Por Jaci Regis
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En una reunión de estudios del Instituto Cultural Kardecista de Santos (ICKS) realizada habitualmente en la sexta-feria, a las 20 horas, durante la discusión sobre la reencarnación, fueron hechas muchas preguntas sobre las dificultades para que esa ley sea plenamente aceptada por la cultura.
En este trabajo pretendemos levantar algunas cuestiones relativas a la reencarnación y su posición en la Doctrina Espirita, comparativamente a la aceptación de esa ley en los países asiáticos. Intentaremos también enumerar las dificultades de la cultura occidental judaico-cristiana en aceptar la tesis de las vidas sucesivas.
Allan Kardec solo acepto la reencarnación después de un análisis profundo. Es lo que el dice en la Revista Espirita de abril de 1860, debajo de un largo artículo sobre la formación de la Tierra, analizando el valor de las comunicaciones de los espíritus
“Como se ve, tenemos muchos motivos para no aceptar livianamente todas las teorías dadas por los espíritus. Cuando surge una, nos hallamos en el papel de observador. Hacemos abstracción de su origen espirita, sin dejarnos ofuscar por el brillo de nombres pomposos. Examinándolo como si emanase de un simple mortal y vemos si es racional, se da cuenta de todo, se resuelve todas las dificultades. Así es como se procede con la doctrina de la reencarnación, que no adoptó, aunque vino de los espíritus, sino después de haber reconocido que ella solo, y solamente ella, podía resolver aquello que ninguna filosofía había resuelto. (Traducción de Julio Abreu Hijo, pag.115 – Edición)
LA REENCARNACIÓN EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD.
La idea de la reencarnación es conocida desde la más remota antigüedad. Más se perdió en el enmarañado de las supersticiones y del misticismo, reflejando las dificultades de la cultura en liberarse de las presione de la criatura con el Creador. La vivencia de los problemas cotidianos y la fragilidad del ser humano ante la naturaleza fomentaron una relación causal entre los humores de los dioses y los sufrimientos basados en el miedo, en la condición de culpa, desobediencia y punición.
Dentro de ese cuadro confuso, se crearon sectas fundamentadas en creencias y supersticiones acerca de la reencarnación. Por eso, la metempsicosis fue aceptada largamente por simbolizar el castigo más cruel impuesto al pecador, haciendo que, por ser una persona humana, reencarnase en un animal. Hasta un filósofo como Pitágoras la acepto y difundió.
La reencarnación es muy aceptada en la cultura asiática, más no tuvo una acción social redentora, revolucionaria. Al contrario, propició una actitud contemplativa, conformista y acomodada. En culturas como la indiana, la reencarnación no evito, al contrario, dio cierta consistencia a la separación de las castas sociales, manteniendo un estado de flagelo para los más pobres y desafortunados.
La cultura occidental sufrió sucesivas transformaciones hasta cristalizarse, de una manera general, bajo la egida de la Iglesia, con la visión judaico-cristiana. La predominancia de la religión, como centro de conocimiento y comportamiento, creó una forma no-racional de ver y comprender al ser humano.
Aunque espiritualistas, la Iglesia no acepto la reencarnación y se fijo en la unicidad de la existencia. Con eso, estableció el principio de la finitud y concreción del ser humano. El es el producto biológico al cual se adiciona un alma. Vive un cierto tiempo y muere. Y ahí finaliza su periodo productivo. La inmortalidad del alma es reflejo de la existencia terrena y no presenta ninguna oportunidad de reciclaje, una vez que después del periodo de la encarnación, ella está definitivamente catalogada como buena o mala.
Por lo tanto, la persona humana es un ser con trayectoria fijada entre la cuna y la tumba. En la cultura, eso significa que él es concreto, definido y mortal.
Toda la estructura doctrinaria de la Iglesia se funda en el pecado original. La moralidad y la culpa se injieren en la cultura como instrumentos, como una fase preparatoria para la vida eterna.
