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segunda-feira, 2 de janeiro de 2017

Marcha gradual do Espiritismo. Dissidências e entraves

Por Allan Kardec


27 DE ABRIL DE 1866

(Paris, em casa do sr. Leymarie, méd. sr. L...)

Caros condiscípulos, o que é verdadeiro deve ser; nada pode se opor à irradiação de uma verdade; às vezes, pode-se velá-la, torturá-la, fazer nela o que fazem os teredos nos diques holandeses; mas uma verdade não é edificada sobre estaca: ela corta o espaço; está no ar ambiente, e se pôde deslumbrar uma geração, há sempre encarnações novas, de recrutamentos da erraticidade que vêm trazer germes fecundos, outros elementos, e que sabem atrair para eles todas as grandes coisas desconhecidas.

Não vos apresseis muito, amigos; muitos dentre vós gostariam de ir a vapor, e nesse tempo de eletricidade, correr como ela. Esqueceis as leis da Natureza, gostaríeis de ir mais depressa do que o tempo. Refleti, no entanto, o quanto Deus é sábio em tudo. Os elementos que constituem o vosso planeta sofreram uma longa e laboriosa criação; antes que pudésseis existir, foi necessário que tudo se constituísse segundo a aptidão de vossos órgãos. A matéria, os minerais, fundidos e refundidos, os gases, os vegetais, pouco a pouco harmonizados e condensados, a fim de permitir a vossa eclosão sobre a Terra. É a eterna lei do trabalho que não cessou de reger os seres inorgânicos, como os seres inteligentes.

O Espiritismo não pode escapar a essa lei, à lei da criação. Implantado sobre um solo ingrato, é preciso que haja suas más ervas, seus maus frutos. Mas também, cada dia se roçam, se arrancam, se cortam os maus ramos; o terreno se surriba insensivelmente, e quando o viajor, fatigado das lutas da vida, encontrar a abundância e a paz à sombra de um fresco oásis, virá estancar a sua sede, enxugar seus suores, nesse reino lenta e sabiamente preparado; ali o rei é Deus, esse dispensador generoso, esse igualitário judicioso, que sabe bem que o trajeto a seguir é doloroso, mas fecundo; penoso, mas necessário; o Espírito formado na escola do trabalho, dela sai mais forte e mais apto para as grandes coisas. Aos desfalecidos ele diz: coragem; e como esperança suprema, deixa entrever, mesmo aos mais ingratos, um ponto de atraso, ponto salutar, caminho demarcado pelas reencarnações.

Ride das vãs declamações: deixai falar os dissidentes, berrar aqueles que não podem se consolar por não serem os primeiros; todo esse pequeno ruído não impedirá o Espiritismo de fazer invariavelmente o seu caminho; é uma verdade, e, como um rio, toda verdade deve seguir o seu curso.

Fonte: Obras Póstumas - http://www.espirito.org.br/portal/codificacao/op/op-57.html

segunda-feira, 10 de setembro de 2012

Reflexiones Acerca de la Publicación de las Comunicaciones Mediúmnicas


Por Anderson Santiago

Kardec relata en  Obras Póstumas  que uno de los primeros resultados de sus observaciones  fue percibir que los Espíritus  no poseían  ni soberana sabiduría,  ni soberana ciencia, como   rezaba en la cultura popular.  Ellos  no eran nada  más que las almas  de los hombres  que vivieron aquí.  Es por esto  que afirma que “esta verdad,  reconocida desde el principio,  le preservo del peligro de creer en la infalibilidad de ellos y lo libro de formular  teorías prematuras sobre los dictados  de  uno o de algunos. “ [1]

Fue esta la postura adoptada por el codificador  durante  los quince años en que estuvo envuelto  con los asuntos espiritas. Una postura sensata, madura y que merece ser copiada en los días de hoy. ¿Y en cuantos centros espiritas podemos observar tal postura en los días actuales? ¡Muy pocos! ¿En tiempo de las vacas gordas, como las actuales, donde las obras espiritas (y hasta las que se hacen pasar  por espiritas…)  ganan espacio   en la prensa  y en el mercado de la editorial, cuantos editores van a perder el tiempo en analizar criteriosamente una obra, sea un romance, sea  una obra de contenido doctrinario de  forma tan minuciosa que pueda descubrir   si el punto no está  correcto?   Una vez más,  pocos muy pocos. La mayoría no se preocupan por estos criterios, ya que el tipo de papel utilizado en la impresión de la obra de arte que se imprimirá en la portada, el autor de "prestigio" para firmar el prefacio [normalmente un médium,  ya que un mero  encarnado que se disponga a estudiar y comentar el Espiritismo normalmente  no es tan respetado como el “mensajero de los espíritus”] y la posibilidad  del libro alcanzar muchas ediciones es lo más importante. No importa si el contenido del libro sea absurdo dudoso, la polémica también trae lucros, piensan ellos. Y en esto,  la calidad también se ve.

Con todo, cuando existe un trabajo criteriosa, muchos equívocos pueden ser evitados  y muchas informaciones errada dejan de ser publicadas.   Y mire que no son pocas las obras que podrían ser atribuida a Espíritus seudosabios. Y esto es hasta interesante de ver. Existen obras que todo el mundo sabe que discordan  con los principios más básicos del Espiritismo, entre tanto,  ellas son publicadas sin una referencia siquiera,  ni una nota corrigiendo tal o cual opinión.  Y es justamente esto lo que Kardec comenta cuando afirma que
[…]  No habrá ningún inconveniente  esas especies de comunicaciones, si las hacen acompañar de comentarios, sea para refutar errores, sea para recordar  que son la expresión de una opinión individual, de la cual no se asume responsabilidad; podrían  incluso tener  un lado  instructivo, mostrando las aberraciones de ideas  a las que pueden entregarse algunos espíritus. Más,  publicarlas  pura y simplemente es presentarlas como   expresión de verdad y garantizar la autenticidad de las asignaturas que el buen sentido no puede admitir; es  el inconveniente” [2]
¿Más, quien osa hoy corregir los luminares que psicografia teorías mucho más allá de nuestra comprensión? ¿Quién osa criticar (en el verdadero sentido etimológico de la palabra que es  “evaluar cualitativamente algo o a alguien?)  Estas obras corren el riesgo de morir  en el ostracismo en la ignorancia, en el  olvido.  Felizmente aun existen aquellos que no desean apenas divulgar el Espiritismo y vivirlo en su aspecto moral (a un mismo superficialmente), más, por encima de todo, existen  aquellos que desean pensarlo. Que desean continuar razonado. Es a estos que debemos  obras como Piedra y la   cizaña,  Investigación sobre  la Mediúmnidad y Diversidad de los Carismas.

Hasta porque, es el propio Codificador el que nos incita a denunciar sin duda  las  obras sospechosas, por el bien de la doctrina.  Y esto por el simple hecho  de que si los espíritus poseen,  más allá de él libre albedrio,  las opiniones   sobre los hombres y las cosas  de  este  y del otro mundo,   se comprende que existan textos  que deben ser evitados no solo por conveniencia, más  por prudencia pura y simple. Esta  cuestión  lleva a Kardec a afirmar que en el interés de la Doctrina conviene hacer una selección muy severa, eliminando todo cuanto pueda producir una mala impresión.

Por otro lado, existen alguna obras que aun mismo siendo instructivas,  relatan situaciones y ambientes del  mundo espiritual de forma analógica, comparativa y que si  no fueran debidamente analizadas  y comentadas  pueden ser tomadas como realidad. Es esto  lo que lleva a  José Herculano  Pires a afirmar  que las “obras mediúmnicas psicografiados,  que describen  con exceso minucias de la vida  en el plano espiritual deben ser encaradas con reserva por los espiritas estudiosos” [3] entretanto,  más allá   de estas precauciones, otras deben ser observadas,  principalmente aquella que dice respecto a la participación de los médiums en la elección de  las comunicaciones  o mismo en la publicación de las mismas.
“Mientras el médium imperfecto se enorgullece  por los nombres ilustres,  frecuentemente las más de las veces apócrifos,  que llevan las comunicaciones   que el recibe,  y se considera  interprete privilegiado de las fuerzas  celestes,  el buen médium no se cree jamás  bastante digno de tal valor, teniendo siempre una sana desconfianza de la calidad de aquello que recibe  no  confiando en su propio juicio;  no siendo sino un instrumento pasivo, el comprende que, si lo que recibe es bueno,  no puede hacer de eso un merito personal, ni tampoco puede ser responsable si es malo,  y que sería ridículo creer en la identidad absoluta de los Espíritus que se manifiestan por el; deja la cuestión para ser juzgada por terceros desinteresados, sin que su amor propio  sufra con el juzgamiento desfavorable como la del actor que no es capaz de resistir la censura  infligida de la cual es el interprete.  Su carácter distintivo  es la simplicidad  y la modestia; es feliz con la facultad que posee, pero no para envanecerse de ella, más si  porque le ofrece  un medio de ser útil, lo que hace voluntariamente cuando le surge ocasión, sin jamás   entristecerse si no es colocado en primer plano”. [4]
Estas reflexiones me remiten, inevitablemente, a la asustadora cantidad de médiums dueños de editoras, que fundan centros y graficas para publicar sus libros cuando ellos no son aceptados  con buenos ojos por sus compañeros de  ideal.  Más  no son solos ellos, ¿Cuántos aquí guardarían por más de veinte años una psicografia, y los insistentes convites de los Espíritu autores (del tamaño de un libro)  por no hallar  que ella debería ser publicada en aquel momento? Muchos médiums  mal terminan  de psicografiar  y ya procuran a alguien de nombre para prefacio  de la obra que ni finalizada está, como comento cierta vez  el médium Divaldo Franco. Infelizmente son pocos los que asumen  una postura idéntica   a la Yvonne Pereira  en el famoso caso del Espíritu Beletrista (Ver la obra Desvasando lo Invisible  para mayor información)

