Mostrando postagens com marcador Dalmo Duque. Mostrar todas as postagens
Mostrando postagens com marcador Dalmo Duque. Mostrar todas as postagens

segunda-feira, 28 de novembro de 2011

La Fe por las Obras Y La Conducta Espirita

Por Ricardo Malta

Clique aqui para a versão em português.

“Así también la fe, si no tuviera las obras, es muerta en sí misma. Más alguien dirá: Tú tienes  la fe, y yo tengo las obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostrará mi fe por mis obras.”  (Tiago 2:17, 18)

El Espiritismo enseña que se reconoce al verdadero cristiano por sus obras (ESE,  Cap. 18, Ítem 16). No adelanta adorar e idolatrar la figura de Jesús: Es necesario  vivenciar el mensaje del cual el fue portador y ejemplificado. El Propio nazareno elucida: ¿“Y por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo os digo?” (Lucas 6:46). Con estas palabras, dirigidas a los hipócritas y adoradores  comodistas, el evidenció la necesidad de vivenciar el evangelio  sin las ataduras de la pueril idolatría.

La beatitud es común dentro de las iglesias cristianas, con todo, notamos la infiltración de esta actitud en algunos sectores espiritas, yendo al encuentro de los postulados doctrinarios. Hay individuos que se tornan adeptos al Espiritismo, más, infelizmente, no consiguen desasociarse totalmente de los conceptos teológicos medievales.  En realidad, la “principal  causa de la deturpación y desvió de  las grandes ideas filosóficas y concepciones religiosas es que los hombres, no esforzándose  lo suficiente para comprenderlas, pasan a adaptarlas a su modo de ser y de actuar. No consiguiendo cambiar a sí mismos, emprenden  por sus propios  puntos de vista  el cambio de los principios que no consiguieron asimilar.” (Nueva Historia    del Espiritismo – Dalmo Duque)        
                                                                                                                                                                                                                  
Es natural que los Espíritus de escuela ejerzan sobre nosotros, seres aun imperfectos, un “ascendente moral irresistible” (L.E, Q.274), más el deseo de ellos es de auxiliarnos en la conquista de nuestro progreso  intelecto moral, y no ser livianamente  adorados como mitos.

Al escribir en su frontispicio el lema “Fuera de la caridad no hay salvación”, la doctrina espirita restaura la moral cristiana en su expresión más pura. No existen más dogmas, rituales, ceremonias, sacerdocios, imágenes, o cualquier acción que evidencie la práctica del culto exterior y del formalismo institucional. Verificamos en la cuestión 886 de El Libro de los Espíritus cual es el verdadero sentido de la palabra caridad, como entendía el propio Jesús: Benevolencia para con todos, indulgencia para las imperfecciones de los otros, perdón de las ofensas.”

Conforme observamos, el sentido de la palabra caridad, empleada por el Espiritismo, es bastante amplio  y no se limita a la asistencia social, como algunos falsamente interpretan. Los dogmas, que fueron infiltrándose  en las enseñanzas evangélicas, ahogaron  las máximas grandes del cristianismo naciente. Poco a poco los cristianos fueron abandonando la esencia del Evangelio, cambiándolo por el culto exterior que nada exige del hombre a no ser la hipocresía de los fariseos.

Ocurre que, entre los cristianos protestantes y católicos, hay un predominio de la teología paulina de la justificación por la fe, según las palabras de Pablo de Tarso,  la “salvación” (¿salvarse de qué?) vendría por la fe  y no por las palabras. De acuerdo  con datos históricos, Tiago, el hermano de Jesús, fue el verdadero coordinador del  Cristianismo naciente, siendo su epístola una verdadera contestación para con la doctrina  de la justificación por la fe enseñada por el apóstol de los Gentíos.