Ciertamente, la idea de punición por la desobediencia y hasta por los humores de los dioses o de Dios, no es exclusiva del judaísmo-cristiano. Más si la adopción del Dios Jehová de los judíos mantuvo la relación criatura-Creador dentro de los límites del miedo, terror e inseguridad.
LA REENCARNACIÓN EN EL ESPIRITISMO
La reencarnación, sin embargo, no es un principio solitario y autónomo en el pensamiento Kardecista. Forma parte de un corolario de leyes que se encadenan y dan un nuevo sentido, una nueva visión de vida y de la persona.
El proyecto espirita es atrayente e innovador. El proyecta viejos conceptos sobre la naturaleza del ser humano, el progreso, sobre Dios y los redefine, actualiza, dándoles nuevas dimensiones, desechando supersticiones y creencias.
La doctrina kardecista procura purgar sus principios de las concepciones místicas procurando darles una base científica, camino que Kardec definió para dar validez a la propuesta doctrinaria.
La doctrina kardecista reformula el entendimiento sobre la Justicia Divina, que ha sido vista con una forma policial, punitiva, exigiendo pagamiento. Para eso, presenta una nueva comprensión de la ley de causa y efecto, generalmente tomada en su aspecto negativo, de expiación. Para la doctrina kardecista, la Justicia Divina, al contrario, solo tiene por objetivo dar oportunidad de crecimiento y ampliación de las cualidades del ser espiritual.
La reencarnación, como fue dicho, es un hilo en el proceso evolutivo de la Ley de Evolución, una concepción revolucionaria del Espiritismo, que ayuda a entender al ser humano y el mundo.
Detallaremos para seguir algunos conceptos básicos del Espiritismo y las dificultades de la cultura cristiana en aceptarlos.
EL ESPIRITISMO Y LA EVOLUCIÓN
La existencia, evolución e inmortalidad del espíritu, conforme postula el Espiritismo, es diferente de cualquier análisis o propuesta anterior o presente a respecto de la naturaleza espiritual del ser humano.
Si en la visión univivencial, la esencia espiritual, el alma, tiene vida productiva limitada y su creación coincide como el nacimiento del cuerpo, para el Espiritismo el ser espiritual es creado por Dios sin cualquier ligación específica con determinado cuerpo o determinada situación. Por la doctrina kardecista, la creación de espíritus es un proceso divino, inaccesible a nuestro conocimiento, conduciendo la esencia espiritual por el camino del auto crecimiento, explorando sus potencialidades innatas.
Es básico en la Doctrina afirmar que el ser espiritual es creado simple e ignorante, como un principio espiritual. Es generalmente aceptado que ese principio espiritual, inicialmente sin estructura, camina en lento progreso y que va consolidándose y agregando factores instintivos en el reino animal hasta despertar la razón, eso es, aprender el conocimiento, discernir factores y determinar el propio futuro, alcanzando el nivel hominal.
Cuando se alcanza el nivel hominal, el principio espiritual se torna espíritu, definido como el ser inteligente del universo. Después del despertar de la razón, comienza a desenvolver la afectividad, lo que corresponde, en términos genéricos, a la moralidad, a la civilización y a la cultura.
Ese principio espiritual, germen del espíritu, desenvuelve sus aptitudes innatas, potencias, en el conflicto de la formación y vivencia en organismos, hasta eclosionar en la especie humana.
Por eso, se verifica que el ser humano actual es un producto de la evolución singular de los espíritus.
LA SINGURALIDAD Y EL TIEMPO
El concepto de singularidad valoriza la individualidad, la construcción y el desenvolvimiento de la sabiduría del ser en cuanto al ser, dentro de una visión solidaria. Este concepto puede ser explicado en la asertiva: “toda decisión es solitaria, más su realización es solidaria”, que es la base del proceso evolutivo.
El crecimiento del ser espiritual es temporal. La noción del tiempo es colocada en la dinámica del proceso, sin parámetros cronológicos o comparativos.
