/o-espiritismo-e-universidade-por-dora.html

quinta-feira, 11 de março de 2010

O Espiritismo e a Universidade: Condições Necessárias mas não Suficientes

Por Alexandre Fontes da Fonseca

O Espiritismo é a única doutrina espiritualista que não foi desenvolvida a partir dos esforços de uma única pessoa ou único grupo de pessoas. Ele constitui-se no ensinamento das vozes do além que, ao mesmo tempo, chamaram a atenção para a existência do mundo espiritual e apresentaram as leis que o regem. As vozes fizeram presença em toda parte mostrando a Kardec que elas não estão circunscritas a nenhum grupo ou local em especial. Esse caráter universal do Espiritismo o torna imune contra qualquer tentativa de torná-lo "doutrina para iniciados" pois onde quer que existam pessoas, as vozes poderão aí estar levando a sua mensagem.

Foi necessário, porém, que alguém com elevada capacidade intelectual e moral, pesquisasse e codificasse todos esses ensinamentos para que pudesse ser melhor apreendido por todos os que se interessassem. Mas, curiosamente, as vozes ao invés de aproveitarem o prestígio que o sobrenome Rivail detinha como educador e cientista, junto às academias de ciência da época, elas sugeriram que as obras destinadas à divulgação da nova doutrina fossem assinadas com um nome até então desconhecido: Allan Kardec. Dessa forma, vemos que as vozes não sugeriram que o Espiritismo nascesse no interior das cátedras, com o brilho que as modernas teorias de até então detinham, mas sim que ele nascesse como uma humilde mas verdadeira doutrina. Isso nos lembra a humildade de Jesus que sendo o maior entre nós preferiu a manjedoura para iniciar seus passos no nosso mundo. Queriam as vozes que os futuros leitores buscassem o Espiritismo não por causa do prestígio de Rivail mas, pelo simples interesse no assunto.

Nos dias de hoje, muita coisa mudou desde a publicação da primeira edição de O Livro dos Espíritos, em 1857.

A ciência desenvolveu novos paradigmas sobre a realidade e a tecnologia atingiu níveis inimagináveis. O ser humano vive mais tempo, em média, e com maior qualidade de vida, no sentido material. Porém, no campo moral, o nível evolutivo da humanidade não difere muito do da época de Kardec, deixando ainda muito a desejar. O desenvolvimento dos direitos humanos, por exemplo, mostra que já temos algum progresso no campo moral mas ainda estamos longe do nível satisfatório que o progresso material atingiu. Sabemos estirpar o tumor que ameaça o equilíbrio orgânico mas não sabemos como eliminar o "câncer" de orgulho e egoísmo que mutila a alma e gera tanta dor e miséria, estando na raiz de todos os males e problemas do nosso mundo.

Um dos objetivos do Espiritismo é ajudar o Homem a retomar o caminho ensinado, em essência, por todas as religiões. Ao mostrar que o amor e a fraternidade são leis tão naturais quanto aquelas que fazem uma maçã cair ao chão, o Espiritismo desmistifica os ensinamentos cristãos tornando-os inteligíveis à todo aquele que busca "algo mais" além da matéria. E, em face do atraso moral de nossa humanidade, existe uma certa urgência na sua transformação para o bem. Assim, tudo o que contribuir para o despertar do ser humano para as necessidades morais será muito bem vindo e terá, com certeza, o apoio daquelas mesmas vozes que iniciaram o processo de codificação.

Isso posto, vamos discutir uma questão que a mais de 10 anos [1] tem sido levantada por alguns irmãos da seara espírita. Se trata da ligação do Espiritismo com a instituição conhecida como Universidade. Existem opiniões divergentes dentre os irmãos espíritas. Alguns defendem fortemente a inserção do Espiritismo na Universidade como disciplina acadêmica e tópico de pesquisa [2], enquanto outros, sem discordarem de forma absoluta, levantam questionamentos importantíssimos para uma análise das possíveis consequências dessa idéia [1]. Por exemplo, o que significaria um título acadêmico em Espiritismo? Um doutor em Espiritismo será melhor do que um espírita sem o título? Sabemos que não. Mas, por outro lado, o reconhecimento do conteúdo espírita como tema de estudo legítimo nas Universidades não ajudaria a promover a divulgação da Doutrina Espírita? Não elevaria o valor da mesma perante os olhos da sociedade? Essas questões não são fáceis de responder. De fato o interesse intelectual pelo Espiritismo cresceria o que não garante, em princípio o interesse na prática moral elevada, mas isso já seria um avanço.