Y es por esto que hoy vemos a tanta gente que apenas admira el Espiritismo, tantas cabezas “pensantes”  que se acostumbran a vivir apenas  como las lagartijas, moviendo la cabeza para todo lo que los Espíritus dicen atestando su ignorancia  en todo lo que dice al respecto  el Espiritismo.  ¡Es  ahí donde se dice  que el está fascinado!  Conozco el caso de una señora que jura ser la encarnación  de varios espíritus famosos por ella psicografia  un médium famoso,  ya desencarnado, más que demuestra calaras señales de una asustadora fascinación. ¿Imaginad si ella spicografiara libros? No es de extrañar  que Kardec se  preocupaba con relación a la publicación de  comunicaciones espiritas, de una forma general.  No por acaso, también insistimos en revisar las advertencias  hechas por Herculano Pires sobre la importancia de una seria y solida formación doctrinaria para las futuras generaciones espiritas. Y para finalizar estas reflexiones, como dijo cierta vez el Codificador:
“En materia de publicidad, por tanto, toda circunspección es poca  y no se calcularía con bastante cuidado el efecto que tal vez produjese  sobre el lector. En resumen, es un grave error creerse  obligado a publicar todo cuanto dictan los Espíritus,  porque,  si los hay buenos y esclarecidos, también los hay malos e ignorantes. Importa si hacer una selección muy rigurosa  de sus comunicaciones y suprimir  todo cuanto sea, inútil, insignificante, falso o susceptible de producir mala impresión. Es preciso sembrar, sin duda, más sembrar  la buena simiente en el tiempo oportuno”. [5]
Traducido al español por: M. C. R .

Para a versão em português, clique aqui.

Referencias:

[1] KARDEC, Allan. Obras Póstumas. 14ª Ed. SP, LAKE, 2007, p. 217.
[2] _______. Viagem Espírita em 1862. 1ª Ed. RJ, FEB, 2005, p. 123.
[3] PIRES, J. Herculano. Mediunidade.
[4] _______. O que é o Espiritismo. IDE, item 87, pag. 114
[5] KARDEC, Allan. Viagem Espírita em 1862. 1ª Ed. RJ, FEB, 2005, p.

Fonte: Blog Análises Espíritas - http://analisesespiritas.blogspot.com.br/2012/07/reflexoes-acerca-da-publicacao-de.html

sábado, 8 de setembro de 2012

Reflexões acerca da publicação de comunicações mediúnicas


Por Anderson Santiago

Kardec relata em Obras Póstumas que um dos primeiros resultados das suas observações foi perceber que os Espíritos não possuíam nem a soberana sabedoria, nem a soberana ciência, como rezava a cultura popular. Eles não eram nada mais que as almas dos homens que aqui viveram. É por isto que afirma que “esta verdade, reconhecida desde o princípio, preservou-me do perigo de acreditar na infalibilidade deles e livrou-me de formular teorias prematuras sobre os ditados de um ou de alguns” [1].

Foi esta a postura adotada pelo codificador durante todos os quinze anos em que esteve envolvido com os assuntos espíritas. Uma postura sensata, madura e que merece ser copiada nos dias de hoje. E em quantos centros espíritas podemos observar tal postura sendo repetida hoje? Muito poucos! Em tempos de vacas gordas, como os atuais, onde as obras espíritas (e até as que se fazem passar por espíritas...) ganham espaço na mídia e no mercado editorial, quantos editores vão perder tempo em analisar criteriosamente uma obra, seja um romance, seja uma obra de conteúdo doutrinário de forma tão minuciosa que possa descobrir se o ponto no i está correto? Mais uma vez, poucos, muito poucos. A maioria não liga para estes critérios, pois o tipo do papel utilizado na impressão, a arte que será impressa na capa, o autor “de prestígio” que assinará o prefácio [normalmente um médium, já que um mero encarnado que se dispõe a estudar e comentar o Espiritismo normalmente não é tão respeitado como o ‘mensageiro dos espíritos’] e a possibilidade do livro alcançar vultosas tiragens é o mais importante. Não importa se o conteúdo do livro for absurdamente duvidoso, a polêmica também traz lucros, pensam eles. E nisto, a qualidade também se vai.

Contudo, quando existe um trabalho criterioso, muitos equívocos podem ser evitados e muitas informações erradas deixam de ser publicadas. E olhe que não são poucas as obras que poderiam ser atribuídas a Espíritos pseudossábios. E isto é até interessante de se ver. Existem obras que todo mundo sabe que conflitam com os princípios mais básicos do Espiritismo, entretanto, elas são publicadas sem uma referência sequer, nem uma nota corrigindo tal ou qual opinião. E é justamente isto o que Kardec comenta quando afirma que
“[...] Não haveria nenhum inconveniente em publicar essas espécies de comunicações, se as fizessem acompanhar de comentários, seja para refutar os erros, seja para lembrar que são a expressão de uma opinião individual, da qual não se assume a responsabilidade; poderiam mesmo ter um lado instrutivo, mostrando a que aberrações de ideias podem entregar-se certos Espíritos. Mas, publicá-las pura e simplesmente é apresentá-las como expressão da verdade e garantir a autenticidade das assinaturas, que o bom senso não pode admitir; eis o inconveniente” [2].
Mas, quem ousa hoje corrigir os luminares que psicografam teorias muito além da nossa compreensão? Quem ousa criticar (no verdadeiro sentido etimológico da palavra que é ‘avaliar qualitativamente algo ou alguém’) estas obras corre o grande risco de morrer no ostracismo, na ignorância, no esquecimento. Felizmente ainda existem aqueles que não desejam apenas divulgar o Espiritismo e vivê-lo em seu aspecto moral (mesmo que superficialmente), mas, acima de tudo, existem aqueles que querem pensá-lo. Que desejam continuar raciocinando. É a estes que devemos obras como A Pedra e o Joio, Pesquisa sobre a Mediunidade e Diversidade dos Carismas.

Até porque, é o próprio Codificador que nos incita a denunciar sem hesitação as obras suspeitas, pelo bem da doutrina. E isto pelo simples fato de que se os espíritos possuem, além do livre-arbítrio, opiniões sobre os homens e as coisas deste e do outro mundo, compreende-se que existam textos que devam ser evitados não só por conveniência, mas por prudência pura e simples. Esta questão leva Kardec a afirmar que no interesse da Doutrina convém fazer uma seleção muito severa, eliminando tudo quanto possa produzir uma má impressão.
            
Por outro lado, existem algumas obras que mesmo sendo instrutivas, relatam situações e ambientes do mundo espiritual de forma analógica, comparativa e que se não forem devidamente analisadas e comentadas podem ser tomadas como realidade. É isto o que leva José Herculano Pires a afirmar que as “obras mediúnicas, psicografadas, que descrevem com excesso de minúcias a vida no plano espiritual devem ser encaradas com reserva pelos espíritas estudiosos” [3].  Entretanto, além destas precauções, outras devem ser observadas, principalmente aquela que diz respeito à participação dos médiuns na escolha das comunicações ou mesmo na publicação das mesmas.
“Enquanto o médium imperfeito se orgulha dos nomes ilustres, o mais frequentemente apócrifos, que levam as comunicações que ele recebe, e se considera intérprete privilegiado das forças celestes, o bom médium não se crê jamais bastante digno de tal valor, tendo sempre uma salutar desconfiança da qualidade daquilo que recebe não se confiando ao seu próprio julgamento; não sendo senão um instrumento passivo, ele compreende que, se é bom, não pode disso fazer um mérito pessoal, não mais do que pode ser responsável se é mau, e que seria ridículo acreditar na identidade absoluta dos Espíritos que se manifestam por ele; deixa a questão ser julgada por terceiros desinteressados, sem que o seu amor-próprio tenha mais a sofrer com um julgamento desfavorável do que o ator que não é passível da censura infligida à peça da qual é intérprete. Seu caráter distintivo é a simplicidade e a modéstia; é feliz com a faculdade que possui, não para dela se envaidecer, mas porque lhe oferece um meio de ser útil, o que faz voluntariamente quando lhe surge a ocasião, sem jamais melindrar-se se não é colocado em primeiro plano”. [4]
Estas reflexões me remetem, inevitavelmente, à assustadora quantidade de médiuns donos de editoras, que fundam centros e gráficas para publicar seus livros quando eles não são aceitos com bons olhos pelos seus companheiros de ideal.  Mas não só a eles. Quantos aqui guardariam por mais de vinte anos uma psicografia, e os insistentes convites dos Espíritos autores (do tamanho de um livro) por não achar que ela deveria ser publicada naquele momento? Muitos médiuns mal terminam de psicografar e já procuram alguém de nome para prefaciar a obra que nem finalizada está, como comentou certa vez o médium Divaldo Franco. Infelizmente são poucos os que assumem uma postura idêntica a da Yvonne Pereira no famoso caso do Espírito Beletrista (Ver a obra Devassando o Invisível para maiores informações).