Cada individuo, en su singularidad, describe la curva de su tiempo, tomándola compatible con su disponibilidad de crecimiento, reflexión, y la estratificación y dinamismo, dando sentido a la adversidad de caracteres y opciones vivencias visibles en la existencia humana.
En ese entendimiento, existe un eje coordinador del proceso de progreso de las individualidades, que es la Ley natural o divina, propuesta por Allan Kardec.
Ese eje establece la reciprocidad del acto y de la reacción como forma de conflicto positivo o negativo, generando reacciones adecuadas y aprendizaje gradual, por la infinita repetición de procesos, en los cuales la encarnación, la vida, la muerte y la reencarnación son instrumentos básicos para desencadenar el crecimiento.
EL ESPÍRITU Y LA INMORTALIDAD
La inmortalidad es una característica natural del principio espiritual y, por consecuencia, del espíritu. Es de su naturaleza ser inmortal. Esa afirmación estructural es la que da soporte a la Ley de Evolución.
Siendo inmortal y potencial, el ser espiritual necesita de instrumentos de aprensión de los factores externos, de modo a crear condiciones de permanencia de si mismo. La noción de un alma inmortal, creada junto con el cuerpo y manteniendo la llama de la vida después de la muerte, sin posibilidades de reciclaje y crecimiento, es comparada a la muerte total, nada tiene que ver con la inmortalidad dinámica que el Espiritismo enseña.
La encarnación y la reencarnación del espíritu forman parte de los mecanismos de la evolución.
Ella es necesaria para llevar al ser espiritual a la perfección (LE, cuestión 132). La reencarnación es un corolario de ese proceso: “… las encarnaciones sucesivas son siempre muy numerosas, porque el progreso es infinito. “ (Ídem, cuestión 169).
El ser espiritual, para su desenvolvimiento integral en relación con los organismos, en la reencarnación, se somete a una acción existencial repetitiva: nacer, vivir, morir, renacer. En este círculo completo se injiere el “estado errante”, el tiempo vivido entre dos encarnaciones, en el plano extra físico.
He ahí delineado, en líneas simples, el proyecto de la evolución de los espíritus.
RESISTENCIAS A LAS NUEVAS IDEAS
La cultura es fruto de la actuación del ser singular y que, simultáneamente, lo influencia y en cierta forma lo somete en una relación dialéctica y continua.
Aunque dinámica, existen algunos fundamentos de la cultura que fueron cristalizados por siglos de sucesivas afirmaciones. Más allá de eso, con relación a muchas cosas, la visualidad determina el concepto, aun mismo que errado.
Esa es la primera dificultad a ser superada.
Por analogía, recordemos que la cultura ancestral decía que la Tierra era parada y que el Sol se movía. Durante siglos esa era la verdad, porque correspondía a la realidad visual, existencial. Después, por la ciencia y también por la constatación visual, se verifico que la Tierra es apenas un pequeño planeta azul, participando del sistema solar, dentro de una galaxia entre muchas galaxias, en un universo sin límites.
Hoy la cultura sabe que la Tierra gira en torno a si misma, en un periodo de 24 horas y algunos minutos y que se realiza un movimiento de traslación en torno del Sol, correspondiendo al año de 365 días.
Mientras tanto, para la vida común, en el día a día, la Tierra parece y es vista como parada. Solo intelectualmente se percibe su movimiento.
De la misma forma, en la vivencia común, la persona nace, vive y muere. Al nacer, es una criatura que pasa invariablemente por las etapas del desenvolvimiento físico y psicológico comunes a la especie y que nada parece resaltar, a no ser en ocasiones especiales, que no sea realmente un ser totalmente nuevo. No tiene recuerdos vivos de un pasado. Se somete al proceso de madurez corporal y psicológica como alguien que nunca hubiese vivido esa experiencia anteriormente.
Solamente intelectualmente es que se puede entender al ser humano como un espíritu reencarnado. De ahí las dificultades de entenderse como un espíritu adulto se pueden encarnar en una criatura.