Pretendemos discutir a idéia de que essas consequências positivas para o aumento do interesse no Espiritismo não são condições suficientes que justificariam uma certa ênfase e ansiedade nessa inserção do Espiritismo nos meios acadêmicos. Não discordaremos em absoluto dos que defendem essa inserção mas lembraremos de alguns outros cuidados necessários para que essa não venha a se tornar uma empreitada destinada ao fracasso, como muitas outras na história das religiões.

O primeiro detalhe importante que os interessados nessa inserção não devem esquecer é que o Espiritismo, que é uma doutrina bem estabelecida, não necessita dessa inserção para sua sobrevivência. O Espiritismo representa o ensinamento das vozes que estão por toda a parte ajudando o ser humano a se lembrar dos seus deveres cristãos. Se um dia todos os livros espíritas forem queimados elas, as vozes, poderão ditar outros e o trabalho nunca ficará totalmente perdido.

O segundo detalhe é que os fins não justificam os meios. Quem quer que use a bandeira espírita em nome de qualquer projeto, seja de inserção do Espiritismo nas Universidades, ou seja o que for, deve ser o primeiro a dar o exemplo da doutrina que professa. Um desses exemplos é a forma pela qual o companheiro que pensa diferente é tratado e, particularmente, como o companheiro espírita que pensa diferente é tratado.

O terceiro detalhe e, talvez, o mais importante é que antes de defender o estudo e pesquisa da Doutrina Espírita nos meios acadêmicos, deve o pesquisador espírita ter consciência de como a tem vivenciado dentro e fora desse ambiente. De que adianta a defesa de teses brilhantes relacionadas ao Espiritismo se nossos atos desmentem, logo em seguida, a essência dos seus ensinamentos? Como sabemos que já existem vários irmãos espíritas que já defenderam teses e dissertações sobre temas relacionados com o Espiritismo, esclarecemos que o questionamento acima não é nenhuma crítica particular a ninguém, mesmo porque este autor não conhece pessoalmente nenhum deles.

O questionamento acima é ponto básico para que o verdadeiro ideal não seja esquecido em nome de “ver” o Espiritismo divulgado nos paineis e seminários dentro das Universidades.

O primeiro esforço deve ser o da reforma íntima sem a qual nenhum projeto, por mais nobre e dignificante que seja, não conseguirá ir adiante.

Um outro ponto que precisa ficar claro é que o jovem espírita que esteja iniciando a sua carreira acadêmica não deve se sentir na obrigação de ter que trabalhar em alguma tese ligada ao Espiritismo. O jovem espírita não deve se sentir envergonhado se seu trabalho de tese não tem ligação com o Espiritismo. O jovem espírita, como nenhum outro jovem, não pode correr o risco de iniciar um projeto "às escuras", mal preparado e sem perspectiva de resultados sob pena de prejudicar seu futuro profissional e, por conseguinte, sua influência como espírita no meio acadêmico. Apenas se o jovem espírita encontrar um orientador com interesse real e competência suficiente para propor ou formular um bom projeto de pós-graduação em tema espírita é que ele pode aceitar se assim desejar.

Que fique bem claro que o fato de uma tese ser espírita não torna o autor especial ou melhor do que os outros.

E, muito pelo contrário, o fato de uma tese não ser espírita não torna o autor espírita pior ou menos especial que ninguém. É importante que esse tipo de julgamento não seja feito porque viola os ensinamentos cristãos e, portanto, é atitude anti-doutrinária. Muitas vezes uma boa tese em assunto não-espírita pode levar o autor a ter oportunidades futuras em posições de maior destaque onde, como espírita, ele ou ela poderá fazer muito pela divulgação do Espiritismo.

É preciso buscar o ponto de equilíbrio sobre a questão da falta de “coragem moral”. Ao mesmo tempo que devemos dar exemplos de nossa crença, não devemos “jogar pérolas aos porcos”. A insistência com projetos espíritas que não sejam bem consistentes pode levar ao descrédito do pesquisador e do movimento espírita.

Em resumo, concordamos que uma condição necessária para um progresso na divulgação do Espiritismo junto à sociedade seja a sua inserção nas Universidades através de projetos de pesquisa, teses e cursos. Mas essa condição não é suficiente para o sucesso na divulgação espírita. É preciso que o pesquisador espírita busque ser espírita dentro e fora da Universidade. Que o estudante e o professor espíritas vivenciem o Evangelho dentro e fora dos ambientes acadêmicos.

O Espiritismo na universidade pode até ser necessário como mais um “ajudante” no progresso moral da Humanidade mas, com certeza, não é condição suficiente para isso. O livro O Evangelho Segundo o Espiritismo explica bem o porquê.

Publicado no jornal Alavanca 490, de Março de 2004, pág.03.