E é por isto que hoje vemos tanta gente que apenas admira o Espiritismo, tantas cabeças ‘pensantes’ que se acostumaram a viver apenas como as lagartixas, balançando a cabeça pra tudo o que os Espíritos dizem atestando a sua ignorância em tudo o que diz respeito ao Espiritismo. E ai de quem ousar dizer que ele está fascinado! Conheço o caso de uma senhora que jura ser a encarnação de vários espíritos famosos pela psicografia de um médium também famoso, já desencarnado, mas que demonstra claros sinais de uma assustadora fascinação. Imagina se ela psicografasse livros?

Não é à toa que Kardec se preocupava com relação à publicação de comunicações mediúnicas, de uma forma geral. Não por acaso, também, que insistimos em repisar as advertências feitas por Herculano Pires sobre a importância de uma séria e sólida formação doutrinária para as futuras gerações espíritas. E para finalizar estas reflexões, como disse certa vez o Codificador:
“Em matéria de publicidade, portanto, toda circunspeção é pouca e não se calcularia com bastante cuidado o efeito que talvez produzisse sobre o leitor. Em resumo, é um grave erro crer-se obrigado a publicar tudo quanto ditam os Espíritos, porque, se os há bons e esclarecidos, também os há maus e ignorantes. Importa fazer uma escolha muito rigorosa de suas comunicações e suprimir tudo quanto for inútil, insignificante, falso ou susceptível de produzir má impressão. É preciso semear, sem dúvida, mas semear a boa semente e em tempo oportuno”. [5]
Referências:

[1] KARDEC, Allan. Obras Póstumas. 14ª Ed. SP, LAKE, 2007, p. 217.
[2] _______. Viagem Espírita em 1862. 1ª Ed. RJ, FEB, 2005, p. 123.
[3] PIRES, J. Herculano. Mediunidade.
[4] _______. O que é o Espiritismo. IDE, item 87, pag. 114
[5] KARDEC, Allan. Viagem Espírita em 1862. 1ª Ed. RJ, FEB, 2005, p.

Fonte: Blog Análises Espíritas - http://analisesespiritas.blogspot.com.br/2012/07/reflexoes-acerca-da-publicacao-de.html

segunda-feira, 23 de julho de 2012

A Vida Futura

Por Allan Kardec

A vida futura não é mais um problema; é um fato adquirido pela razão e pela demonstração para a quase unanimidade dos homens, porque os seus negadores não formam senão uma ínfima minoria, apesar do ruído que se esforçam por fazer. Não é, pois, a sua realidade que nos propusemos demonstrar aqui; isso seria repetir sem nada acrescentar à convicção geral. Estando o princípio admitido, como premissa, o que nos propusemos foi examinar a sua influência sobre a ordem social e a moralização, segundo a maneira pela qual é encarado.

As conseqüências sobre o princípio contrário, quer dizer, o niilismo, são igualmente muito bem conhecidas e muito bem compreendidas para que seja necessário desenvolvê-las pela segunda vez. Diremos simplesmente que, se fora demonstrado que a vida futura não existe, a vida presente não teria outro objetivo senão a manutenção de um corpo que, amanhã, em uma hora, poderia deixar de existir e tudo, neste caso, estaria acabado sem retorno. A conseqüência lógica de uma tal condição da Humanidade, seria a concentração de todos os pensamentos sobre o crescimento dos gozos materiais, sem cuidado com o prejuízo de outrem, por que então se privar, se impor sacrifícios? Que necessidade de se constranger para se melhorar, se corrigir de suas faltas? Seria, ainda, a perfeita inutilidade do remorso, do arrependimento, uma vez que não se teria nada a esperar; seria, enfim, a consagração do egoísmo e da máxima: O mundo é dos mais fortes e dos mais espertos. Sem a vida futura, a moral não é senão um embaraço, um código de convenção imposto arbitrariamente, mas não tem nenhuma raiz no coração. Uma sociedade fundada sobre tal crença não teria outro laço senão a força, e cairia logo em dissolução.

Que se objete que, entre os negadores da vida futura, há pessoas honestas, incapazes de fazerem conscientemente uma injustiça a outrem, e suscetíveis dos maiores devotamentos! Diremos primeiro que, entre muitos incrédulos, a negação do futuro é antes uma fanfarronice, uma jactância, o orgulho de passar por espíritos fortes, do que o resultado de uma convicção absoluta. No foro íntimo de sua consciência, há uma dúvida que os importuna, é porque procuram se atordoar; mas não é sem uma secreta dissimulação que eles pronunciam o terrível nada que os priva do fruto de todos os trabalhos da inteligência, e destrói para sempre as mais caras afeições. Mais de um daqueles que gritam mais alto, são os primeiros a tremer à idéia do desconhecido; também, quando se aproxima o momento fatal de entrar nesse desconhecido, bem poucos dormem o último sono com a firme convicção de que não despertarão em alguma parte, porque a Natureza jamais perde os seus direitos.

Dizemos, pois, que, entre a maioria, a incredulidade não é senão relativa; quer dizer, que a sua razão não estando satisfeita nem com os dogmas, nem com as crenças religiosas, e não tendo encontrado nenhuma parte com que encher o vazio que se fizera neles, concluíram que nada havia e construíram sistemas para justificar a negação; não são incrédulos senão por falta de melhor. Os incrédulos absolutos são muito raros, se é que existem.

Uma intuição latente e inconsciente do futuro pode, pois, reter um certo número deles sobre a encosta do mal, e poder-se-ia citar uma multidão de atos, mesmo entre os mais endurecidos, que testemunham esse sentimento secreto que os domina, à sua revelia.

É necessário dizer, também, que, qualquer que seja o grau de incredulidade, as pessoas de uma certa condição social são retidas pelo respeito humano; sua posição as obriga a manter-se numa linha de conduta muito reservada; o que temem, acima de tudo, é a infâmia e o desprezo, que, fazendo-lhes perder, pela queda da posição que ocupam, a consideração do mundo, privariam-nas dos gozos que proporcionam a si mesmas; se não têm sempre o fundo da virtude, têm ao menos o verniz. Mas, para aqueles que não têm nenhuma razão para se prender à opinião, que zombam do que dirão, e não se deixará de convir que não seja a maioria, que freio pode ser imposto ao transbordamento das paixões brutais e aos apetites grosseiros? Sobre qual base se apóia a teoria do bem e do mal, a necessidade de reformar seus maus pendores, o dever de respeitar o que os outros possuem, quando eles mesmos não possuem nada? Qual pode ser o estimulante do ponto de honra para as pessoas a quem se persuade de que não são mais do que animais? A lei, diz-se, está lá para mantê-los; mas a lei não é um código de moral que toca o coração; é uma força que sofrem, e que iludem se o podem; se tombam ao primeiro de seus golpes, é para eles uma chance má, ou uma falta de jeito, que tratam de reparar na primeira ocasião.

Aqueles que pretendem que há mais mérito, para os incrédulos, em fazer o bem sem a esperança de uma remuneração na vida futura, na qual não crêem, se apóiam sobre um sofisma tão pouco fundado. Os crentes dizem também que o bem realizado tendo em vista vantagens que se pretende recolher, é menos meritório; vão mesmo mais longe, porque estão persuadidos de que, segundo o móvel que os faz agir, o mérito pode ser completamente anulado. A perspectiva da vida futura não exclui o desinteresse nas boas ações, porque a felicidade da qual ali se goza está, antes de tudo, subordinada ao grau de adiantamento moral; ora, os orgulhosos e os ambiciosos aí estão entre os menos bem favorecidos. Mas os incrédulos que fazem o bem são tão desinteressados como o pretendem? Se nada esperam do outro mundo, nada esperam deste? O amor-próprio nisso não é levado em conta? São insensíveis à aprovação dos homens? Estaria aí um grau de perfeição raro, e não cremos que haja muitos que a isso sejam levados unicamente pelo culto da matéria.