En el Evangelio, tenemos el dialogo de Nicodemo con Jesús. Cuando este dice que es preciso nacer de nuevo, el fariseo argumenta: “¿Cómo puede el espíritu de un hombre viejo entrar en el cuerpo de una criatura? Y la misma pregunta continua perturbando a las personas porque es difícil entender el engranaje de la reencarnación, una vez que para la mayoría el ser humano es su cuerpo.
EFECTOS PSICOLOGICOS DE LA DOCTRINA DE LA REENCARNACIÓN
La insistencia en afirmar determinados principios, con la autoridad divina, como las iglesias generalmente se tornan, conducto a la inevitable aceptación de ellos como verdad, creando una cultura especifica. La superación de esos principios, pues, es difícil. La incorporación de nuevos conceptos, que se apoyan en ellos, es tarea educativa de persuasión y consistencia que demanda tiempo, algunas veces muy largo, pues implica en la restructuración mental y psicológica.
La aceptación de la reencarnación como un fenómeno natural implica profundos cambios en la psicología personal y social.
La naturaleza del ser, su estructura mental, el conjunto de deseos, el posicionamiento moral e intelectual, pasan a tener nuevos fundamentos y la Psicología tendrá que redireccionar su trabajo, colocando esos componentes en análisis de los factores que concurren para la formación, atracción y refección entre las personas.
Instituciones como la familia tienen nuevos parámetros, una vez que cada componente es entendido como un ser vivido, sin embargo sometido a los padrones culturales y a las exigencias genéticas, psicosociales.
Todo el objetivo de la existencia terrena es revisado. Específicamente, debido a la función que cada uno desempeña y se relaciona consigo mismo, refleja las experiencias de los ciclos existenciales sucesivos sin, con todo, perturbar el ritmo existencial aquí y ahora.
Ósea, la reencarnación no puede alinear el presente, ni mutilar el deseo y la espontaneidad vivencial, personal. Bien entendida, ella es una retaguardia de entendimientos para mejorar el desempeño de la vida actual.
EFECTOS SOCIALES DE LA DOCTRINA DE LA REENCARNACIÓN
De la misma forma, la doctrina de la reencarnación produce profundas cambios en los conceptos de sociedad y de las relaciones interpersonales. Preconceptos y discriminaciones sufren un ataque fulminante, porque la prevalencia del mérito espiritual desestructura toda una red de pruritos y condiciones sociales.
Tal cosa no resolverá, en corto plazo, esos problemas más si dará soporte realmente amplio, espiritual para los cambios en las relaciones humanas.
TEORIA Y PRÁCTICA
La aceptación de la reencarnación tiene que ser hecha, pues fuera de los parámetros místicos-religiosos que cercean la inteligencia de los hechos y procuran de una forma u otra, la salvación de las personas, centradas en la concepción de la vida terrena como un pasaje sin gloria, sufrido y expiatorio, preparatoria para la vida eterna y sometida a la voluntad arbitraria de la divinidad. Al contrario de esa limitación, la ley de las vidas sucesivas es camino de restructuración, vivencia y reciclaje continuo del espíritu en evolución.
El ejemplo de las civilizaciones que aceptan livianamente la reencarnación, más que mantienen no apenas una mentalidad absurda en términos de superstición y no utilizan la ley de las vidas sucesivas de forma positiva, para modificar el panorama, debe ser siempre recordado, cuando postulamos la separación de la ley de las vidas sucesivas de los parámetros religiosos y místicos. En esas civilizaciones la creencia en la reencarnación es una retorica para justificar el caos social o la formación de castas.
Por eso, el espiritismo deberá enseñar la reencarnación como una ley natural, instrumento de la Ley de Evolución y desvincularla de las puniciones, del castigo y de la expiación, mientras entendida como una forma de flagelación del alma para purgar pecados.
TRADUCIDO POR M.C.R.
Fonte: “Novas Ideias, Textos Reescritos” – Jaci Regis. ICKS Edições, 1ª edição, outubro de 2007 – Santos-SP.