Todavía, defiende Herminio C. Miranda que el apóstol Paulo “no predica la fe sin obras, como entienden muchos de sus intérpretes hasta hoy; el no hace otra cosa sino enseñar que la fe,  la nueva concepción del relacionamiento del hombre con Dios, dispensa la ritualista de la ley antigua, consubstanciada en el viejo testamento y en la tradición” y que “jamás encontró apoyo en el pensamiento de Paulo de que la fe pasiva y sin obras nos llevaría a la salvación. “ (Las  marcas de Cristo – Paulo, el apóstol de los Gentiles).  Por su vez,  Severino Celestino adujo que “no podemos olvidar que Paulo es Jesús. Su mensaje fue dirigido a los Gentíos  o paganos y el facilito  muchas cosas para conquistar a aquellos  a quien dirigió su mensaje, en  nombre de Jesús.” (El evangelio y el Cristianismo primitivo)
 
Tal pensamiento  tiene sentido,  bastaríamos citar el capítulo 13 de la primera epístola  de Paulo a los Corintios, considerada un verdadero himno a la caridad. Otros pasajes también evidencian que Paulo no predicaba la fe sin obras. 2 Corintios 5:10, 2 Timoteo 4: 14, 1 Corintios 3:8, entre otras.

No sabemos si la intención de Pablo de tarso era predicar la salvación gratuita o si los teólogos interpretaron mal (mala fe) sus palabras, entretanto, son en sus   epistolas que la iglesia se fundamenta, para defender el dogma salvacionista  gratuito, donde podemos decir que hay más paulinos que cristianos dentro de las iglesias.

En las palabras de Jesús el salvacionismo jamás encontró respaldo. El coloca como regla aurea la Ley de amor (Mateo 22:36-39). La síntesis del evangelio está toda contenida en el Sermón de la Montaña, en el encontramos toda la pureza de una verdadera moral universal, la exhortación es siempre en   pro de la benevolencia para con todos, indulgencia para las imperfecciones de los otros y perdón de las ofensas. Para Humberto Rohden “el Sermón de la Montaña  es el alma del evangelio". Lo que también llevó a Gandhi a decir: “Si por acaso  se perdiese todos los libros sagrados del mundo y quedase apenas el Sermón de la Montaña, nada estaría perdido”.

En una de sus bellísimas parábolas, con contenido extremadamente significativo, “Jesús coloca al samaritano, considerado herético, pero que practica el amor a su prójimo, por encima del ortodoxo que falta a la caridad. No considera, por  tanto, la caridad apenas como una de las condiciones para la salvación, más  si como la condición única. Si otras hubiesen de ser cumplidas, las habría declinado. Desde que coloca la caridad en primer lugar,  es porque ella implícitamente abraza  a todas las otras. La humildad, la dulzura, la benevolencia, la indulgencia, la justicia, etc. “(ESE Cap. 15, ítem 3)

Renace la esencia de la moral [universal] cristiana con el advenimiento del Espiritismo. Semejante al aposto Tiago,  que también afirma: “así como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” (Tiago 2, 26) Esta es la verdad que debemos resguardar. Cultivar los atavismos religiosos dentro del movimiento espirita es inaceptable.

 No podemos permitir que, en nombre de una tolerancia irresponsable, desnaturalicen el mensaje del Espiritismo, silenciar ante la deturpación  es lo mismo que compactar con el error. El adepto sincero tiene el deber  de celar  por la pureza doctrinaria y denunciar toda tentativa de institucionalización de iglesia. “No hay más lugar para la complacencia, compadres, tolerancia criminosas en el medio espirita. Cada uno será responsable por las hiervas dañinas que deja crecer a su alrededor. Es esa la manera más eficaz de combatir  el Espiritismo en la actualidad: cruzar los brazos, sonrisa amarilla, concordar para no contrariar, porque, en ese caso, el combate a la doctrina no viene de fuera, más si de dentro del movimiento doctrinario. (J. Herculano Pires – Curso Dinámico de Espiritismo)

El individuo que busca vivenciar el evangelio no es ( o no debería ser)  un beato cursi, más si apenas un hombre que lucha para conquistar su transformación moral y dominar sus malas inclinaciones (ESE, Cap. 17, ítem 4). La moral cristiana  no visa crear conductas artificiales, nos invita, conforme afirmo J. Herculano Pires, a “evolucionar no para fuera más si para dentro”.