Uma objeção mais severa é esta: Se a crença na vida futura é um elemento moralizador, por que os homens que a pregaram, desde que estão sobre a Terra, são igualmente tão maus?

Primeiro, quem disse que não seriam piores sem isso? Não se poderia disso duvidar, considerando-se os resultados inevitáveis do niilismo popularizado. Não se vê, ao contrário, observando-se os diferentes escalões da Humanidade, desde a selvageria até a civilização, caminhar à frente do progresso intelectual e moral, o abrandamento dos costumes, e a idéia mais racional da vida futura? Mas esta idéia, ainda muito imperfeita, não pôde exercer a influência que ela terá, necessariamente, à medida que será melhor compreendida, e que se adquira noções mais justas sobre o futuro que nos está reservado.

Qualquer que seja a crença na imortalidade, o homem não se preocupa muito com a sua alma, senão do ponto de vista místico. A vida futura, muito pouco claramente definida, não o impressiona senão vagamente; isso não é senão um objetivo que se perde ao longe, e não um meio, porque a sorte aí está irremediavelmente fixada, e nenhuma parte lhe foi apresentada como progressiva; de onde se conclui que ele o será pela eternidade o que foi ao sair daqui. Aliás, o quadro que dela se faz, as condições determinantes da felicidade ou da infelicidade que aí se experimentam, estão longe, sobretudo num século de exame como o nosso, de satisfazer completamente à razão. Depois, ela não se liga bastante diretamente à vida terrestre; entre as duas, não há nenhuma solidariedade, mas um abismo, de sorte que aquele que se preocupa principalmente com uma das duas, perde quase sempre a outra de vista.

Sob o império da fé cega, essa crença abstrata bastara às inspirações dos homens; então, se deixavam conduzir; hoje, sob o reinado do livre exame, querem se conduzir eles mesmos, ver pelos seus próprios olhos, e compreender; as vagas noções da vida futura não estão à alturas das idéias novas, e não respondem mais às necessidades criadas pelo progresso. Com o desenvolvimento das idéias, tudo deve progredir ao redor do homem, porque tudo se liga, tudo é solidário na Natureza: ciências, crenças, cultos, legislações, meios de ação; o movimento para a frente é irresistivel, porque é a lei da existência dos seres; o que quer que seja que permaneça atrasado, abaixo do nível social, é posto de lado, como as vestes que não servem mais, e, finalmente, é levado pela onda que cresce.

Assim o foi com as idéias pueris sobre a vida futura com as quais se contentavam os nossos pais; persistir em impô-las hoje, seria levar à incredulidade. Para ser aceita pela opinião, e para exercer a sua influência moralizadora, a vida futura deve se apresentar sob o aspecto de uma coisa positiva, tangível de alguma sorte, capaz de suportar o exame; satisfatória para a razão, sem nada deixar na sombra. Foi no momento em que a insuficiência das noções do futuro abria a porta à duvida e à incredulidade, que novos meios de investigação foram dados ao homem para penetrar esse mistério, e fazê-lo compreender a vida futura, em sua realidade, em seu positivismo, em suas relações íntimas com a vida corpórea.

Por que se toma, em geral, tão pouco cuidado com a vida futura? Entretanto, trata-se de uma atualidade, uma vez que se vêem, cada dia, milhares de homens partirem para essa destinação desconhecida? Como cada um de nós deverá partir ao seu turno, e porque a hora da partida pode soar a qualquer minuto, parece natural inquietar-se com o que disso advirá. Por que isso não é feito? Precisamente porque a destinação é desconhecida, e que não se teve, até o presente, nenhum meio para conhecê-la. A ciência inexorável veio desalojá-la dos lugares onde estava circunscrita. Ela está perto? Está longe? Está perdida no infinito? As filosofias dos tempos passados não respondiam nada, porque elas mesmas nada sabiam disso; então, diz-se: "Será o que for"; daí a indiferença.

Ensinam-nos bem que nela se é feliz ou infeliz segundo se tenha bem ou mal vivido; mas isso é tão vago! Em que consiste essa felicidade e essa infelicidade? O quadro que dela se faz está de tal modo em desacordo com a idéia que fazemos da justiça de Deus, semeado de tantas contradições, de inconseqüências, de impossibilidades radicais, que, involuntariamente, se é tomado pela dúvida, se não for pela incredulidade absoluta, e depois se diz que aqueles que se enganaram sobre os lugares assinalados para as moradas futuras puderam, do mesmo modo, ser induzidos em erro sobre as condições que marcam para a felicidade e para o sofrimento. Aliás, como estaremos naquele mundo? Ali seremos seres concretos ou abstratos? Teremos uma forma, uma aparência? Se não temos nada de material, como se pode ali sentir sofrimentos materiais? Se os felizes nada têm a fazer, a ociosidade perpétua, em lugar de uma recompensa, torna-se um suplício, a menos que se admita o Nirvana do Budismo, que não é muito invejável.

O homem não se preocupará com a vida futura senão quando nela ver um objetivo limpo e claramente definido, uma situação lógica, respondendo a todas as suas aspirações, resolvendo todas as dificuldades do presente, e nela não encontre nada que a razão não possa admitir. Se se preocupa com o dia de amanhã, é porque a vida do dia seguinte se liga intimamente à vida da véspera: elas são solidárias, uma com a outra; sabe-se que, do que se faz hoje, depende a posição de amanhã, e do que se fizer amanhã dependerá a posição do depois-de-amanhã, a assim por diante.

Tal deve ser, para ele, a vida futura, quando esta não estiver mais perdida nas nuvens da abstração, mas uma atualidade palpável, completamente necessária da vida presente, uma das fases da vida geral, como os dias são fases da vida corpórea; quando verá o presente reagir sobre o futuro, pela força das coisas, e sobretudo quando compreenderá a reação do futuro sobre o presente: quando, em uma palavra, verá o passado, o presente e o futuro se encadeando por uma inexorável necessidade, como a véspera, o dia e o dia seguinte na vida atual, oh! então as suas idéias mudarão completamente, porque verá, na vida futura, não somente um objetivo, mas um meio; não um efeito distante, mas atual; será então, também, que essa crença exercerá, forçosamente, e por uma conseqüência muito natural, uma ação preponderante sobre o estado social e a moralização.

Tal é o ponto de vista sob o qual o Espiritismo nos faz encarar a vida futura.

Fonte: Obras Póstumas

sexta-feira, 1 de junho de 2012

Curta resposta aos detratores do Espiritismo


Por Allan Kardec

O direito de exame e de crítica é um direito imprescritível, ao qual o Espiritismo não tem a pretensão de se subtrair, como não tem a de satisfazer todo o mundo. Cada um, pois, está livre para aprová-lo ou rejeitá-lo; mas ainda seria necessário discuti-lo com conhecimento de causa; ora, a crítica não tem senão, muito freqüentemente, provado a sua ignorância de seus princípios mais elementares, fazendo-lhe dizer precisamente ao contrário do que ele diz, atribuindo-lhe o que nega, confundindo-o com as imitações grosseiras e burlescas do charlatanismo, dando, enfim, como a regra de todos, as excentricidades de alguns indivíduos. Muito freqüentemente, também, a malevolência quis torná-lo responsável por atos repreensíveis ou ridículos, onde seu nome foi misturado incidentemente, e disso faz uma arma contra ele.

Antes de imputar a uma doutrina a incitação a um ato repreensível qualquer, a razão e a eqüidade querem que se examine se essa doutrina contém as máximas próprias para justificarem esse ato.

Para conhecer a parte de responsabilidade que incumbe ao Espiritismo numa dada circunstância, há um meio muito simples, que é o de inquirir de boa fé, não entre os adversários, mas na própria fonte, o que ele aprova e o que ele condena. A coisa é tanto mais fácil que nada tem de secreto; seus ensinos são públicos, e cada um pode controlá-los.

Se, pois, os livros da Doutrina Espírita condenam de maneira explícita e formal um ato justamente reprovado; se não encerram, ao contrário, senão instruções de natureza a levar ao bem, é que o indivíduo culpado da má ação nele não hauriu suas inspirações, tivesse mesmo esses livros em seu poder.

O Espiritismo não é mais solidário com aqueles que se comprazem em dizer-se espíritas, do que a medicina não o é com os charlatães que a exploram, nem a sã religião com os abusos, ou mesmo crimes, cometidos em seu nome. Não reconhece por seus adeptos senão aqueles que colocam em prática os seus ensinos, quer dizer, que trabalham para o seu próprio adiantamento moral, esforçando-se por vencer as suas más inclinações, serem menos egoístas e menos orgulhosos, mais dóceis, mais humildes, mais pacientes, mais benevolentes, mais caridosos para com o próximo, mais moderados em todas as coisas, porque são os sinais característicos do verdadeiro espírita.