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En una reunión de estudios del Instituto Cultural Kardecista de Santos (ICKS) realizada habitualmente en la sexta-feria, a las 20 horas, durante la discusión sobre la reencarnación, fueron hechas muchas preguntas sobre las dificultades para que esa ley sea plenamente aceptada por la cultura.
En este trabajo pretendemos levantar algunas cuestiones relativas a la reencarnación y su posición en la Doctrina Espirita, comparativamente a la aceptación de esa ley en los países asiáticos. Intentaremos también enumerar las dificultades de la cultura occidental judaico-cristiana en aceptar la tesis de las vidas sucesivas.
Allan Kardec solo acepto la reencarnación después de un análisis profundo. Es lo que el dice en la Revista Espirita de abril de 1860, debajo de un largo artículo sobre la formación de la Tierra, analizando el valor de las comunicaciones de los espíritus
“Como se ve, tenemos muchos motivos para no aceptar livianamente todas las teorías dadas por los espíritus. Cuando surge una, nos hallamos en el papel de observador. Hacemos abstracción de su origen espirita, sin dejarnos ofuscar por el brillo de nombres pomposos. Examinándolo como si emanase de un simple mortal y vemos si es racional, se da cuenta de todo, se resuelve todas las dificultades. Así es como se procede con la doctrina de la reencarnación, que no adoptó, aunque vino de los espíritus, sino después de haber reconocido que ella solo, y solamente ella, podía resolver aquello que ninguna filosofía había resuelto. (Traducción de Julio Abreu Hijo, pag.115 – Edición)
LA REENCARNACIÓN EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD.
La idea de la reencarnación es conocida desde la más remota antigüedad. Más se perdió en el enmarañado de las supersticiones y del misticismo, reflejando las dificultades de la cultura en liberarse de las presione de la criatura con el Creador. La vivencia de los problemas cotidianos y la fragilidad del ser humano ante la naturaleza fomentaron una relación causal entre los humores de los dioses y los sufrimientos basados en el miedo, en la condición de culpa, desobediencia y punición.
Dentro de ese cuadro confuso, se crearon sectas fundamentadas en creencias y supersticiones acerca de la reencarnación. Por eso, la metempsicosis fue aceptada largamente por simbolizar el castigo más cruel impuesto al pecador, haciendo que, por ser una persona humana, reencarnase en un animal. Hasta un filósofo como Pitágoras la acepto y difundió.
La reencarnación es muy aceptada en la cultura asiática, más no tuvo una acción social redentora, revolucionaria. Al contrario, propició una actitud contemplativa, conformista y acomodada. En culturas como la indiana, la reencarnación no evito, al contrario, dio cierta consistencia a la separación de las castas sociales, manteniendo un estado de flagelo para los más pobres y desafortunados.
La cultura occidental sufrió sucesivas transformaciones hasta cristalizarse, de una manera general, bajo la egida de la Iglesia, con la visión judaico-cristiana. La predominancia de la religión, como centro de conocimiento y comportamiento, creó una forma no-racional de ver y comprender al ser humano.
Aunque espiritualistas, la Iglesia no acepto la reencarnación y se fijo en la unicidad de la existencia. Con eso, estableció el principio de la finitud y concreción del ser humano. El es el producto biológico al cual se adiciona un alma. Vive un cierto tiempo y muere. Y ahí finaliza su periodo productivo. La inmortalidad del alma es reflejo de la existencia terrena y no presenta ninguna oportunidad de reciclaje, una vez que después del periodo de la encarnación, ella está definitivamente catalogada como buena o mala.
Por lo tanto, la persona humana es un ser con trayectoria fijada entre la cuna y la tumba. En la cultura, eso significa que él es concreto, definido y mortal.
Toda la estructura doctrinaria de la Iglesia se funda en el pecado original. La moralidad y la culpa se injieren en la cultura como instrumentos, como una fase preparatoria para la vida eterna.