sexta-feira, 25 de novembro de 2011

A fé pelas obras e a conduta espiritista

Por Ricardo Malta

“Assim também a fé, se não tiver as obras, é morta em si mesma. Mas dirá alguém: Tu tens a fé, e eu tenho as obras; mostra-me a tua fé sem as tuas obras, e eu te mostrarei a minha fé pelas minhas obras.“ (Tiago 2:17, 18)

O Espiritismo ensina que se reconhece o verdadeiro cristão pelas suas obras (ESE, Cap.18, Item 16). Não adianta adorar e idolatrar a figura de Jesus: É necessário vivenciar a mensagem da qual ele foi portador e exemplificador. O próprio nazareno elucida: “E por que me chamais, Senhor, Senhor, e não fazeis o que eu digo?“ (Lucas 6:46). Com estas palavras, dirigidas aos hipócritas e adoradores comodistas, ele evidenciou a necessidade de vivenciar o evangelho sem as amarras da idolatria pueril.

A beatice é comum dentro das igrejas cristãs, contudo, notamos a infiltração desta atitude em alguns setores espíritas, indo de encontro aos postulados doutrinários. Há indivíduos que se tornam adeptos do Espiritismo, mas, infelizmente, não conseguem se desassociar totalmente dos conceitos teológicos medievais. Na realidade, a “principal causa da deturpação e desvio das grandes idéias filosóficas e concepções religiosas é que os homens, não se esforçando o suficiente para compreendê-las, passam a adaptá-las ao seu modo de ser e de agir. Não conseguindo mudar a si mesmos, empreendem pelos seus pontos de vista a mudança dos princípios que não conseguiram assimilar.” (Nova História do Espiritismo – Dalmo Duque)

É natural que os Espíritos de escol exerçam sobre nós, seres ainda imperfeitos, um “ascendente moral irresistível” (L.E, Q.274), mas o desejo deles é de nos auxiliar na conquista do nosso progresso intelecto-moral, e não serem levianamente adorados como mitos.

Ao escrever em seu frontispício o lema “Fora da caridade não há salvação”, a doutrina espírita restaura a moral cristã em sua expressão mais pura. Não existem mais dogmas, rituais, cerimônias, sacerdócio, imagens, ou qualquer ação que evidencie a pratica do culto exterior e do formalismo institucional. Verificamos na questão 886 de O Livro dos Espíritos qual o verdadeiro sentido da palavra caridade, como entendia o próprio Jesus: Benevolência para com todos, indulgência para as imperfeições dos outros, perdão das ofensas.”

Conforme observamos, o sentido da palavra caridade, empregada pelo Espiritismo, é bastante amplo e não se limita a assistência social, como alguns falsamente interpretam. Os dogmas, que foram se infiltrando nos ensinamentos evangélicos, abafaram essa grande máxima do Cristianismo nascente. Aos poucos os cristãos foram abandonando a essência do evangelho, trocando-o pelo culto exterior que nada exige do homem a não ser a hipocrisia dos fariseus.

Ocorre que, entre os cristãos protestantes e católicos, há um predomínio da teologia paulina da justificação pela fé, que, segundo as palavras de Paulo de Tarso, a “salvação” (salvar-se de que?) viria pela fé e não pelas obras. De acordo com dados históricos, Tiago, o irmão de Jesus, foi o verdadeiro coordenador do Cristianismo nascente, sendo a sua epístola uma verdadeira contestação para com a doutrina da justificação pela fé ensinada pelo apóstolo dos Gentios.