O objeto desta curta notícia não é o de refutar todas as falsas alegações dirigidas contra o Espiritismo, nem de desenvolvê-lo ou provar-lhe todos os princípios, e ainda menos procurar converter, às suas idéias, aqueles que professam opiniões contrárias, mas de dizer, em algumas palavras, o que é e o que não é, o que admite e o que reprova.

Suas crenças, suas tendências e seu objetivo se resumem nas proposições seguintes:

O elemento espiritual e o elemento material são os dois princípios, as duas forças vivas da Natureza se completando uma pela outra, e reagindo incessantemente uma sobre a outra, ambas indispensáveis ao funcionamento do mecanismo do Universo.

Da ação recíproca desses dois princípios nascem fenômenos que, cada um deles, isoladamente é incapaz de se explicar.

A ciência, propriamente dita, tem por missão especial o estudo das leis da matéria.

O Espiritismo tem por objeto o estudo do elemento espiritual em suas relações com o elemento material, e encontra, na união desses dois princípios, a razão de uma multidão de fatos até então inexplicados.

O Espiritismo caminha de acordo com a ciência no terreno da matéria: admite todas as verdades que ela constata; mas onde se detêm as investigações desta, prossegue as suas no terreno da espiritualidade.

Sendo o elemento espiritual um estado ativo da Natureza, os fenômenos que se ligam a ele estão submetido a leis, e, por isso mesmo, tão naturais quanto aqueles que têm sua fonte na matéria neutra.

Certos fenômenos foram reputados sobrenaturais pela ignorância das leis que os regem. Em conseqüência desse princípio, o Espiritismo não admite o caráter maravilhoso atribuído a certos fatos, de tudo constatando a realidade ou a possibilidade. Para ele não há milagre, enquanto derrogação das leis naturais; de onde se segue que os espíritas não fazem, milagres, e que a qualificação de taumaturgos, que alguns lhe dão, é imprópria.

O conhecimento das leis que regem o princípio espiritual, se liga, de maneira direta, à questão do passado e do futuro do homem. Sua vida é limitada à existência atual? Entrando neste mundo, saiu do nada, e em que se torna deixando-o? Já viveu e viverá ainda? Como viverá e em que condições? Em uma palavra, de onde vem e para onde vai? Por que está sobre a Terra e por que nela sofre? Tais são as perguntas que cada um se coloca, porque são para todos de um interesse capital, e que nenhuma doutrina não lhe deu ainda solução racional. A que o Espiritismo lhe dá, se apóia sobre fatos, satisfazendo às exigências da lógica e da justiça mais rigorosa, é uma das principais causas da rapidez de sua propagação.

O Espiritismo não é nem uma concepção pessoal, nem o resultado de um sistema preconcebido. É a resultante de milhares de observações feitas em todos os pontos do globo, e que convergiram para o centro que as coligiu e coordenou. Todos esses princípios constituintes, sem exceção, são deduzidos da experiência. A experiência sempre precedeu a teoria.

O Espiritismo encontrou, assim, desde o início, raízes por toda a parte; a história não oferece nenhum exemplo de uma doutrina filosófica ou religiosa que haja, em dez anos, reunido um tão grande número de adeptos; entretanto não empregou, para se fazer conhecer, nenhum dos meios vulgarmente em uso; propaga-se por si mesmo, pelas simpatias que encontrou.

Um fato não menos constante é que, em nenhum país, a Doutrina não nasceu na camada baixa da sociedade; por toda a parte, ela se propagou de alto a baixo da escala social; é nas classes esclarecidas que está ainda quase exclusivamente difundida, e as pessoas iletradas nela estão em ínfima minoria.

Está ainda averiguado que a propagação do Espiritismo seguiu, desde a origem, uma marcha constantemente ascendente, apesar de tudo o que se fez para entravá-la e desnaturar-lhe o caráter, tendo em vista desacreditá-lo na opinião pública. Há mesmo a se anotar que, tudo o que se fez com esse objetivo, favoreceu-lhe a difusão; o ruído que se fez a seu propósito levou-o ao conhecimento de pessoas que dele jamais ouviram falar; quanto mais o difamaram ou ridicularizaram, mais as invectivas foram violentas, mais estimulou a curiosidade; e como não pode senão ganhar ao exame, disso resultou que os seus adversários dele se fizeram, sem o querer, os ardentes propagadores; se as diatribes não lhe trouxeram nenhum prejuízo, foi porque estudando-o em sua fonte verdadeira, o encontraram diferente do que havia sido representado.

Nas lutas que teve de sustentar, as pessoas imparciais se deram conta de sua moderação; jamais usou de represálias contra os seus adversários, nem restituiu injúria por injúria.

O Espiritismo é uma doutrina filosófica que tem conseqüências religiosas, como toda doutrina espiritualista; por isso mesmo toca forçosamente às bases fundamentais de todas as religiões: Deus, a alma e a vida futura; mas não é, uma religião constituída, tendo em vista que não tem nem culto, nem rito, nem templo, e que, entre os seus adeptos, nenhum tomou ou recebeu o título de sacerdote ou de sumo-sacerdote. Essas qualificações são pura invenção da crítica.

É-se espírita somente porque se simpatiza com os princípios da doutrina, e que com ela se conforma a sua conduta. É uma opinião como uma outra, que cada um deve ter o direito de professar, como se tem o de ser judeu, católico, protestante, fourieísta, sansimonista, voltairiano, cartesiano, deísta e mesmo materialista.

O Espiritismo proclama a liberdade de consciência como um direito natural: reclama-a para os seus, como para todo o mundo. Respeita todas as convicções sinceras, e pede para si a reciprocidade.

Da liberdade de consciência decorre o direito de livre exame em matéria de fé. O Espiritismo combate o princípio da fé cega, como impondo ao homem a abdicação de seu próprio julgamento; diz que toda fé imposta é sem fundamento. Por isso inscreveu, entre as suas máximas: "Não há fé inabalável senão aquela que pode encarar a razão face a face em todas as épocas da Humanidade."

Conseqüente com os seus princípios, o Espiritismo não se impõe a ninguém; quer ser aceito livremente e por convicção. Expõe suas doutrinas e recebe aqueles que vêm a ele voluntariamente.

Não procura desviar ninguém de suas convicções religiosas; não se dirige àqueles que têm uma fé, e a quem essa fé basta, mas àqueles que, não estando satisfeitos com aquilo que se lhe deu, procuram alguma coisa melhor.

Fonte: Obras Póstumas

quarta-feira, 7 de março de 2012

Universalismo e Movimentos Cismáticos


Por Artur Felipe Azevedo

É muito natural que as pessoas possuam diferentes maneiras de pensar, algo que ocorre, entre outras fatores, devido ao fato de cada um estar num patamar diferente de compreensão sobre determinada questão ou assunto.

No entanto, quando um ou mais indivíduos que dizem pertencer a uma determinada religião, ou que dizem apoiar certo conjunto de ideias de cunho filosófico (como a Doutrina Espírita, por exemplo), passam a discordar de alguns de seus princípios ou ensinos, forma-se aquilo que se convencionou chamar de "cisma". O cisma caracteriza-se por uma dissidência (ou cisão), em que geralmente seus partidários mantêm certos princípios originais e passam, concomitantemente, a adotar outros que lhes pareçam melhores ou mais convenientes. De maneira geral, passam a isolar-se do movimento originário, adotando práticas e divulgando conceitos próprios.

Allan Kardec, o sistematizador da Doutrina Espírita, deixou comentários importantes e esclarecedores acerca dos cismas que já surgiam e viriam a surgir no movimento espírita, tendo deixado evidenciado sua preocupação perante os mesmos. Leiamos:

"Uma questão que se apresenta em primeiro lugar no pensamento é a dos Cismas que poderão nascer no seio da Doutrina; o Espiritismo deles será preservado?

Não, seguramente, porque terá, no começo sobretudo, que lutar contra as ideias pessoais, sempre absolutas, tenazes, lentas em se harmonizarem com as ideias de outrem, e contra a ambição daqueles que querem ligar, mesmo assim, o seu nome a uma inovação qualquer; que criam novidades unicamente para poderem dizer que não pensam e não fazem como os outros; ou porque o seu amor-próprio sofre por não ocupar senão uma posição secundária." (em Constituição do Espiritismo - Dos Cismas, Obras Póstumas)(grifos nossos)

Vemos claramente que Allan Kardec se refere a novidades oriundas de ideias pessoais através das quais adeptos ambiciosos e, por que não dizer?, vaidosos e sequiosos por destaque, de maneira persistente procuram fazer prevalecer, exatamente como temos observado nos últimos tempos.