Ciertamente, la idea de punición por la desobediencia y hasta por los humores de los dioses o de Dios, no es exclusiva del judaísmo-cristiano. Más si la adopción del Dios Jehová de los judíos mantuvo la relación criatura-Creador dentro de los límites del miedo, terror e inseguridad.
LA REENCARNACIÓN EN EL ESPIRITISMO
La reencarnación, sin embargo, no es un principio solitario y autónomo en el pensamiento Kardecista. Forma parte de un corolario de leyes que se encadenan y dan un nuevo sentido, una nueva visión de vida y de la persona.
El proyecto espirita es atrayente e innovador. El proyecta viejos conceptos sobre la naturaleza del ser humano, el progreso, sobre Dios y los redefine, actualiza, dándoles nuevas dimensiones, desechando supersticiones y creencias.
La doctrina kardecista procura purgar sus principios de las concepciones místicas procurando darles una base científica, camino que Kardec definió para dar validez a la propuesta doctrinaria.
La doctrina kardecista reformula el entendimiento sobre la Justicia Divina, que ha sido vista con una forma policial, punitiva, exigiendo pagamiento. Para eso, presenta una nueva comprensión de la ley de causa y efecto, generalmente tomada en su aspecto negativo, de expiación. Para la doctrina kardecista, la Justicia Divina, al contrario, solo tiene por objetivo dar oportunidad de crecimiento y ampliación de las cualidades del ser espiritual.
La reencarnación, como fue dicho, es un hilo en el proceso evolutivo de la Ley de Evolución, una concepción revolucionaria del Espiritismo, que ayuda a entender al ser humano y el mundo.
Detallaremos para seguir algunos conceptos básicos del Espiritismo y las dificultades de la cultura cristiana en aceptarlos.
EL ESPIRITISMO Y LA EVOLUCIÓN
La existencia, evolución e inmortalidad del espíritu, conforme postula el Espiritismo, es diferente de cualquier análisis o propuesta anterior o presente a respecto de la naturaleza espiritual del ser humano.
Si en la visión univivencial, la esencia espiritual, el alma, tiene vida productiva limitada y su creación coincide como el nacimiento del cuerpo, para el Espiritismo el ser espiritual es creado por Dios sin cualquier ligación específica con determinado cuerpo o determinada situación. Por la doctrina kardecista, la creación de espíritus es un proceso divino, inaccesible a nuestro conocimiento, conduciendo la esencia espiritual por el camino del auto crecimiento, explorando sus potencialidades innatas.
Es básico en la Doctrina afirmar que el ser espiritual es creado simple e ignorante, como un principio espiritual. Es generalmente aceptado que ese principio espiritual, inicialmente sin estructura, camina en lento progreso y que va consolidándose y agregando factores instintivos en el reino animal hasta despertar la razón, eso es, aprender el conocimiento, discernir factores y determinar el propio futuro, alcanzando el nivel hominal.
Cuando se alcanza el nivel hominal, el principio espiritual se torna espíritu, definido como el ser inteligente del universo. Después del despertar de la razón, comienza a desenvolver la afectividad, lo que corresponde, en términos genéricos, a la moralidad, a la civilización y a la cultura.
Ese principio espiritual, germen del espíritu, desenvuelve sus aptitudes innatas, potencias, en el conflicto de la formación y vivencia en organismos, hasta eclosionar en la especie humana.
Por eso, se verifica que el ser humano actual es un producto de la evolución singular de los espíritus.
LA SINGURALIDAD Y EL TIEMPO
El concepto de singularidad valoriza la individualidad, la construcción y el desenvolvimiento de la sabiduría del ser en cuanto al ser, dentro de una visión solidaria. Este concepto puede ser explicado en la asertiva: “toda decisión es solitaria, más su realización es solidaria”, que es la base del proceso evolutivo.
El crecimiento del ser espiritual es temporal. La noción del tiempo es colocada en la dinámica del proceso, sin parámetros cronológicos o comparativos.