Todavia, defende Hermínio C. Miranda que o apóstolo Paulo “não prega a fé sem obras, como entendem muitos de seus intérpretes até hoje; ele não faz outra coisa senão ensinar que a fé, a nova concepção do relacionamento do homem com Deus, dispensa a ritualista da lei antiga, consubstanciada no velho testamento e na tradição” e que “jamais encontrou apoio no pensamento de Paulo de que a fé passiva e sem obras levar-nos-ia à salvação.” (As marcas do Cristo - Paulo, o apóstolo dos Gentios). Por sua vez, Severino Celestino aduz que “não podemos esquecer é que Paulo não é Jesus. Sua mensagem foi dirigida aos Gentios ou pagãos e ele facilitou muita coisa para conquistar aqueles a que dirigiu sua mensagem, em nome de Jesus.” (O evangelho e o Cristianismo primitivo)

Tal pensamento faz sentido, bastaríamos citar o capítulo 13 da primeira epístola de Paulo aos Coríntios, considerada um verdadeiro hino à caridade. Outras passagens também evidenciam que Paulo não pregava a fé sem as obras: 2 Coríntios 5:10, 2 Timóteo 4:14, 1 Coríntios 3:8, entre outras.

Não sabemos se a intenção de Paulo de Tarso era pregar a salvação gratuita ou se os teólogos interpretaram mal (má-fé?) as suas palavras, entretanto, são nas suas epístolas que a igreja se fundamenta para defender o dogma do salvacionismo gratuito, donde podemos dizer que há mais paulinos do que cristãos dentro das igrejas.

Nas palavras de Jesus o salvacionismo jamais encontrou respaldo. Ele coloca como regra áurea a Lei do amor (Mateus 22: 36-39). A síntese do evangelho está toda contida no Sermão da Montanha, nele encontramos toda pureza de uma verdadeira moral universal,  a exortação é sempre em prol da benevolência para com todos, indulgência para as imperfeições dos outros e o perdão das ofensas. Para Huberto Rohden “o Sermão da Montanha é a alma do evangelho”. O que também levou Gandhi a dizer: “Se por acaso se perdesse todos os livros sagrados do mundo e restasse apenas o Sermão da Montanha, nada estaria perdido”.

Numa de suas belíssimas parábolas, com conteúdo extremamente significativo, “Jesus coloca o samaritano, considerado herético, mas que pratica o amor do próximo, acima do ortodoxo que falta com a caridade. Não considera, portanto, a caridade apenas como uma das condições para a salvação, mas como a condição única. Se outras houvesse a serem preenchidas, ele as teria declinado. Desde que coloca a caridade em primeiro lugar, é que ela implicitamente abrange todas as outras: a humildade, a brandura, a benevolência, a indulgência, a justiça, etc.” (ESE, Cap.15, Item 3)

Renasce a essência da moral [universal] cristã com o advento do Espiritismo. Semelhante ao apóstolo Tiago, também afirma: “assim como o corpo sem o espírito está morto, assim também a fé sem obras é morta.” (Tiago 2, 26) Esta é a verdade que devemos resguardar. Cultivar os atavismos religiosos dentro do movimento espírita é inaceitável.

Não podemos permitir que, em nome de uma tolerância irresponsável, desnaturem a mensagem do Espiritismo, silenciar ante as deturpações é o mesmo que compactuar com o erro. O adepto sincero tem o dever de zelar pela pureza doutrinária e denunciar toda tentativa de institucionalização igrejeira. “Não há mais lugar para comodismos, compadrismos, tolerâncias criminosas no meio espírita. Cada um será responsável pelas ervas daninhas que deixar crescer ao seu redor. É essa a maneira mais eficaz de se combater o Espiritismo na atualidade: cruzar os braços, sorrir amarelo, concordar para não contrariar, porque, nesse caso, o combate à doutrina não vem de fora, mas de dentro do movimento doutrinário.” (J. Herculano Pires - Curso Dinâmico de Espiritismo.)

O indivíduo que busca vivenciar o evangelho não é (ou não deveria ser) um beato piegas, mas apenas um homem que luta para conquistar sua transformação moral e dominar suas más inclinações (ESE, Cap. 17, Item 4). A moral cristã não visa criar condutas artificiais, convida-nos, conforme afirmou J. Herculano Pires, a “evoluir, não por fora, mas por dentro”.