Cabe frizar que o Espiritismo se deparou, inicialmente, com simpatizantes de praticamente todas as religiões e filosofias. Uns, logo reconhecendo que a Doutrina Espírita possuía ideias, conceitos e princípios que lhe eram próprios, perceberam que não seria possível conciliar o Espiritismo com doutrinas do passado, fossem elas do Ocidente ou do Oriente, apesar dos alguns (poucos) pontos aparentemente em comum. Já outros, afetivamente ligados às suas antigas religiões, acharam que o Espiritismo nada teria a perder aceitando o que chamavam de "contribuições" dessas correntes do espiritualismo em geral, fossem elas oriundas de religiões dogmáticas (como o Catolicismo), ou de religiões orientais e/ou orientalistas.

Como já estudamos anteriormente em outros artigos, especialmente em "Os Cavalos de Troia do Espiritismo" e em "Os Efeitos do Ecletismo e da Heterodoxia no Movimento Espírita Francês", J.-B. Roustaing foi o primeiro a liderar um movimento cismático com suas ideias neo-docetistas muito semelhantes ao ideário católico. Tempos depois, com o desencarne do Codificador, logo se apossaram da Sociedade Parisiente de Estudos Espíritas, espiritualistas de toda ordem, especialmente teosofistas, ocultistas e esotéricos, com a complacência de Pierre Gaëtan Leymarie, pouco afeito a manter a mesma postura austera do Codificador.

Anos depois, no Brasil, os adeptos do rustenismo adiantaram-se e fundaram a Federação Espírita Brasileira (FEB), dominando amplamente o movimento espírita com uma avalanche de obras que, pouco a pouco, foram minando a divulgação e o estudo das obras da Codificação, considerada pelos mesmos superadas pela obra "Os Quatro Evangelhos" de J.-B. Roustaing, apelidada de "a Revelação da Revelação". Já nos idos de 1950, surgem os livros de Hercílio Maes, com ideias em oposição ao rustenismo e com a proposta de acrescentar ao Espiritismo práticas, ensinos e conceitos do rosacrucianismo e da teosofia, como pudemos claramente apontar em Artigo investigativo: Ramatis pode nem existir. A proposta? Uma só: estabelecer o que Hercílio apelidou de "universalismo", como se o Espiritismo, por si só, não fosse uma doutrina eminentemente universalista. 

Vejamos, uma a uma, as definições de "universalismo" contidas no Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa, e verificaremos que a Doutrina espírita, mais do que qualquer outro conjunto de ideias (doutrina), é essencialmente universalista:

Universalismo - substantivo masculino;

1 Rubrica: religião.
"doutrina ou crença que afirma que todos os homens estão destinados à salvação eterna, em virtude da bondade de Deus"

Comentário: É exatamente isso o que ensina o Espiritismo. Acresce ainda que alcançamos o mais alto estágio evolutivo através da reencarnação (ou vidas sucessivas), onde nos são dadas as oportunidades de aprendizado e aperfeiçoamento intelecto-moral.

2 caráter do que é universal ou universalista; universalidade

Comentário: Allan Kardec, servindo-se de médiuns de praticamente todos os pontos do planeta e desconhecidos uns dos outros, atestou que os ensinos espíritas são de origem universal. Tal fato pode ser verificado no artigo Controle Universal do Ensino dos Espíritos (CUEE), o eficaz método espírita de aferição da Verdade. Além disso, o Espiritismo assenta-se sob fatos naturais e não admite nada do que se afaste dessas mesmas leis, imutáveis como o próprio Criador. Utilizando-se do critério de concordância universal, o codificador pôde chegar a um eficaz meio de aferição das mensagens que lhe chegavam.

3 tendência de tornar universal uma religião, uma ideia, um sistema etc., fazendo com que se dirija ou abranja a totalidade e não um grupo particular

Comentário: O Espiritismo se destina a todos, porque todos estamos submetidos às mesmas leis universais. Não se dirije somente aos espíritas, e nem defende qualquer beneplácito divino ou superioridade dos espíritas sobre os demais.

4 opinião dos que só reconhecem como autoridade o assentimento universal

Comentário: Como já foi dito e demonstrado, Allan Kardec utilizou-se de comunicações oriundas dos quatro cantos do planeta, tendo sido o único a sistematizar uma doutrina desta maneira. Portante, é errôneo afirmar que o Espiritismo tenha um viés unicamente ocidental, ou que tenha privilegiado o pensamento predominante no Ocidente. 

Assim sendo, não há razão para fundar qualquer movimento pretensamente ligado ao Espiritismo que se auto-intitule "universalista", já que a própria Doutrina Espírita é, por si só, universalista. 

Em nossas pesquisas, pudemos observar que os idealizadores do movimento universalista, os contemporâneos Edgard Armond e Hercílio Maes, ambos ramatisistas e adeptos de correntes espiritualistas orientais, intentaram, conscientemente ou não, na verdade, promover um sincretismo dessas filosofias com o Espiritismo. O primeiro, escrevendo livros de próprio punho, tendo sido o livro "Exilados de Capela" o que mais sucesso alcançou; o segundo, atribuindo tais ideias a um espírito "oriental" chamado Ramatis. 

Edgard Armond foi inclusive chamado por Ramatis de "discípulo querido", sendo que boa parte do projeto de implantação da Aliança Espírita Evangélica, assim como os trabalhos mediúnicos em si e programação de estudos, foram inspirados nos ditados constantes das obras de Hercílio/Ramatis. Tais informações, para que fique claro que não estamos tirando de nossa cabeça, constam do livro "No Tempo do Comandante", de Edelson da Silva Jr., uma biografia de Armond.

Preocupado com a situação, em que eram propagados Brasil afora uma série de práticas e informações que colidiam com o Espiritismo e afrontavam o método kardeciano, Deolindo Amorim lançou a preciosíssima obra "O Espiritismo e as Doutrinas Espiritualistas" (1958). Sem combater nenhuma corrente ou filosofia espiritualista, como a Teosofia, a Rosacruz, e as diversas seitas de origem asiática e africana, embora ressaltando eventuais coincidências de pontos filosóficos, Deolindo define, separa e identifica o que é o Espiritismo, mostrando a sua independência.

"(...) Todas as doutrinas organizadas têm o seu corpo de princípios, seus postulados, sua orientação. O Espiritualismo, em sua amplitude, é a matriz de muitas escolas, religiões e correntes filosóficas, mas a própria disciplina da inteligência exige que se dê a cada religião ou doutrina o seu lugar inconfundível: ESPIRITISMO é Espiritismo; TEOSOFIA é teosofia; ECLETISMO é ecletismo. É melhor discernir do que confundir, pois é discernindo que se põe ordem nas ideias para procurar a Verdade. 

"O Espiritismo é uma doutrina universalista, e tanto quanto as doutrinas que mais o sejam; mas é indispensável não levar a noção de universalismo ao arbítrio de acomodações inconvenientes senão prejudiciais à clareza do espírito crítico. Repetimos que o Espiritismo é universalista, os seus problemas têm o sentido da universalidade, mas também é oportuno acentuar que o Espiritismo não é uma forma de sincretismo doutrinário ou religioso, sem unidade nem consistência. Não, absolutamente! Já se falseou muito a ideia de universalismo. Ser universalista é ter visão global do conhecimento, é estimar a universalidade dos valores espirituais acima e além de todas as configurações geográficas ou históricas. Universalismo é uma convicção, é uma posição consciente em face da cultura humana e espiritual; não é, portanto, a junção pura e simples de crenças, doutrinas e práticas diversas." (cap. I - A Reencarnação e as Escolas Orientais)

A última linha do brilhante comentário de Deolindo Amorim é uma descrição fiel do que acontece em núcleos espíritas (ou pretensamente espíritas) que adotam esse comportamento sincrético dito "universalista". Adoção de práticas mediúnicas exóticas (apometria, passes padronizados, etc.), utilização de terapias alternativas muitas vezes inócuas (cromoterapia, radiestesia, cristalterapia, etc.), venda de objetos tidos como concentradores ou debeladores de "energia" (cristais, incensos, defumadores, etc.), uso de uniformes e roupas especiais (jalecos brancos, imitando profissionais da saúde), e por aí vai. 

Até mesmo o espírito André Luiz, entidade incensada por boa parte do contingente espírita, mostrou-se claramente contrário a essa postura agregacionista e oportunista:

"Muitos, companheiros, sob a alegação de que todas as religiões são boas e respeitáveis, julgam que as tarefas espíritas nada perdem por aceitar a enxertia da práticas estranhas à simplicidade que lhes vige na base, lisonjeando indebitamente situações e personalidades humanas, supostas capazes de beneficiar as construções doutrinárias do Espiritismo. 

No entanto, examinemos, sem parcialidade, a expressão contraditória de semelhante
atitude, analisando-a, na lógica da vida.