Cada individuo, en su singularidad, describe la curva de su tiempo, tomándola compatible con su disponibilidad de crecimiento, reflexión, y la estratificación y dinamismo, dando sentido a la adversidad de caracteres y opciones vivencias visibles en la existencia humana.
En ese entendimiento, existe un eje coordinador del proceso de progreso de las individualidades, que es la Ley natural o divina, propuesta por Allan Kardec.
Ese eje establece la reciprocidad del acto y de la reacción como forma de conflicto positivo o negativo, generando reacciones adecuadas y aprendizaje gradual, por la infinita repetición de procesos, en los cuales la encarnación, la vida, la muerte y la reencarnación son instrumentos básicos para desencadenar el crecimiento.
EL ESPÍRITU Y LA INMORTALIDAD
La inmortalidad es una característica natural del principio espiritual y, por consecuencia, del espíritu. Es de su naturaleza ser inmortal. Esa afirmación estructural es la que da soporte a la Ley de Evolución.
Siendo inmortal y potencial, el ser espiritual necesita de instrumentos de aprensión de los factores externos, de modo a crear condiciones de permanencia de si mismo. La noción de un alma inmortal, creada junto con el cuerpo y manteniendo la llama de la vida después de la muerte, sin posibilidades de reciclaje y crecimiento, es comparada a la muerte total, nada tiene que ver con la inmortalidad dinámica que el Espiritismo enseña.
La encarnación y la reencarnación del espíritu forman parte de los mecanismos de la evolución.
Ella es necesaria para llevar al ser espiritual a la perfección (LE, cuestión 132). La reencarnación es un corolario de ese proceso: “… las encarnaciones sucesivas son siempre muy numerosas, porque el progreso es infinito. “ (Ídem, cuestión 169).
El ser espiritual, para su desenvolvimiento integral en relación con los organismos, en la reencarnación, se somete a una acción existencial repetitiva: nacer, vivir, morir, renacer. En este círculo completo se injiere el “estado errante”, el tiempo vivido entre dos encarnaciones, en el plano extra físico.
He ahí delineado, en líneas simples, el proyecto de la evolución de los espíritus.
RESISTENCIAS A LAS NUEVAS IDEAS
La cultura es fruto de la actuación del ser singular y que, simultáneamente, lo influencia y en cierta forma lo somete en una relación dialéctica y continua.
Aunque dinámica, existen algunos fundamentos de la cultura que fueron cristalizados por siglos de sucesivas afirmaciones. Más allá de eso, con relación a muchas cosas, la visualidad determina el concepto, aun mismo que errado.
Esa es la primera dificultad a ser superada.
Por analogía, recordemos que la cultura ancestral decía que la Tierra era parada y que el Sol se movía. Durante siglos esa era la verdad, porque correspondía a la realidad visual, existencial. Después, por la ciencia y también por la constatación visual, se verifico que la Tierra es apenas un pequeño planeta azul, participando del sistema solar, dentro de una galaxia entre muchas galaxias, en un universo sin límites.
Hoy la cultura sabe que la Tierra gira en torno a si misma, en un periodo de 24 horas y algunos minutos y que se realiza un movimiento de traslación en torno del Sol, correspondiendo al año de 365 días.
Mientras tanto, para la vida común, en el día a día, la Tierra parece y es vista como parada. Solo intelectualmente se percibe su movimiento.
De la misma forma, en la vivencia común, la persona nace, vive y muere. Al nacer, es una criatura que pasa invariablemente por las etapas del desenvolvimiento físico y psicológico comunes a la especie y que nada parece resaltar, a no ser en ocasiones especiales, que no sea realmente un ser totalmente nuevo. No tiene recuerdos vivos de un pasado. Se somete al proceso de madurez corporal y psicológica como alguien que nunca hubiese vivido esa experiencia anteriormente.
Solamente intelectualmente es que se puede entender al ser humano como un espíritu reencarnado. De ahí las dificultades de entenderse como un espíritu adulto se pueden encarnar en una criatura.