Criaturas de todas as plagas dos Universos são filhas do Criador e chegarão, um dia, à perfeição integral. Mas, no passo evolutivo em que nos achamos, não nos é lícito estar com todas, conquanto respeitemos a todas, de vez que inúmeras se encontram em experiências diametralmente opostas aos objetivos que nos propomos alcançar.

Não existem caminhos que não sejam viáveis e todos podem conduzir a determinado
ponto do mundo. Contudo, somente os viajores irresponsáveis escolherão perlustrar
atalhos perigosos e desfiladeiros obscuros, espinheiros e charcos, no Dédalo de aventuras marginais, ao longo da estrada justa.

Indiscriminadamente, os produtos expostos num mercado são úteis. Mas sob a desculpa do acatamento que se deve a todos, não nos cabe comer de tudo, sem a mínima noção de higiene e sem qualquer consideração para com a própria saúde.

Águas de qualquer procedência liquidam a sede. No entanto, com a desculpa de que todas são valiosas, não é aconselhável se beba qualquer uma, sem qualquer preocupação de limpeza, a menos que a pessoa esteja nas vascas da sofreguidão, ameaçada de morte pelo deserto.

Sabemos que a legislação humana obtida à custa de sofrimento estabelece a segregação dos irmãos delinquentes para o trabalho reeducativo; sustenta a polícia rodoviária para garantir a ordem da passagem correta; mantém fiscalização adequada para o devido asseio nos recursos destinados à alimentação pública e cria agentes de filtragem para que as fontes não se façam veículos de endemias e outras calamidades que arrasariam populações indefesas.

Reflitamos nisso e compreenderemos que assegurar a simplicidade dos princípios espíritas, nas casas doutrinárias, para que as sua atividades atinjam a meta da libertação espiritual da Humanidade não é fanatismo e nem rigorismo de espécie alguma, porquanto, agir de outro modo seria o mesmo que devolver um mapa luminoso ao labirinto das sombras, após séculos de esforço e sacrifício para obtê-lo, como se também, a pretexto de fraternidade, fôssemos obrigados a desertar do lar para residir nas penitenciárias; a deixar o caminho certo para seguir pelo cipoal; a largar o prato saudável para ingerir a refeição deteriorada e desprezar a água potável por líquidos de salubridade suspeita." ("Práticas Estranhas", livro "Opinião Espírita" (1963) - F.C. Xavier)

Assim sendo, o alerta está dado. 

Infelizmente, os interessados em tornar o movimento espírita um celeiro de fantasias muito se aborrecem com esses comentários, mas é preciso que não nos deixemos enganar. Há muitos interesses envolvidos nisso, tanto materiais, quanto espirituais. De um lado, espíritos pseudossábios, autênticos falsos profetas da erraticidade, charlatões da espiritualidade, que revestem suas mensagens das palavras de amor, caridade, etc. apenas com o intuito de melhor enganarem acerca de suas luzes. Ditam o que lhes vêm à cabeça com o intuito de promover a confusão. Do outro, indivíduos encarnados que pouco se aprofundaram no estudo sério da Doutrina Espírita, desejosos por terem sobre si os holofotes e o dinheiro que esse grande mercado da literatura "trash" pseudo-espírita tem proporcionado.

Cabe aos dirigentes espíritas discernir que "tolerar" não significa o mesmo que "transigir". Toleramos a todos, amamos a todos, mas a título de amar não nos é lícito conspurcar aquilo que nos é mais caro: o Espiritismo e sua missão de libertação das consciências das faixas da ignorância, causa primária de tudo aquilo que causa sofrimento e impede as almas de voarem mais celeremente rumo à perfeição.

quinta-feira, 10 de novembro de 2011

Profissão de fé espírita raciocinada

§ I. DEUS

1. Há um Deus, inteligência suprema, causa primeira de todas as coisas.

A prova da existência de Deus está no axioma: Não há efeito sem causa. Vemos incessantemente uma multidão inumerável de efeitos, cuja causa não está na Humanidade, uma vez que a Humanidade está impossibilitada de reproduzi-los, e mesmo de explicá-los: a causa está, pois, acima da Humanidade. É a essa causa que se chama Deus, Jeová, Alá, Brama, Fo-hi, Grande Espírito, etc., segundo as línguas, os tempos e os lugares.

Esses efeitos, de nenhum modo, não se produzem ao acaso, fortuitamente e sem ordem; desde a organização do menor inseto, e do maior grão, até à lei que rege os mundos circulando no espaço, tudo atesta um pensamento, uma combinação, uma previdência, uma solicitude que ultrapassam todas as concepções humanas. Essa causa é, pois, soberanamente inteligente.

2. Deus é eterno, imutável, imaterial, único, onipotente, soberanamente justo e bom.

Deus é eterno, se tivesse tido um começo, alguma coisa teria existido antes dele; teria saído do nada, ou bem teria sido criado, ele mesmo, por um ser anterior. Assim é que, de passo a passo, remontamos ao infinito na eternidade.

Deus é imutável; se estivesse sujeito a mudanças, as leis que regem o Universo não teriam nenhuma estabilidade.

É imaterial, quer dizer que a sua natureza difere de tudo o que chamamos matéria, de outro modo estaria sujeito às flutuações e às transformações da matéria, e não seria imutável.

É único, se houvesse vários deuses, teria várias vontades; e desde então não teria uma unidade de vistas, nem unidade de poder na ordenação do Universo.

É onipotente, porque é único. Se não tivesse o soberano poder, haveria alguma coisa mais poderosa do que ele; não teria feito todas as coisas, e as que não tivesse feito, seriam a obra de um outro Deus.

É soberanamente justo e bom. A sabedoria providencial das leis divinas se revela nas menores coisas, como nas maiores, e essa sabedoria não permite duvidar nem da sua justiça, nem da sua bondade.

3. Deus é infinito em todas as suas perfeições.

Supondo-se imperfeito um só dos atributos de Deus, se se diminui a menor parcela da eternidade, da imutabilidade, da imaterialidade, da unidade, da onipotência da justiça e da bondade de Deus, pode-se supor um outro ser possuindo o que lhe faltaria, e esse ser, mais perfeito do que ele, seria Deus.

§ II. A ALMA

4. Há no homem um princípio inteligente que se chama ALMA ou ESPÍRITO, independente da matéria e que lhe dá o senso moral da faculdade de pensar.

Se o pensamento fosse uma propriedade da matéria, ver-se-ia a matéria bruta pensar; ora, como jamais se viu a matéria inerte dotada de faculdades intelectuais; que quando o corpo está morto ele não pensa mais, é necessário disso concluir que a alma é independente da matéria, e que os órgãos não são senão instrumentos com a ajuda dos quais o homem manifesta o seu pensamento.

5. As doutrinas materialistas são incompatíveis com a moral e subversivas da ordem social.

Se, segundo os materialistas, o pensamento fosse segregado pelo cérebro, como a bile é segregada pelo fígado, disso resultaria que, na morte do corpo, a inteligência do homem e todas as suas qualidades morais reentrariam no nada; que os parentes, os amigos e todos aqueles aos quais se tivesse afeiçoado, estariam perdidos sem retorno; que o homem de gênio seria sem mérito, uma vez que não deveria as suas faculdades transcendentais senão ao acaso de sua organização; que não haveria, entre o imbecil e o sábio, senão a diferença de mais ou de menos cérebro.

As conseqüências dessa doutrina seriam que, não esperando o homem nada além desta vida, nenhum interesse teria em fazer o bem; que seria muito natural que procurasse se proporcionar o mais de gozos possíveis, fosse memo às expensas de outrem; que haveria estupidez em disso se privar pelos outros; que o egoísmo seria o sentimento mais racional; que aquele que fosse teimosamente infeliz sobre a Terra, nada melhor teria a fazer do que se matar, uma vez que, devendo cair no nada, isso não seria nem mais e nem menos para ele, e que abreviaria os seus sofrimentos.

A doutrina materialista é, pois, a sanção do egoísmo, fonte de todos os vícios, a negação da caridade, fonte de todas as virtudes e base da ordem social, e a justificação do suicídio.

6. A independência da alma está provada pelo Espiritismo.

A existência da alma está provada pelos atos inteligentes do homem, que devem ter uma causa inteligente e não uma causa inerte. A sua independência da matéria está demonstrada de maneira patente pelos fenômenos espíritas que a mostram agindo por si mesma, e sobretudo pela experiência de seu isolamento durante a vida, o que lhe permite se manifestar, pensar e agir na ausência do corpo.

Pode-se dizer que, se a química separou os elementos da água, se ela colocou por aí as suas propriedades em descoberto, e se pode à vontade fazer e desfazer um corpo composto, o Espiritismo pode igualmente isolar os dois elementos constitutivos do homem: o espírito e a matéria, a alma e o corpo, separá-los e reuni-los à vontade, o que não pode deixar dúvida sobre a sua independência.