En el Evangelio, tenemos el dialogo de Nicodemo con Jesús. Cuando este dice que es preciso nacer de nuevo, el fariseo argumenta: “¿Cómo puede el espíritu de un hombre viejo entrar en el cuerpo de una criatura? Y la misma pregunta continua perturbando a las personas porque es difícil entender el engranaje de la reencarnación, una vez que para la mayoría el ser humano es su cuerpo.
EFECTOS PSICOLOGICOS DE LA DOCTRINA DE LA REENCARNACIÓN
La insistencia en afirmar determinados principios, con la autoridad divina, como las iglesias generalmente se tornan, conducto a la inevitable aceptación de ellos como verdad, creando una cultura especifica. La superación de esos principios, pues, es difícil. La incorporación de nuevos conceptos, que se apoyan en ellos, es tarea educativa de persuasión y consistencia que demanda tiempo, algunas veces muy largo, pues implica en la restructuración mental y psicológica.
La aceptación de la reencarnación como un fenómeno natural implica profundos cambios en la psicología personal y social.
La naturaleza del ser, su estructura mental, el conjunto de deseos, el posicionamiento moral e intelectual, pasan a tener nuevos fundamentos y la Psicología tendrá que redireccionar su trabajo, colocando esos componentes en análisis de los factores que concurren para la formación, atracción y refección entre las personas.
Instituciones como la familia tienen nuevos parámetros, una vez que cada componente es entendido como un ser vivido, sin embargo sometido a los padrones culturales y a las exigencias genéticas, psicosociales.
Todo el objetivo de la existencia terrena es revisado. Específicamente, debido a la función que cada uno desempeña y se relaciona consigo mismo, refleja las experiencias de los ciclos existenciales sucesivos sin, con todo, perturbar el ritmo existencial aquí y ahora.
Ósea, la reencarnación no puede alinear el presente, ni mutilar el deseo y la espontaneidad vivencial, personal. Bien entendida, ella es una retaguardia de entendimientos para mejorar el desempeño de la vida actual.
EFECTOS SOCIALES DE LA DOCTRINA DE LA REENCARNACIÓN
De la misma forma, la doctrina de la reencarnación produce profundas cambios en los conceptos de sociedad y de las relaciones interpersonales. Preconceptos y discriminaciones sufren un ataque fulminante, porque la prevalencia del mérito espiritual desestructura toda una red de pruritos y condiciones sociales.
Tal cosa no resolverá, en corto plazo, esos problemas más si dará soporte realmente amplio, espiritual para los cambios en las relaciones humanas.
TEORIA Y PRÁCTICA
La aceptación de la reencarnación tiene que ser hecha, pues fuera de los parámetros místicos-religiosos que cercean la inteligencia de los hechos y procuran de una forma u otra, la salvación de las personas, centradas en la concepción de la vida terrena como un pasaje sin gloria, sufrido y expiatorio, preparatoria para la vida eterna y sometida a la voluntad arbitraria de la divinidad. Al contrario de esa limitación, la ley de las vidas sucesivas es camino de restructuración, vivencia y reciclaje continuo del espíritu en evolución.
El ejemplo de las civilizaciones que aceptan livianamente la reencarnación, más que mantienen no apenas una mentalidad absurda en términos de superstición y no utilizan la ley de las vidas sucesivas de forma positiva, para modificar el panorama, debe ser siempre recordado, cuando postulamos la separación de la ley de las vidas sucesivas de los parámetros religiosos y místicos. En esas civilizaciones la creencia en la reencarnación es una retorica para justificar el caos social o la formación de castas.
Por eso, el espiritismo deberá enseñar la reencarnación como una ley natural, instrumento de la Ley de Evolución y desvincularla de las puniciones, del castigo y de la expiación, mientras entendida como una forma de flagelación del alma para purgar pecados.
TRADUCIDO POR M.C.R.
Fonte: “Novas Ideias, Textos Reescritos” – Jaci Regis. ICKS Edições, 1ª edição, outubro de 2007 – Santos-SP.
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