7. A alma do homem sobrevive ao corpo e conserva a sua individualidade depois da morte.

Se a alma não sobrevivesse ao corpo, o homem não teria por perspectiva senão o nada, do mesmo modo se a faculdade de pensar fosse o produto da matéria; se ela não conservasse a sua individualidade, quer dizer, se ela fosse se perder no reservatório comum chamado grande todo, como as gotas de água no Oceano, isso não seria menos para o homem o nada do pensamento, e as conseqüências seriam absolutamente as mesmas de que se não tivesse alma.

A sobrevivência da alma depois da morte está provada, de maneira irrecusável e de alguma sorte palpável, pelas comunicações espíritas. Sua individualidade está demonstrada pelo caráter e pelas qualidades próprias de cada uma; essas qualidades, distinguindo as almas umas das outras, constituem a sua personalidade; se elas estivessem confundidas num todo comum, não teriam senão qualidades uniformes.

Além dessas provas inteligentes, há ainda a prova material das manifestações visuais, ou aparições, que são tão freqüentes e tão autênticas, que não é permitido contradizer.

8. A alma do homem é feliz ou infeliz depois da morte, segundo o bem ou o mal que fez durante a vida.

Desde que se admite um Deus soberanamente bom e justo, não se pode admitir que as almas tenham uma sorte comum. Se a posição futura do criminoso e do homem virtuoso devesse ser a mesma, isso excluiria toda a utilidade de se fazer o bem; ora, supor que Deus não faz diferença entre aquele que faz o bem e aquele que faz o mal, seria negar a sua justiça. Não recebendo o mal sempre a sua punição, nem o bem a sua recompensa durante a vida terrestre, disso é necessário concluir que a justiça será feita depois, sem isso Deus não seria justo.

As penas e os gozos futuros estão, por outro lado, materialmente provados pelas comunicações que os homens podem estabelecer com as almas daqueles que viveram e que vêm descrever o seu estado, feliz ou infeliz, a natureza de suas alegrias ou de seus sofrimentos, e dizer-lhes a causa.

9. Deus, a alma, sobrevivência e individualidade da alma depois da morte do corpo, penas e recompensas futuras, são os princípios fundamentais de todas as religiões.

O Espiritismo vem acrescentar, às provas morais desses princípios, as provas materiais dos fatos e da experimentação, e interromper os sofismas do materialismo. Em presença dos fatos, a incredulidade não tem mais razão de ser; assim é que o Espiritismo vem dar de novo a fé àqueles que a perderam, e levantar as dúvidas entre os incrédulos.

§ III. CRIAÇÃO

10. Deus é o criador de todas as coisas.

Esta proposição é a conseqüência da prova da existência de Deus.

11. O princípio das coisas está nos segredos de Deus.

Tudo diz que Deus é o autor de todas as coisas, mas quando e como as criou? É a matéria de toda a eternidade como ele? É o que ignoramos. Sobre tudo o que não julgou oportuno nos revelar, não se pode estabelecer senão sistemas mais ou menos prováveis. Dos efeitos que vemos, podemos remontar a certas causas; mas há um limite que nos é impossível transpor, e seria, ao mesmo tempo, perder seu tempo e se expor e desviar-se querendo ir além.

12. O homem tem por guia, na pesquisa do desconhecido, os atributos de Deus.

Na procura dos mistérios, que nos são permitidos sondar, pelo raciocínio, há um critério certo, um guia infalível: são os atributos de Deus.

Desde que se admite que Deus deve ser eterno, imutável, imaterial, único, onipotente, soberanamente justo e bom, que é infinito em suas perfeições, toda doutrina ou teoria, científica ou religiosa, que tendesse a lhe tirar uma parcela, de um único de seus atributos, seria necessariamente falsa, uma vez que tenderia à negação da própria divindade.

13. Os mundos materiais tiveram um começo e terão um fim.

Que a matéria seja de toda a eternidade como Deus, ou que ela haja sido criada numa época qualquer, é evidente, segundo o que se passa diariamente sob os nossos olhos, que as transformações da matéria são temporárias, e que dessas transformações resultam os diferentes corpos, que nascem e se destroem sem cessar.

Sendo os diferentes mundos os produtos da aglomeração e da transformação da matéria, devem, como todos os corpos, ter tido um começo e ter um fim, segundo as leis que nos são desconhecidas. A ciência pode, até um certo ponto, estabelecer as leis de sua formação e remontar ao seu estado primitivo. Toda teoria filosófica em contradição com os fatos mostrados pela ciência, é necessariamente falsa, a menos que se prove que a ciência está em erro.

14. Criando os mundos materiais, Deus também criou seres inteligentes, a que chamamos Espíritos.

15. A origem e o modo de criação dos Espíritos nos são desconhecidos; sabemos somente que são criados simples e ignorantes, quer dizer, sem ciência e sem conhecimento do bem e do mal, mas perfectíveis e com uma igualdade de aptidão para tudo adquirir e tudo conhecer com o tempo. No princípio, estão numa espécie de infância, sem vontade própria e sem consciência perfeita de sua existência.

16. À medida que o espírito se afasta do ponto de partida, as idéias se desenvolvem nele, como na criança, e com as idéias, o livre arbítrio, quer dizer, a liberdade de fazer, ou não fazer, de seguir tal ou tal caminho, para o seu adiantamento, o que é um dos atributos essenciais do Espírito.

17. O objetivo final de todos os Espíritos é alcançar a perfeição, da qual a criatura é suscetível; o resultado dessa perfeição é o gozo da felicidade suprema, que lhe é a conseqüência, e à qual chegam, mais ou menos prontamente segundo o uso que fazem de seu livre arbítrio.

18. Os Espíritos são os agentes do Poder Divino; constituem a força inteligente da Natureza e concorrem ao cumprimento dos objetivos do Criador para a constituição da harmonia geral do Universo e das leis imutáveis da criação.

19. Para concorrerem, como agentes do poder divino, na obra dos mundos materiais, os Espíritos revestem, temporariamente, um corpo material.
Os Espíritos encarnados constituem a Humanidade. A alma do homem é um Espírito encarnado.

20. A vida espiritual é a vida normal do Espírito; ela é eterna; a vida corpórea é transitória e passageira; isso não é senão um instante na eternidade.

21. A encarnação dos Espíritos está nas leis da Natureza; é necessária ao seu adiantamento e ao cumprimento das obras de Deus. Pelo trabalho que a sua existência corpórea necessita, aperfeiçoam a sua inteligência e adquirem, em observando a lei de Deus, os méritos que devem conduzi-los à felicidade eterna.

Disso resulta que, todos concorrendo para a obra geral da criação, os Espíritos trabalham pelo seu próprio adiantamento.

22. O aperfeiçoamento do Espírito é o fruto de seu próprio trabalho; ele avança em razão de sua maior ou menor atividade, ou de boa vontade, para adquirir as qualidades que lhe faltam.

23. Não podendo o Espírito adquirir, numa só existência corporal, todas as qualidades morais e intelectuais que devem conduzi-lo ao objetivo, ele o alcança por uma sucessão de existências, em cada uma das quais dá alguns passos à frente na senda do progresso, e se purifica de algumas de suas imperfeições.

24. A cada nova existência, o Espírito traz o que adquiriu em inteligência e em moralidade em suas existências precedentes, assim como os germes das imperfeições das quais ainda não se despojou.

25. Quando uma existência foi mal empregada pelo Espírito, quer dizer, se ele não fez nenhum progresso no caminho do bem, é sem proveito para ele, e deve recomeçá-la em condições mais ou menos penosas, em razão de sua negligência e de sua má vontade.

26. A cada existência corpórea, o Espírito devendo adquirir alguma coisa de bem e se despojar de alguma coisa de mal, disso resulta que, depois de um certo número de encarnações, ele se encontra depurado e chega ao estado de Espírito puro.

27. O número das existências corpóreas é indeterminado: depende da vontade do Espírito abreviá-lo trabalhando ativamente pelo seu aperfeiçoamento moral.

28. No intervalo das existências corpóreas, o Espírito está errante e vive a vida espiritual. A erraticidade não é de duração determinada.

29. Quando os Espíritos adquiriram, sobre um mundo, a soma do progresso que o estado desse mundo comporta, eles o deixam para se encarnarem num outro mais avançado, onde adquirem novos conhecimentos, e assim por diante até que a encarnação em um corpo material, não lhes sendo mais útil, eles vivem exclusivamente a vida espiritual, onde progridem ainda num outro sentido e por outros meios. Chegados ao ponto culminante do progresso,gozam da suprema felicidade; admitidos nos conselhos do Onipotente têm o seu pensamento e se tornam seus mensageiros, seus ministros diretos para o governo dos mundos, tendo sob as suas ordens os Espíritos de diferentes graus de adiantamento.

Fonte: Obras Póstumas